/ viernes 27 de octubre de 2017

¡Groseros!

Al absurdo han llevado los senadores el debate por la destitución del fiscal de la Fepade (Fiscalía Especial para Delitos Electorales). Unas y otras fuerzas se rasgan las vestiduras, se lanzan todo tipo de epítetos y congelan una decisión para la que solo restan unos cuatro días.

Santiago Nieto decidió inconformarse por su súbita remoción ante la Cámara alta del Congreso. Si ellos definieron su nombramiento, ellos podrían echar atrás la orden del encargado de la Procuraduría, Alberto Elías Beltrán. De entrada, todo fue miel sobre hojuelas para el dolido

exfuncionario.

La oposición se injertó en pantera, y como jamás lo había hecho, se unió.

Le tocó a la presidenta de la Comisión Política, la priísta Ana Lilia Herrera, dar a conocer los acuerdos de la junta para tomar una decisión. Se armó el  zafarrancho. Cuando se dijo que se iba a convocar a Nieto y a Beltrán –por separado-, para que presentaran sus argumentos, despertó la cólera. Los contestatarios al tricolor exigían que primero se convocara a Beltrán y luego a Nieto, a fin de que supiera las razones de su

despido.

La arremetida del vulgo senatorial más estridente surgió cuando se dijo que la votación sería secreta. Tomaron la tribuna y reventaron la sesión, mientras insistían en que había que hacerla transparente para que la sociedad juzgara a cada uno.

Se llegó a declarar que conocían las mañas del Revolucionario Institucional, capaz de cooptar, comprar a legisladores de otros partidos para que sufragaran a favor de la remoción de Nieto.

¿Se puede creer que en una democracia, quienes hacen las leyes y ¡libremente!  milita en un partido sean capaces de “acompincharse” con el enemigo? De esos tamaños es la desconfianza que se tienen entre ellos.

Los coordinadores de las distintas fracciones temen que algunas “cabras” de su rebaño les den de topes a la hora de alinearse. Conocen el poder manipulador del PRI y la habilidad para comprar conciencias (Que si las “compran”, confirman el pragmatismo vergonzante de ciertos sátrapas que acceden a cargos que jamás debieron tener).

El “sospechosismo” a su máxima expresión y proveniente de compañeros de las mismas siglas que desconfían de lo que pueden hacer sus pares. ¡Como para Ripley! 

Bajo este enfoque se entiende el por qué en los asientos legislativos proliferan personajillos de undécima. Si las fuerzas políticas eligen como a sus representantes a individuos que llegan por compadrazgos, amiguismos, enamoramientos, cualquier cosa, menos por las cualidades que se requerirían, qué podemos esperar. Los resultados saltan a la vista.

En cuanto alguien, de cualquier otra denominación, les ofrece un mejor hueso, se cambian de camiseta y emigran. Queda claro que son capaces de vender su voto, al mejor postor, así rompan con cualquier postulado de los principios, a los que  juraron

fidelidad.

¿Y Santiago Nieto? Día a día, importa menos. Su desafortunada entrevista a Carlos Loret de Mola dejó patente que él solo se dio un tiro en el pie. Insistió en que jamás, a lo largo de la charla, habló de que Emilio Lozoya lo presionara –como cabeceó el periódico-. Que eso había sido parte de la “libertad de expresión” del reportero (O sea que lo tergiversó o “interpretó”).

Ambiguo y protagónico, decepcionó a muchos de sus defensores, aunque el daño estaba hecho. Su expediente, de momento, se convierte en objeto politiquero de las distintas facciones senatoriales y a él, por lo pronto, lo besó el diablo, se confirme o no, su remoción.

 

catalinanq@hotmail.com

@catalinanq

Al absurdo han llevado los senadores el debate por la destitución del fiscal de la Fepade (Fiscalía Especial para Delitos Electorales). Unas y otras fuerzas se rasgan las vestiduras, se lanzan todo tipo de epítetos y congelan una decisión para la que solo restan unos cuatro días.

Santiago Nieto decidió inconformarse por su súbita remoción ante la Cámara alta del Congreso. Si ellos definieron su nombramiento, ellos podrían echar atrás la orden del encargado de la Procuraduría, Alberto Elías Beltrán. De entrada, todo fue miel sobre hojuelas para el dolido

exfuncionario.

La oposición se injertó en pantera, y como jamás lo había hecho, se unió.

Le tocó a la presidenta de la Comisión Política, la priísta Ana Lilia Herrera, dar a conocer los acuerdos de la junta para tomar una decisión. Se armó el  zafarrancho. Cuando se dijo que se iba a convocar a Nieto y a Beltrán –por separado-, para que presentaran sus argumentos, despertó la cólera. Los contestatarios al tricolor exigían que primero se convocara a Beltrán y luego a Nieto, a fin de que supiera las razones de su

despido.

La arremetida del vulgo senatorial más estridente surgió cuando se dijo que la votación sería secreta. Tomaron la tribuna y reventaron la sesión, mientras insistían en que había que hacerla transparente para que la sociedad juzgara a cada uno.

Se llegó a declarar que conocían las mañas del Revolucionario Institucional, capaz de cooptar, comprar a legisladores de otros partidos para que sufragaran a favor de la remoción de Nieto.

¿Se puede creer que en una democracia, quienes hacen las leyes y ¡libremente!  milita en un partido sean capaces de “acompincharse” con el enemigo? De esos tamaños es la desconfianza que se tienen entre ellos.

Los coordinadores de las distintas fracciones temen que algunas “cabras” de su rebaño les den de topes a la hora de alinearse. Conocen el poder manipulador del PRI y la habilidad para comprar conciencias (Que si las “compran”, confirman el pragmatismo vergonzante de ciertos sátrapas que acceden a cargos que jamás debieron tener).

El “sospechosismo” a su máxima expresión y proveniente de compañeros de las mismas siglas que desconfían de lo que pueden hacer sus pares. ¡Como para Ripley! 

Bajo este enfoque se entiende el por qué en los asientos legislativos proliferan personajillos de undécima. Si las fuerzas políticas eligen como a sus representantes a individuos que llegan por compadrazgos, amiguismos, enamoramientos, cualquier cosa, menos por las cualidades que se requerirían, qué podemos esperar. Los resultados saltan a la vista.

En cuanto alguien, de cualquier otra denominación, les ofrece un mejor hueso, se cambian de camiseta y emigran. Queda claro que son capaces de vender su voto, al mejor postor, así rompan con cualquier postulado de los principios, a los que  juraron

fidelidad.

¿Y Santiago Nieto? Día a día, importa menos. Su desafortunada entrevista a Carlos Loret de Mola dejó patente que él solo se dio un tiro en el pie. Insistió en que jamás, a lo largo de la charla, habló de que Emilio Lozoya lo presionara –como cabeceó el periódico-. Que eso había sido parte de la “libertad de expresión” del reportero (O sea que lo tergiversó o “interpretó”).

Ambiguo y protagónico, decepcionó a muchos de sus defensores, aunque el daño estaba hecho. Su expediente, de momento, se convierte en objeto politiquero de las distintas facciones senatoriales y a él, por lo pronto, lo besó el diablo, se confirme o no, su remoción.

 

catalinanq@hotmail.com

@catalinanq