/ miércoles 16 de noviembre de 2022

Hablemos de la brecha de ingresos  

Por Fátima Masse


Es común escuchar que las mujeres ganan menos que los hombres. Sin embargo, corroborar esta afirmación no es algo trivial. ¿Sabes cómo se mide y qué implicaciones tiene? ¿Sabes si se comporta igual en cada estado? Vayamos por partes.

En cuanto a la medición, lo ideal sería verificar que existe igualdad salarial. Esto se refiere a que mujeres y hombres en el mismo puesto y con características similares reciben el mismo salario. Para ello, se necesitaría calcular las diferencias en los salarios para cada sexo a partir de registros de nómina que incluyan detalles sociodemográficos y laborales. Algo que solo se podría hacer al interior de una organización o una empresa, porque no es información pública.

A pesar de este desafío, hay una ruta alterna para quienes analizamos este tema: la brecha de ingresos con la que se mide, a partir de estadísticas oficiales, las diferencias entre los ingresos promedio de hombres y mujeres. Así sabemos que, en México, las mujeres tienen ingresos promedio 14% menores que los de los hombres. Otra forma de verlo es que por cada 100 pesos que genera un hombre, una mujer genera 86.

A nivel estatal, la brecha de ingresos cambia. Un estudio reciente del IMCO encontró que, en todos los estados, a excepción de Chiapas, los hombres ganan más que las mujeres, pero difieren en magnitud. Los tres estados con mayor brecha son: Oaxaca (-27.1%), Colima (-25.3%) e Hidalgo (-24-9%). En contraste, los estados con menor brecha son Veracruz (-6%), Ciudad de México (-7-7%) y San Luis Potosí (-8.4%).

Cada estado tiene su propia historia. Por ejemplo, Veracruz es uno de los estados que menos capta el talento de sus mujeres (con 37% de mujeres en edad de trabajar con un empleo durante más de 34 horas a la semana) y quienes acceden al mercado laboral enfrentan condiciones laborales tan deterioradas como las de los hombres, por lo que la brecha de ingresos es pequeña.

En contraste, la Ciudad de México es una de las entidades con mayor tasa de participación económica de mujeres (con 43%), y tiene características que permiten que ellas tengan mejores empleos: están más preparadas con estudios de educación media superior y superior, dedican menos tiempo en tareas del hogar y las condiciones laborales son mejores (menor informalidad y mayores salarios).

En Oaxaca, las mujeres participan en el mercado laboral tanto como en la Ciudad de México. Sin embargo, muy pocas tienen estudios de bachillerato y universidad, por lo que se concentran en empleos informales y de bajos ingresos. Con ello, presenta la mayor brecha de ingresos en el país.

Chiapas es un caso atípico en el que las mujeres en promedio ganan 10.2% más que los hombres. Esto se debe principalmente a que pocas mujeres participan en el mercado laboral, pero lo hacen en condiciones ligeramente mejores que ellos, quienes se concentran en los sectores de agricultura y construcción, los cuales se asocian con menores niveles de ingreso.

No hay tendencias regionales, sin embargo, todos coinciden en que la brecha de ingreso es un reflejo de un problema estructural que ha impedido que las mujeres lleguen a ocupaciones mejor pagadas. Esto se debe, en parte, a que ellas tienen menos tiempo disponible para sus empleos sumado a falta de opciones laborales flexibles que les permita consolidar sus carreras profesionales y generar mayores ingresos.

Hablar de la brecha de ingresos es importante para todas y todos, puesto que tiene implicaciones en la toma de decisiones diarias de las mujeres y de los hogares. Por ejemplo, desde la perspectiva económica, una mujer que cuida a sus hijos o a algún familiar difícilmente buscará un empleo si la paga no cubre los gastos en cuidados alternativos para tener tiempo disponible. También, ante el panorama actual, en un hogar es racional que la mujer deje su empleo ante una mayor demanda de cuidados porque es más probable que gane menos. Este tipo de escenarios perpetúan las barreras que han limitado el potencial económico de las mujeres.

Combatir la brecha de ingresos es un desafío complejo. Por su naturaleza, no hay una solución única ni mágica que contribuya a cerrarla. Sin embargo, mucho se puede hacer. El primer paso es medir el fenómeno y entender las causas a nivel local para identificar posibles soluciones. Esto aplica incluso al interior de los centros de trabajo, en donde se podrá hacer el ejercicio con mayor precisión. Solo así se podrá aterrizar una agenda efectiva para captar el talento de las mujeres, sobre todo en los puestos mejor pagados.


