/ viernes 17 de noviembre de 2017

Hasta dónde hemos llegado

A quienes entienden la política como una actividad superior del hombre para beneficio de su comunidad y mejorar sus condiciones de vida, indigna y reprueban los recientes vodeviles parlamentarios que degradan la cosa pública, rompen la institucionalidad republicana y exhiben la miseria intelectual y moral de algunos actores políticos, en especial de los legisladores que olvidan que representan al pueblo.

Al inicio del actual periodo de sesiones de esta legislatura, se sustituyó el dialogo, el debate, la discusión “el parlar” que constituye la esencia de un parlamento, por la toma de tribuna obstaculizando la instalación de la mesa directiva de la Cámara de Diputados, a fin de presionar e imponer una posición política a falta de capacidad para construir una mayoría parlamentaria.

En días pasados en la discusión del Presupuesto de Egresos de la Federación, un legislador incapaz de ganar el debate y desde luego una votación favorable a sus puntos de vista, perdió toda mesura y recurrió al insulto, al agravio, a la calumnia y la repuesta cavernaria de algunas diputadas, todavía más lamentable y condenable, fue intentar acallarlo y agraviarlo coreándole un impropio grito futbolero, que mereció una condena por parte de Conapred por ser altamente discriminatorio. Ante esto último, insultando la inteligencia se afirmó que el calificativo contra su compañero legislador fue otro igual o más ofensivo.

Un episodio igualmente reprobable es lo que ha estado sucediendo en los últimos días en la Asamblea Legislativa de la Ciudad de México, que no ha podido sesionar como consecuencia de un altercado que se dirimió a golpes, jalones de cabellos y mordidas teniendo nuevamente como actores centrales a diversas legisladoras. El conflicto llevo a otro grupo parlamentario a pedir la destitución de la presidenta de la mesa directiva, lo cual se llevó cabo, y ahora los inconformes han impedido las sesiones con tomas de tribuna, así como, cortando los cables de sonido, para finalmente llegar al extremo de volverlo un tema penal.

Hemos afirmado que para que exista democracia se requieren demócratas y es lo que hace falta. En un órgano colegiado como lo son los Congresos, en donde las discusiones se ganan con argumentos y votos, su integración es importante para las votaciones pero muchas veces hemos testimoniado la construcción de acuerdos y de mayorías parlamentarias entre bancadas de distintas ideologías, en un marco de respeto mutuo. También hemos presenciado como tribunos ganaban las discusiones y perdían las votaciones y todos convivían en un contexto de respeto a sí mismo y a sus pares.

Adicionalmente deseo compartir con los lectores mi preocupación por el inicio de la guerra sucia entre los adversarios políticos que habrán de contender el año próximo en el más grande y complejo proceso electoral en el que se disputaran más de tres mil puestos de elección federal, desde el ejecutivo federal, diputados, senadores, nueve gubernaturas, legislaturas locales, presidencias municipales y hasta por primera vez, los alcaldes de la CdMx.

Los indicios nos indican que nuevamente se suplirá el argumento por la injuria. El denuesto, la descalificación, el insulto, la calumnia, la infamia hasta niveles escatológicos caracterizaran la lucha electoral. La batalla mediática que presenciamos así lo indica.

Los mexicanos repudiamos estas prácticas inicuas, queremos escuchar propuestas, opciones de atención y solución de los grandes problemas nacionales. El inmenso repudio al sistema partidario, a los partidos políticos todos, al sistema representativo, tiene en ello su explicación primera. Es hora de dignificar la política.

A quienes entienden la política como una actividad superior del hombre para beneficio de su comunidad y mejorar sus condiciones de vida, indigna y reprueban los recientes vodeviles parlamentarios que degradan la cosa pública, rompen la institucionalidad republicana y exhiben la miseria intelectual y moral de algunos actores políticos, en especial de los legisladores que olvidan que representan al pueblo.

Al inicio del actual periodo de sesiones de esta legislatura, se sustituyó el dialogo, el debate, la discusión “el parlar” que constituye la esencia de un parlamento, por la toma de tribuna obstaculizando la instalación de la mesa directiva de la Cámara de Diputados, a fin de presionar e imponer una posición política a falta de capacidad para construir una mayoría parlamentaria.

En días pasados en la discusión del Presupuesto de Egresos de la Federación, un legislador incapaz de ganar el debate y desde luego una votación favorable a sus puntos de vista, perdió toda mesura y recurrió al insulto, al agravio, a la calumnia y la repuesta cavernaria de algunas diputadas, todavía más lamentable y condenable, fue intentar acallarlo y agraviarlo coreándole un impropio grito futbolero, que mereció una condena por parte de Conapred por ser altamente discriminatorio. Ante esto último, insultando la inteligencia se afirmó que el calificativo contra su compañero legislador fue otro igual o más ofensivo.

Un episodio igualmente reprobable es lo que ha estado sucediendo en los últimos días en la Asamblea Legislativa de la Ciudad de México, que no ha podido sesionar como consecuencia de un altercado que se dirimió a golpes, jalones de cabellos y mordidas teniendo nuevamente como actores centrales a diversas legisladoras. El conflicto llevo a otro grupo parlamentario a pedir la destitución de la presidenta de la mesa directiva, lo cual se llevó cabo, y ahora los inconformes han impedido las sesiones con tomas de tribuna, así como, cortando los cables de sonido, para finalmente llegar al extremo de volverlo un tema penal.

Hemos afirmado que para que exista democracia se requieren demócratas y es lo que hace falta. En un órgano colegiado como lo son los Congresos, en donde las discusiones se ganan con argumentos y votos, su integración es importante para las votaciones pero muchas veces hemos testimoniado la construcción de acuerdos y de mayorías parlamentarias entre bancadas de distintas ideologías, en un marco de respeto mutuo. También hemos presenciado como tribunos ganaban las discusiones y perdían las votaciones y todos convivían en un contexto de respeto a sí mismo y a sus pares.

Adicionalmente deseo compartir con los lectores mi preocupación por el inicio de la guerra sucia entre los adversarios políticos que habrán de contender el año próximo en el más grande y complejo proceso electoral en el que se disputaran más de tres mil puestos de elección federal, desde el ejecutivo federal, diputados, senadores, nueve gubernaturas, legislaturas locales, presidencias municipales y hasta por primera vez, los alcaldes de la CdMx.

Los indicios nos indican que nuevamente se suplirá el argumento por la injuria. El denuesto, la descalificación, el insulto, la calumnia, la infamia hasta niveles escatológicos caracterizaran la lucha electoral. La batalla mediática que presenciamos así lo indica.

Los mexicanos repudiamos estas prácticas inicuas, queremos escuchar propuestas, opciones de atención y solución de los grandes problemas nacionales. El inmenso repudio al sistema partidario, a los partidos políticos todos, al sistema representativo, tiene en ello su explicación primera. Es hora de dignificar la política.