/ lunes 25 de febrero de 2019

¿Hacia dónde va la economía mexicana?

El final de 2018 hizo evidente la herencia económica que dejo la administración anterior, una desaceleración generalizada en el sector industrial y que poco a poco toma la forma de menor consumo privado.

La actividad industrial sólo creció 0.2 por ciento el año pasado, una cifra marginal que además es inferior al de por sí bajo desempeño alcanzado durante toda la administración anterior (0.7 por ciento en promedio anual).

Al interior de la industria se tiene un escenario complejo: manufacturas, construcción, minería, electricidad gas y agua tienen una tendencia a la baja.

En manufacturas las cifras son contundentes: las ramas industriales que aportan 58 por ciento del PIB manufacturero van a la baja, 11 por ciento están estancadas.

La construcción registra una situación similar: edificación, obras de ingeniería civil y los trabajos especializados del sector exhiben una tendencia adversa.

La minería, afectada por la extracción petróleo y gas, vive una depresión productiva que se gestó desde hace dos administraciones: el enorme endeudamiento afecta la creación de un programa de rescate e inversión para la empresa productiva del Estado. No se diga la corrupción y falta de eficacia heredadas.

En electricidad, gas y agua no hay evidencia suficiente para estimar que la Reforma Energética ha tenido el impacto positivo que se esperaba de la misma.

Durante enero y febrero se presentaron eventos que van a exacerbar esta tendencia. Decisiones como la de abrir la economía a la competencia desleal, el bloqueo de las vías de comunicación, la huelga en Matamoros y la escasez de combustibles serán algunos de ellos.

Sin una reactivación del sector industrial será poco factible que México alcance el crecimiento económico que se planteó en los Criterios Generales de Política Económica para 2019: el de por sí bajo 2 por ciento.

Si bien la inflación dio una buena noticia al ubicarse en 3.9 por ciento, por primera vez en dos años dentro del objetivo del Banco de México, ello es insuficiente para garantizar que el mercado interno mantenga a la economía creciendo al 2 por ciento.

El avance de la precarización laboral hasta el cuarto trimestre del año pasado muestra que las familias mexicanas entraron al 2019 con capacidades limitadas para mantener los patrones de consumo y endeudamiento previos. La tendencia de la producción de alimentos muestra que la desaceleración llegó a uno de los sectores más relevantes en la vida diaria de los mexicanos.

Para evitar una mayor afectación se debe aplicar una política diferente a la que tradicionalmente se ha usado: es momento de recuperar los fundamentos de la política industrial y de fortalecimiento del mercado interno.

Mejorar la coordinación en la implementación de la política económica es fundamental, por ello fue positivo que el presidente presentara el Consejo para el Fomento de la Inversión, el Empleo y el Crecimiento Económico: representa un esfuerzo para elevar la eficacia de la gestión pública en favor de tres variables que son estratégicas: crecimiento, empleo e inversión.

Ahora sólo falta ver si el nuevo Consejo podrá vencer la inercia de la desaceleración y la que existe al interior de un gobierno que heredó instituciones que no han sido exitosas en su tarea de elevar el desarrollo social.

El final de 2018 hizo evidente la herencia económica que dejo la administración anterior, una desaceleración generalizada en el sector industrial y que poco a poco toma la forma de menor consumo privado.

La actividad industrial sólo creció 0.2 por ciento el año pasado, una cifra marginal que además es inferior al de por sí bajo desempeño alcanzado durante toda la administración anterior (0.7 por ciento en promedio anual).

Al interior de la industria se tiene un escenario complejo: manufacturas, construcción, minería, electricidad gas y agua tienen una tendencia a la baja.

En manufacturas las cifras son contundentes: las ramas industriales que aportan 58 por ciento del PIB manufacturero van a la baja, 11 por ciento están estancadas.

La construcción registra una situación similar: edificación, obras de ingeniería civil y los trabajos especializados del sector exhiben una tendencia adversa.

La minería, afectada por la extracción petróleo y gas, vive una depresión productiva que se gestó desde hace dos administraciones: el enorme endeudamiento afecta la creación de un programa de rescate e inversión para la empresa productiva del Estado. No se diga la corrupción y falta de eficacia heredadas.

En electricidad, gas y agua no hay evidencia suficiente para estimar que la Reforma Energética ha tenido el impacto positivo que se esperaba de la misma.

Durante enero y febrero se presentaron eventos que van a exacerbar esta tendencia. Decisiones como la de abrir la economía a la competencia desleal, el bloqueo de las vías de comunicación, la huelga en Matamoros y la escasez de combustibles serán algunos de ellos.

Sin una reactivación del sector industrial será poco factible que México alcance el crecimiento económico que se planteó en los Criterios Generales de Política Económica para 2019: el de por sí bajo 2 por ciento.

Si bien la inflación dio una buena noticia al ubicarse en 3.9 por ciento, por primera vez en dos años dentro del objetivo del Banco de México, ello es insuficiente para garantizar que el mercado interno mantenga a la economía creciendo al 2 por ciento.

El avance de la precarización laboral hasta el cuarto trimestre del año pasado muestra que las familias mexicanas entraron al 2019 con capacidades limitadas para mantener los patrones de consumo y endeudamiento previos. La tendencia de la producción de alimentos muestra que la desaceleración llegó a uno de los sectores más relevantes en la vida diaria de los mexicanos.

Para evitar una mayor afectación se debe aplicar una política diferente a la que tradicionalmente se ha usado: es momento de recuperar los fundamentos de la política industrial y de fortalecimiento del mercado interno.

Mejorar la coordinación en la implementación de la política económica es fundamental, por ello fue positivo que el presidente presentara el Consejo para el Fomento de la Inversión, el Empleo y el Crecimiento Económico: representa un esfuerzo para elevar la eficacia de la gestión pública en favor de tres variables que son estratégicas: crecimiento, empleo e inversión.

Ahora sólo falta ver si el nuevo Consejo podrá vencer la inercia de la desaceleración y la que existe al interior de un gobierno que heredó instituciones que no han sido exitosas en su tarea de elevar el desarrollo social.