/ martes 2 de enero de 2018

Gran reducción del ISR en EU (II)

Además de la faceta positiva de reducir la ostensible falta de competitividad del aparato productivo estadounidense, expuesta en la anterior colaboración, existe otra cara positiva por la reducción del ISR empresarial de 35 al 21%: vuelve más atractivo para las corporaciones el establecerse e invertir en EUA. Sin embargo, ambas virtudes se ven relativizadas por otros factores que acompañan la reforma fiscal promovida por Trump y matizada por el Congreso.

Esta drástica reducción del Coorporate Income Tax (CIT) del 35 al 21% conlleva también una disminución de los renglones que pueden ser deducibles de los ingresos. Es importante en este sentido tener en cuenta que la tasa impositiva que prescribe la ley no corresponde a la tasa que efectivamente terminan pagando las empresas respecto a sus ingresos. Podemos constatar que el porcentaje real promedio que pagan las empresas al fisco mexicano no es del 30, sino del 20.3%, mientras que en EUA es del 27.9%, incluyendo los impuestos locales que se añaden al 35% federal. Con motivo de la reducción de renglones deducibles, la tasa impositiva estadounidense realmente pagada bajará en una proporción mucho menor a la que lo hará la tasa establecida por la ley.

Sería insensato soslayar el hecho de que el renglón de los deducibles puede establecer una enorme diferencia, como lo prueba el caso de Irlanda, donde en el año 2000 se redujo el ISR empresarial del 40% a tan sólo el 12.5, pero lo hizo eliminando exenciones, deducciones y tratamientos preferenciales. De hecho es lo que inspiró después la implantación de nuestro IETU. Pero el modelo irlandés se apegó con un rigor que aquí no tuvimos a deducir sólo los encomiables gastos de inversión, de manera que, a pesar de la baja en la tasa, obtuvo una mayor recaudación, la cual es bastante más elevada que la mexicana cuando se mide en proporción al PIB.

Datos de 2012 del G20, revelan que existen países con un elevado poder exportador y amplio superávit de cuenta corriente, como Japón, donde sus empresas están sujetas a una elevada tasa legal de 37%, con pagos efectivos de 27.9%, o Alemania con tasa legal de 30.2% pero pagos efectivos de sólo 14.5%. Si comparamos a esta última nación con México, donde las empresas pagan el 20.3%, veremos que tenemos un nivel relativamente alto de carga tributaria. Lo mismo sucede con Canadá, nuestro socio en el TLCAN, donde la tasa legal es de 26.1% y el pago efectivo de 16.2%. Si adicionalmente tomamos en cuenta el obligatorio reparto del 10% de las utilidades a los trabajadores de las empresas, podemos concluir que tenemos una tasa impositiva de ISR empresarial superior al promedio mundial, lo cual resta competitividad a nuestro aparato productivo.

Si bien es cierto que en términos generales todavía tenemos un nivel de recaudación tributaria muy bajo, lo que resulta verdaderamente prioritario de ninguna forma es aumentar nuestras tasas de impuestos. Lo urgente e indispensable es mejorar el hoy deplorable ejercicio de los presupuestos, tanto el del pésimo nivel federal, como los todavía mucho peores de los niveles estatales y municipales. Es repudiable constatar que estamos incrementando riesgosamente la deuda pública mientras incurrimos en injustificables desplomes del gasto de inversión y en disparos del gasto de consumo. Antes que fortalecer la recaudación urge mejorar nuestro desastroso gasto público.

amartinezv@derecho.unam.mx  

@AlejoMVendrell

Además de la faceta positiva de reducir la ostensible falta de competitividad del aparato productivo estadounidense, expuesta en la anterior colaboración, existe otra cara positiva por la reducción del ISR empresarial de 35 al 21%: vuelve más atractivo para las corporaciones el establecerse e invertir en EUA. Sin embargo, ambas virtudes se ven relativizadas por otros factores que acompañan la reforma fiscal promovida por Trump y matizada por el Congreso.

Esta drástica reducción del Coorporate Income Tax (CIT) del 35 al 21% conlleva también una disminución de los renglones que pueden ser deducibles de los ingresos. Es importante en este sentido tener en cuenta que la tasa impositiva que prescribe la ley no corresponde a la tasa que efectivamente terminan pagando las empresas respecto a sus ingresos. Podemos constatar que el porcentaje real promedio que pagan las empresas al fisco mexicano no es del 30, sino del 20.3%, mientras que en EUA es del 27.9%, incluyendo los impuestos locales que se añaden al 35% federal. Con motivo de la reducción de renglones deducibles, la tasa impositiva estadounidense realmente pagada bajará en una proporción mucho menor a la que lo hará la tasa establecida por la ley.

Sería insensato soslayar el hecho de que el renglón de los deducibles puede establecer una enorme diferencia, como lo prueba el caso de Irlanda, donde en el año 2000 se redujo el ISR empresarial del 40% a tan sólo el 12.5, pero lo hizo eliminando exenciones, deducciones y tratamientos preferenciales. De hecho es lo que inspiró después la implantación de nuestro IETU. Pero el modelo irlandés se apegó con un rigor que aquí no tuvimos a deducir sólo los encomiables gastos de inversión, de manera que, a pesar de la baja en la tasa, obtuvo una mayor recaudación, la cual es bastante más elevada que la mexicana cuando se mide en proporción al PIB.

Datos de 2012 del G20, revelan que existen países con un elevado poder exportador y amplio superávit de cuenta corriente, como Japón, donde sus empresas están sujetas a una elevada tasa legal de 37%, con pagos efectivos de 27.9%, o Alemania con tasa legal de 30.2% pero pagos efectivos de sólo 14.5%. Si comparamos a esta última nación con México, donde las empresas pagan el 20.3%, veremos que tenemos un nivel relativamente alto de carga tributaria. Lo mismo sucede con Canadá, nuestro socio en el TLCAN, donde la tasa legal es de 26.1% y el pago efectivo de 16.2%. Si adicionalmente tomamos en cuenta el obligatorio reparto del 10% de las utilidades a los trabajadores de las empresas, podemos concluir que tenemos una tasa impositiva de ISR empresarial superior al promedio mundial, lo cual resta competitividad a nuestro aparato productivo.

Si bien es cierto que en términos generales todavía tenemos un nivel de recaudación tributaria muy bajo, lo que resulta verdaderamente prioritario de ninguna forma es aumentar nuestras tasas de impuestos. Lo urgente e indispensable es mejorar el hoy deplorable ejercicio de los presupuestos, tanto el del pésimo nivel federal, como los todavía mucho peores de los niveles estatales y municipales. Es repudiable constatar que estamos incrementando riesgosamente la deuda pública mientras incurrimos en injustificables desplomes del gasto de inversión y en disparos del gasto de consumo. Antes que fortalecer la recaudación urge mejorar nuestro desastroso gasto público.

amartinezv@derecho.unam.mx  

@AlejoMVendrell