/ miércoles 16 de enero de 2019

Gobernadores sin cobija

Pareciera como que se rompe el pacto federal. A los gobernadores, de partidos ahora de oposición, se les ningunea y se les trata como súbditos inferiores, del actual reinado.

Levanta la voz el guerrerense, Héctor Astudillo, y advierte que, incluso, podría dejar de acompañar a AMLO, en futuras giras. A Astudillo le fue como en feria. Durante un mitin en Tlapa, con el mandamás de -se supone- todos los mexicanos, lo rechiflaron y le impidieron tomar la palabra.

Fue claro: el “súper delegado estatal” acarreó a empleados federales y militantes de morena, quienes –con la violencia verbal que los caracteriza-, le impidieron abrir la boca.

Ya había ocurrido en Oaxaca, contra el joven Murat y en Michoacán, gritoteándole a Silvano Aureoles. Luego le sucedió a Del Mazo en el Estado de México. Habrá quien piense que sus gestiones son indefendibles y por eso la reacción popular.

De siempre, los ejecutivos estatales son el foco de las críticas. La autoridad más cercana a las personas es el presidente municipal y son también objeto de ácidos comentarios. Cumplir con los compromisos de campaña es pocas veces visto y la sociedad se los cobra.

A Astudillo se le puede recriminar por la inseguridad que sufren los guerrerenses. El delito, tiene asoladas a poblaciones enteras. Ninguna estrategia, para abatir el crimen, funciona y las mafias siguen paseándose a sus anchas, sin que se consiga detenerlas.

Es difícil desarraigar la barbarie de una zona, en la que lleva décadas entronizada. La inseguridad logró quitarle la buena fama a Acapulco. Pero, si de mafias se habla habría que incluir a la de muchos de sus sindicalizados magisteriales, pertenecientes a la CNTE (Coordinadora de maestros) local. Sus sucesivos alcaldes, de distintas membresías, en gran medida favorecieron y apoyaron a cárteles de la droga, que además los enriquecieron a todo vapor.

Ni los militares ni la policía federal tienen éxito. Habría que replantear esta estrategia.

Sin embargo, los contestatarios contra Astudillo, no eran representativos de los críticos formales de su administración.

El régimen en turno intenta hacerse de la república completa. López Obrador actúa como si siguiera en campaña y siembra, a través de su imparable discurso, la semilla del odio entre connacionales. El que no está con él es su enemigo –aunque lo llame adversario- y la constante es la descalificación.

El combate al huachicoleo es buen ejemplo. Sin avisarles a quienes comandan a los estados se cerraron ductos, con la conflictiva que se vive. Se les ignoró y se les hace a un lado en su exigencia de información precisa. Ni el director de Pemex, o la Secretaria de Energía, responden a sus cuestionamientos sobre el desabasto de gasolina.

A Silvano Aureoles, Rodríguez Oropeza no le contesta las llamadas ni un oficio que le envió. Al guanajuatense, que se le presentó en sus oficinas, le dio un poco de atole con el dedo, pero incumplió en cuanto al envío de pipas. A Enrique Alfaro, igual lo tiran a loco.

¿Y los súper delegados? Pisándoles los callos y organizando los acarreos para las visitas de su patroncito. Niegan que se lleve a nadie a fuerzas. La obligatoriedad de asistir adonde se les cite no tiene escapatoria y ha sido costumbre ancestral, en plena vigencia.

Difícil gobernar sin la cobija de la federación y para aquellos que tratan de salirse del huacal se avecinan tiempos peor de complicados. Como si se hubiera roto el Pacto.

catalinanq@hotmail.com

@catalinanq

Pareciera como que se rompe el pacto federal. A los gobernadores, de partidos ahora de oposición, se les ningunea y se les trata como súbditos inferiores, del actual reinado.

Levanta la voz el guerrerense, Héctor Astudillo, y advierte que, incluso, podría dejar de acompañar a AMLO, en futuras giras. A Astudillo le fue como en feria. Durante un mitin en Tlapa, con el mandamás de -se supone- todos los mexicanos, lo rechiflaron y le impidieron tomar la palabra.

Fue claro: el “súper delegado estatal” acarreó a empleados federales y militantes de morena, quienes –con la violencia verbal que los caracteriza-, le impidieron abrir la boca.

Ya había ocurrido en Oaxaca, contra el joven Murat y en Michoacán, gritoteándole a Silvano Aureoles. Luego le sucedió a Del Mazo en el Estado de México. Habrá quien piense que sus gestiones son indefendibles y por eso la reacción popular.

De siempre, los ejecutivos estatales son el foco de las críticas. La autoridad más cercana a las personas es el presidente municipal y son también objeto de ácidos comentarios. Cumplir con los compromisos de campaña es pocas veces visto y la sociedad se los cobra.

A Astudillo se le puede recriminar por la inseguridad que sufren los guerrerenses. El delito, tiene asoladas a poblaciones enteras. Ninguna estrategia, para abatir el crimen, funciona y las mafias siguen paseándose a sus anchas, sin que se consiga detenerlas.

Es difícil desarraigar la barbarie de una zona, en la que lleva décadas entronizada. La inseguridad logró quitarle la buena fama a Acapulco. Pero, si de mafias se habla habría que incluir a la de muchos de sus sindicalizados magisteriales, pertenecientes a la CNTE (Coordinadora de maestros) local. Sus sucesivos alcaldes, de distintas membresías, en gran medida favorecieron y apoyaron a cárteles de la droga, que además los enriquecieron a todo vapor.

Ni los militares ni la policía federal tienen éxito. Habría que replantear esta estrategia.

Sin embargo, los contestatarios contra Astudillo, no eran representativos de los críticos formales de su administración.

El régimen en turno intenta hacerse de la república completa. López Obrador actúa como si siguiera en campaña y siembra, a través de su imparable discurso, la semilla del odio entre connacionales. El que no está con él es su enemigo –aunque lo llame adversario- y la constante es la descalificación.

El combate al huachicoleo es buen ejemplo. Sin avisarles a quienes comandan a los estados se cerraron ductos, con la conflictiva que se vive. Se les ignoró y se les hace a un lado en su exigencia de información precisa. Ni el director de Pemex, o la Secretaria de Energía, responden a sus cuestionamientos sobre el desabasto de gasolina.

A Silvano Aureoles, Rodríguez Oropeza no le contesta las llamadas ni un oficio que le envió. Al guanajuatense, que se le presentó en sus oficinas, le dio un poco de atole con el dedo, pero incumplió en cuanto al envío de pipas. A Enrique Alfaro, igual lo tiran a loco.

¿Y los súper delegados? Pisándoles los callos y organizando los acarreos para las visitas de su patroncito. Niegan que se lleve a nadie a fuerzas. La obligatoriedad de asistir adonde se les cite no tiene escapatoria y ha sido costumbre ancestral, en plena vigencia.

Difícil gobernar sin la cobija de la federación y para aquellos que tratan de salirse del huacal se avecinan tiempos peor de complicados. Como si se hubiera roto el Pacto.

catalinanq@hotmail.com

@catalinanq

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