/ jueves 30 de enero de 2020

Greta contra los estafadores

Nunca he sido fanático de Davos, esa reunión anual de los ricos y los fatuos. Sin embargo, una virtud de esa suerte de desfile para pavonearse y hacer gala de su arrogancia es que saca lo peor de algunas personas y las lleva a decir cosas que revelan su vileza ante los ojos de todos.

Así sucedió con Steven Mnuchin, el secretario del Tesoro de Donald Trump. Primero, Mnuchin volvió a afirmar que el recorte fiscal de 2017 se pagará solo, apenas días después de que su propio departamento confirmó que el déficit presupuestal de 2019 superó el billón de dólares, un aumento de 75 por ciento en comparación con lo que se registró en 2016.

Luego desdeñó a Greta Thunberg, la joven activista climática, sugiriéndole que fuera a estudiar economía antes de exigir un alto a las inversiones en los combustibles fósiles.

La arrogancia inmerecida es un sello del gobierno de Trump, basta ver a Mike Pompeo, el secretario de Estado, afirmar que un respetado reportero de seguridad nacional no podría encontrar Ucrania en un mapa. Entonces, quizá no les sorprenderá saber que Mnuchin estaba diciendo insensateces y que, casi con toda seguridad, Thunberg sabe lo que dice.

Uno sólo puede suponer que Mnuchin se quedó dormido en sus clases universitarias de economía. De lo contrario, sabría que todos, y realmente me refiero a todos los libros de texto importantes de Economía Básica están a favor de la regulación gubernamental o el gravamen de las actividades que sean contaminantes con el medioambiente.

Además, quemar combustibles fósiles es una enorme fuente de daño ambiental, no sólo desde la perspectiva del cambio climático, sino desde la contaminación del aire local, que es un importante riesgo para la salud, y no hacemos lo suficiente para limitarlo.

El Fondo Monetario Internacional (FMI) calcula con regularidad los subsidios mundiales a los combustibles fósiles, subsidios que en parte adoptan la forma de exenciones fiscales y subsidios en efectivo, pero que principalmente implican que la industria no asuma la responsabilidad por los costos indirectos que impone. En 2017, el FMI estimó que estos subsidios ascendían a 5.2 billones de dólares.

Sí, hablamos de billones, con “b”. En el caso de Estados Unidos, los subsidios ascendieron a 649 mil millones de dólares, lo cual representa alrededor de tres millones de dólares por cada trabajador dedicado a la extracción de carbón, petróleo y gas.

Sin estos subsidios, es difícil imaginar que alguien siga invirtiendo en combustibles fósiles. Sin embargo, tal vez Mnuchin piensa que el FMI también debería tomar algunos cursos de economía, junto con los miles de economistas, incluido cada expresidente de la Reserva Federal que aún vive, decenas de premios Nobel, así como economistas en jefe tanto de gobiernos demócratas como republicanos, que firmaron una carta abierta haciendo un llamado para que se gravaran las emisiones de gases de efecto invernadero.

En resumen, puede que Greta Thunberg sólo tenga 17 años, pero sus posturas se acercan mucho más al consenso de la profesión económica que las del tipo que se aferra a la idea zombi de que los recortes fiscales se pagan solos.

Nunca he sido fanático de Davos, esa reunión anual de los ricos y los fatuos. Sin embargo, una virtud de esa suerte de desfile para pavonearse y hacer gala de su arrogancia es que saca lo peor de algunas personas y las lleva a decir cosas que revelan su vileza ante los ojos de todos.

Así sucedió con Steven Mnuchin, el secretario del Tesoro de Donald Trump. Primero, Mnuchin volvió a afirmar que el recorte fiscal de 2017 se pagará solo, apenas días después de que su propio departamento confirmó que el déficit presupuestal de 2019 superó el billón de dólares, un aumento de 75 por ciento en comparación con lo que se registró en 2016.

Luego desdeñó a Greta Thunberg, la joven activista climática, sugiriéndole que fuera a estudiar economía antes de exigir un alto a las inversiones en los combustibles fósiles.

La arrogancia inmerecida es un sello del gobierno de Trump, basta ver a Mike Pompeo, el secretario de Estado, afirmar que un respetado reportero de seguridad nacional no podría encontrar Ucrania en un mapa. Entonces, quizá no les sorprenderá saber que Mnuchin estaba diciendo insensateces y que, casi con toda seguridad, Thunberg sabe lo que dice.

Uno sólo puede suponer que Mnuchin se quedó dormido en sus clases universitarias de economía. De lo contrario, sabría que todos, y realmente me refiero a todos los libros de texto importantes de Economía Básica están a favor de la regulación gubernamental o el gravamen de las actividades que sean contaminantes con el medioambiente.

Además, quemar combustibles fósiles es una enorme fuente de daño ambiental, no sólo desde la perspectiva del cambio climático, sino desde la contaminación del aire local, que es un importante riesgo para la salud, y no hacemos lo suficiente para limitarlo.

El Fondo Monetario Internacional (FMI) calcula con regularidad los subsidios mundiales a los combustibles fósiles, subsidios que en parte adoptan la forma de exenciones fiscales y subsidios en efectivo, pero que principalmente implican que la industria no asuma la responsabilidad por los costos indirectos que impone. En 2017, el FMI estimó que estos subsidios ascendían a 5.2 billones de dólares.

Sí, hablamos de billones, con “b”. En el caso de Estados Unidos, los subsidios ascendieron a 649 mil millones de dólares, lo cual representa alrededor de tres millones de dólares por cada trabajador dedicado a la extracción de carbón, petróleo y gas.

Sin estos subsidios, es difícil imaginar que alguien siga invirtiendo en combustibles fósiles. Sin embargo, tal vez Mnuchin piensa que el FMI también debería tomar algunos cursos de economía, junto con los miles de economistas, incluido cada expresidente de la Reserva Federal que aún vive, decenas de premios Nobel, así como economistas en jefe tanto de gobiernos demócratas como republicanos, que firmaron una carta abierta haciendo un llamado para que se gravaran las emisiones de gases de efecto invernadero.

En resumen, puede que Greta Thunberg sólo tenga 17 años, pero sus posturas se acercan mucho más al consenso de la profesión económica que las del tipo que se aferra a la idea zombi de que los recortes fiscales se pagan solos.