* La autora es asociada de Comexi y directora de Sociedad incluyente del IMCO.

Por Fátima Masse


Es común escuchar que las mujeres ganan menos que los hombres. Sin embargo, corroborar esta afirmación no es algo trivial. ¿Sabes cómo se mide y qué implicaciones tiene? ¿Sabes si se comporta igual en cada estado? Vayamos por partes.

En cuanto a la medición, lo ideal sería verificar que existe igualdad salarial. Esto se refiere a que mujeres y hombres en el mismo puesto y con características similares reciben el mismo salario. Para ello, se necesitaría calcular las diferencias en los salarios para cada sexo a partir de registros de nómina que incluyan detalles sociodemográficos y laborales. Algo que solo se podría hacer al interior de una organización o una empresa, porque no es información pública.

A pesar de este desafío, hay una ruta alterna para quienes analizamos este tema: la brecha de ingresos con la que se mide, a partir de estadísticas oficiales, las diferencias entre los ingresos promedio de hombres y mujeres. Así sabemos que, en México, las mujeres tienen ingresos promedio 14% menores que los de los hombres. Otra forma de verlo es que por cada 100 pesos que genera un hombre, una mujer genera 86.

A nivel estatal, la brecha de ingresos cambia. Un estudio reciente del IMCO encontró que, en todos los estados, a excepción de Chiapas, los hombres ganan más que las mujeres, pero difieren en magnitud. Los tres estados con mayor brecha son: Oaxaca (-27.1%), Colima (-25.3%) e Hidalgo (-24-9%). En contraste, los estados con menor brecha son Veracruz (-6%), Ciudad de México (-7-7%) y San Luis Potosí (-8.4%).

Cada estado tiene su propia historia. Por ejemplo, Veracruz es uno de los estados que menos capta el talento de sus mujeres (con 37% de mujeres en edad de trabajar con un empleo durante más de 34 horas a la semana) y quienes acceden al mercado laboral enfrentan condiciones laborales tan deterioradas como las de los hombres, por lo que la brecha de ingresos es pequeña.

En contraste, la Ciudad de México es una de las entidades con mayor tasa de participación económica de mujeres (con 43%), y tiene características que permiten que ellas tengan mejores empleos: están más preparadas con estudios de educación media superior y superior, dedican menos tiempo en tareas del hogar y las condiciones laborales son mejores (menor informalidad y mayores salarios).

En Oaxaca, las mujeres participan en el mercado laboral tanto como en la Ciudad de México. Sin embargo, muy pocas tienen estudios de bachillerato y universidad, por lo que se concentran en empleos informales y de bajos ingresos. Con ello, presenta la mayor brecha de ingresos en el país.

Chiapas es un caso atípico en el que las mujeres en promedio ganan 10.2% más que los hombres. Esto se debe principalmente a que pocas mujeres participan en el mercado laboral, pero lo hacen en condiciones ligeramente mejores que ellos, quienes se concentran en los sectores de agricultura y construcción, los cuales se asocian con menores niveles de ingreso.

No hay tendencias regionales, sin embargo, todos coinciden en que la brecha de ingreso es un reflejo de un problema estructural que ha impedido que las mujeres lleguen a ocupaciones mejor pagadas. Esto se debe, en parte, a que ellas tienen menos tiempo disponible para sus empleos sumado a falta de opciones laborales flexibles que les permita consolidar sus carreras profesionales y generar mayores ingresos.

Hablar de la brecha de ingresos es importante para todas y todos, puesto que tiene implicaciones en la toma de decisiones diarias de las mujeres y de los hogares. Por ejemplo, desde la perspectiva económica, una mujer que cuida a sus hijos o a algún familiar difícilmente buscará un empleo si la paga no cubre los gastos en cuidados alternativos para tener tiempo disponible. También, ante el panorama actual, en un hogar es racional que la mujer deje su empleo ante una mayor demanda de cuidados porque es más probable que gane menos. Este tipo de escenarios perpetúan las barreras que han limitado el potencial económico de las mujeres.

Combatir la brecha de ingresos es un desafío complejo. Por su naturaleza, no hay una solución única ni mágica que contribuya a cerrarla. Sin embargo, mucho se puede hacer. El primer paso es medir el fenómeno y entender las causas a nivel local para identificar posibles soluciones. Esto aplica incluso al interior de los centros de trabajo, en donde se podrá hacer el ejercicio con mayor precisión. Solo así se podrá aterrizar una agenda efectiva para captar el talento de las mujeres, sobre todo en los puestos mejor pagados.


* La autora es asociada de Comexi y directora de Sociedad incluyente del IMCO.