/ martes 19 de octubre de 2021

Hacer que la paridad cuente

Este 17 de octubre se conmemoraron 68 años de la publicación del decreto por el que se nos reconoció como ciudadanas a las mexicanas, y con ello nuestro derecho a votar y ser electas. Este derecho se comienza a materializar en años recientes después de una serie de batallas legales, alianzas estratégicas y el empuje permanente del feminismo que no ha quitado el dedo del reglón.


Hoy nos encontramos en el tiempo de más mujeres en espacios de decisiones públicas en la historia, la mitad de curules en San Lázaro, casi la mitad de escaños en el Senado, algunos congresos locales con más mujeres que hombres, 7 gobernadoras, y alrededor de 27% de alcaldesas, pero ¿eso qué significa? ¿de qué sirve la paridad para la vida cotidiana de las mujeres? ¿qué le aporta a la democracia una representación política paritaria?


La paridad no se trata sólo de un número, sino fundamentalmente de la condición de contar con una democracia que represente de mejor manera los intereses de todas y de todos, con todas las intersecciones que nos atraviesan, para que la democracia sirva para construir la igualdad social, superar la pobreza y promover el respeto irrestricto de los derechos y libertades de todas las personas, la creación de oportunidades iguales para todos, la vigencia del Estado de derecho, la formación de valores de igualdad, tolerancia y respeto mutuo a las diferencias, los cuales son fundamento básico de convivencia.


Quienes estamos en la política, más allá de filias partidistas, debemos leer con preocupación los resultados de la más reciente encuesta de Latinobarómetro en la que el apoyo a un gobierno autoritario se duplicó en México entre 2018 y 2020, al pasar de 12 a 25 por ciento; y específicamente al responder si están de acuerdo o en desacuerdo con la frase: “No me importaría que un gobierno no democrático llegara al poder si resuelve los problemas”, el 52 por ciento de los mexicanos dijo estar de acuerdo, frente al 44 por ciento en desacuerdo. Estos resultados señalan el fracaso de la política tradicional, al no tener capacidad de darle respuesta a las demandas de la ciudadanía.


Por ello, la Paridad representa hoy la enorme oportunidad de transformar el poder, de hacer una política diferente, donde todas las voces cuenten y se ponga en el centro las demandas y necesidades de las personas, dejando de lado los intereses de grupo. No se puede seguir haciendo oídos sordos a las denuncias por las múltiples violencias con las que viven, conviven y mueren a diario las mujeres, ni ante la exigencia de oportunidades de trabajo, seguridad social, salud que correspondan con los esfuerzos que todos los días las mujeres emprenden para sacar adelante a sus familias, sin ningún tipo de apoyo gubernamental.


Las mujeres hemos demandado y construido un andamiaje legal y público, para que transiten nuestras demandas y exigencias, pero desde el poder público se usa y dinamita cada que le quitan recursos a las políticas públicas que hemos diseñado, que eliminan programas que hemos construido, cada vez que regatean el poder a las mujeres que hemos hecho llegar a cargos públicos, o cuando pretenden vendernos a una mujer candidata que no tiene, ni le interesa tener una conciencia de género, y busca ser impuesta por ese mismo sistema patriarcal que nos ha oprimido.


Hoy hay 250 mujeres en la cámara de diputadas y diputados, cualquier reforma o acuerdo requiere de las mujeres, pues son exactamente la mitad, pero las diputadas no quieren o han decidido no darse cuenta del poder político que representan, y están plegadas a los designios de sus “dirigentes” o coordinadores, pues son quienes en los hechos detentan el poder. Imaginen si estás 250 mujeres se empoderaran y pusieran una agenda común como condición para la negociación de las reformas que requiere el congreso. No es una utopía, significa hacer que la paridad cuente.


Este 17 de octubre se conmemoraron 68 años de la publicación del decreto por el que se nos reconoció como ciudadanas a las mexicanas, y con ello nuestro derecho a votar y ser electas. Este derecho se comienza a materializar en años recientes después de una serie de batallas legales, alianzas estratégicas y el empuje permanente del feminismo que no ha quitado el dedo del reglón.


Hoy nos encontramos en el tiempo de más mujeres en espacios de decisiones públicas en la historia, la mitad de curules en San Lázaro, casi la mitad de escaños en el Senado, algunos congresos locales con más mujeres que hombres, 7 gobernadoras, y alrededor de 27% de alcaldesas, pero ¿eso qué significa? ¿de qué sirve la paridad para la vida cotidiana de las mujeres? ¿qué le aporta a la democracia una representación política paritaria?


La paridad no se trata sólo de un número, sino fundamentalmente de la condición de contar con una democracia que represente de mejor manera los intereses de todas y de todos, con todas las intersecciones que nos atraviesan, para que la democracia sirva para construir la igualdad social, superar la pobreza y promover el respeto irrestricto de los derechos y libertades de todas las personas, la creación de oportunidades iguales para todos, la vigencia del Estado de derecho, la formación de valores de igualdad, tolerancia y respeto mutuo a las diferencias, los cuales son fundamento básico de convivencia.


Quienes estamos en la política, más allá de filias partidistas, debemos leer con preocupación los resultados de la más reciente encuesta de Latinobarómetro en la que el apoyo a un gobierno autoritario se duplicó en México entre 2018 y 2020, al pasar de 12 a 25 por ciento; y específicamente al responder si están de acuerdo o en desacuerdo con la frase: “No me importaría que un gobierno no democrático llegara al poder si resuelve los problemas”, el 52 por ciento de los mexicanos dijo estar de acuerdo, frente al 44 por ciento en desacuerdo. Estos resultados señalan el fracaso de la política tradicional, al no tener capacidad de darle respuesta a las demandas de la ciudadanía.


Por ello, la Paridad representa hoy la enorme oportunidad de transformar el poder, de hacer una política diferente, donde todas las voces cuenten y se ponga en el centro las demandas y necesidades de las personas, dejando de lado los intereses de grupo. No se puede seguir haciendo oídos sordos a las denuncias por las múltiples violencias con las que viven, conviven y mueren a diario las mujeres, ni ante la exigencia de oportunidades de trabajo, seguridad social, salud que correspondan con los esfuerzos que todos los días las mujeres emprenden para sacar adelante a sus familias, sin ningún tipo de apoyo gubernamental.


Las mujeres hemos demandado y construido un andamiaje legal y público, para que transiten nuestras demandas y exigencias, pero desde el poder público se usa y dinamita cada que le quitan recursos a las políticas públicas que hemos diseñado, que eliminan programas que hemos construido, cada vez que regatean el poder a las mujeres que hemos hecho llegar a cargos públicos, o cuando pretenden vendernos a una mujer candidata que no tiene, ni le interesa tener una conciencia de género, y busca ser impuesta por ese mismo sistema patriarcal que nos ha oprimido.


Hoy hay 250 mujeres en la cámara de diputadas y diputados, cualquier reforma o acuerdo requiere de las mujeres, pues son exactamente la mitad, pero las diputadas no quieren o han decidido no darse cuenta del poder político que representan, y están plegadas a los designios de sus “dirigentes” o coordinadores, pues son quienes en los hechos detentan el poder. Imaginen si estás 250 mujeres se empoderaran y pusieran una agenda común como condición para la negociación de las reformas que requiere el congreso. No es una utopía, significa hacer que la paridad cuente.


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