/ miércoles 11 de marzo de 2020

Hacia una Cultura de la Paz | ¿Nueva era social feminista?

Por: Flor María Yáñez Álvarez

El Paro Nacional #UnDíaSinNosotras del nueve de marzo, no sólo representa un movimiento por el hartazgo de las mujeres frente a la violencia de género que las ha socavado de las formas más perversas, sino significa una sacudida a la estructura de las relaciones de poder asimétricas que la ha permitido y justificado. Un día sin mujeres pretende exhibir las consecuencias de lo que ocurriría si no existiéramos y que, de no ser visibilizadas en nuestros derechos, acarrearía severas consecuencias; pero podría ir más allá de eso.


Las mujeres se están erigiendo en dignidad para sumarse a la protesta, mostrar su enojo y expresar que no hay vuelta atrás en la lucha por erradicar la violencia y lograr la equidad a cualquier costo. Respecto a las marchas realizadas en años pasados, no se enviaban a policías por creerlas “incapaces” de reaccionar de otra manera distinta a la esperada por su género, pero ahora que salieron a las calles a expresar su cansancio ante la injusticia, se les juzgó de violentas sin atender la profundidad del problema que originó esa compleja dinámica social, por la violencia que padecemos sólo por ser mujeres, deslegitimando la causa.


Ante reacciones desconocidas, surge la incertidumbre. Muchos hombres comienzan a mostrar comentarios de solidaridad, pero también se muestran confundidos respecto al papel que debieran tomar: quiero apoyar, pero ¿qué hago? ¿cómo le hago? (es confuso para varias mujeres también). La interacción de los hombres con las mujeres comienza a cambiar, incluso cuidando las palabras para no “agredirnos”; los cambios inician también con pequeñas acciones y si se comienza con el lenguaje, constituye un gran avance. Otros reaccionan con respuestas negativas hacia el movimiento, quizá porque pudiera implicar una vulneración al privilegio que han ostentado culturalmente.


Al trascender las normas de conducta “aceptadas” socialmente, nos adentramos a una posible transición que comience a transformar la raíz del problema y produzca rupturas en la edificación de esas relaciones. La incertidumbre es por que se está desafiando la estructura del pasado y a aquellos conocimientos que les permite desenvolverse en sociedad, aún cuando sean violentos.


Necesitamos cambios estructurales y adentrarnos al inicio de una etapa diferente. Este ocho y nueve de marzo pudieran ser históricos y las dimensiones que ello pudiera tener aún no se disciernen con claridad. Es prematuro para un balance. Por lo pronto ya se abrió la discusión y no habrá marcha atrás, a pesar del oportunismo de grupos políticos y a pesar del inicio de la venta de boletos del avión presidencial para desviar la atención, programado casualmente el nueve el que ninguna se mueve. Son cambios inesperados que, de consolidarse, pudieran ser el inicio de una nueva era social feminista.

Por: Flor María Yáñez Álvarez

El Paro Nacional #UnDíaSinNosotras del nueve de marzo, no sólo representa un movimiento por el hartazgo de las mujeres frente a la violencia de género que las ha socavado de las formas más perversas, sino significa una sacudida a la estructura de las relaciones de poder asimétricas que la ha permitido y justificado. Un día sin mujeres pretende exhibir las consecuencias de lo que ocurriría si no existiéramos y que, de no ser visibilizadas en nuestros derechos, acarrearía severas consecuencias; pero podría ir más allá de eso.


Las mujeres se están erigiendo en dignidad para sumarse a la protesta, mostrar su enojo y expresar que no hay vuelta atrás en la lucha por erradicar la violencia y lograr la equidad a cualquier costo. Respecto a las marchas realizadas en años pasados, no se enviaban a policías por creerlas “incapaces” de reaccionar de otra manera distinta a la esperada por su género, pero ahora que salieron a las calles a expresar su cansancio ante la injusticia, se les juzgó de violentas sin atender la profundidad del problema que originó esa compleja dinámica social, por la violencia que padecemos sólo por ser mujeres, deslegitimando la causa.


Ante reacciones desconocidas, surge la incertidumbre. Muchos hombres comienzan a mostrar comentarios de solidaridad, pero también se muestran confundidos respecto al papel que debieran tomar: quiero apoyar, pero ¿qué hago? ¿cómo le hago? (es confuso para varias mujeres también). La interacción de los hombres con las mujeres comienza a cambiar, incluso cuidando las palabras para no “agredirnos”; los cambios inician también con pequeñas acciones y si se comienza con el lenguaje, constituye un gran avance. Otros reaccionan con respuestas negativas hacia el movimiento, quizá porque pudiera implicar una vulneración al privilegio que han ostentado culturalmente.


Al trascender las normas de conducta “aceptadas” socialmente, nos adentramos a una posible transición que comience a transformar la raíz del problema y produzca rupturas en la edificación de esas relaciones. La incertidumbre es por que se está desafiando la estructura del pasado y a aquellos conocimientos que les permite desenvolverse en sociedad, aún cuando sean violentos.


Necesitamos cambios estructurales y adentrarnos al inicio de una etapa diferente. Este ocho y nueve de marzo pudieran ser históricos y las dimensiones que ello pudiera tener aún no se disciernen con claridad. Es prematuro para un balance. Por lo pronto ya se abrió la discusión y no habrá marcha atrás, a pesar del oportunismo de grupos políticos y a pesar del inicio de la venta de boletos del avión presidencial para desviar la atención, programado casualmente el nueve el que ninguna se mueve. Son cambios inesperados que, de consolidarse, pudieran ser el inicio de una nueva era social feminista.