/ lunes 10 de junio de 2019

Hecho en México, la solución

La dura lección ha llegado: comprometer el crecimiento y desarrollo de México a la economía de Estados Unidos tiene un costo elevado: el país queda expuesto a las presiones externas.

Gracias al acuerdo del 7 de junio, las exportaciones mexicanas quedarán libres de aranceles. A cambio, México tendrá que reforzar su vigilancia en el sur del país para frenar la inmigración ilegal al mismo tiempo que se convertirá en el lugar de espera para los ciudadanos de naciones centroamericanas que soliciten asilo en EU.

Sin lugar a duda que los beneficios son mayores si se compara con la afectación que México habría enfrentado en caso de que se impusieran aranceles de hasta 25 por ciento. Aun así habrá un costo que pagar: el gobierno mexicano deberá establecer un enorme operativo para contener la inmigración ilegal.

A pesar del acuerdo migratorio-comercial se debe ser consiente que las presiones sobre México continuarán porque se enfrenta un cambio de época. Donald Trump instrumenta un cambio geoestratégico que tiene como objetivo recapturar parte de los procesos productivos, de innovación y financieros que salieron de su país. Hoy, como no se veía en décadas, está vigente la aseveración: “Estados Unidos no tiene amigos, sino intereses”.

México, al ser el principal socio de EU, debe considerar que eso implicará un cambio sustancial en la relación construida bajo el TLCAN: ya no existe el libre comercio, aun antes de la entrada en vigor del T-MEC lo que hay es un comercio internacional administrado.

El Gobierno de México debe incorporar este hecho a sus estrategias: para enfrentar la nueva realidad, se debe retomar el camino del fomento a lo Hecho en México y del fortalecimiento productivo del mercado interno, es la única vía a corto plazo para garantizar mayor estabilidad y crecimiento de la economía: sin crecimiento económico interno ¿Cómo se evitarán las presiones externas?

Hay tres errores históricos a corregir: la apertura económica que sacrificó el desarrollo de la industria, la ausencia de una política industrial que acompañó a los esquemas detractores del fomento al contenido nacional y la monoglobalización (depender de una sola economía).

Es necesario para corregir el desbalance comercial, de servicios y renta. El único superávit relevante es con Estados Unidos: en 2018 fue por más de 142 mil millones de dólares (Banco de México). Lamentablemente el beneficio no es para el país, se utilizó para pagar el déficit de (-) 136 mil millones de dólares con Asia (76 mil millones tan sólo con China), y los acumulados con Europa y África.

México es un país estructuralmente deficitario, compra más de lo que vende y envía más renta de la que recibe: sin contar las remesas, en 2018 el déficit superó los (-) 54 mil millones de dólares, más de 4 por ciento como proporción del PIB. Independientemente de ello se debe reconocer que, gracias al acuerdo, México ganó tiempo, ahora lo importante es ¿Cómo lo va a utilizar?

La única alternativa viable y significativa es el mercado interno y dentro de ello el gasto público. Sólo el fomento del contenido nacional, de lo Hecho en México, permitirá que el país superé la desaceleración económica, las presiones de Estados Unidos y las fricciones con algunos grupos financieros.

La dura lección ha llegado: comprometer el crecimiento y desarrollo de México a la economía de Estados Unidos tiene un costo elevado: el país queda expuesto a las presiones externas.

Gracias al acuerdo del 7 de junio, las exportaciones mexicanas quedarán libres de aranceles. A cambio, México tendrá que reforzar su vigilancia en el sur del país para frenar la inmigración ilegal al mismo tiempo que se convertirá en el lugar de espera para los ciudadanos de naciones centroamericanas que soliciten asilo en EU.

Sin lugar a duda que los beneficios son mayores si se compara con la afectación que México habría enfrentado en caso de que se impusieran aranceles de hasta 25 por ciento. Aun así habrá un costo que pagar: el gobierno mexicano deberá establecer un enorme operativo para contener la inmigración ilegal.

A pesar del acuerdo migratorio-comercial se debe ser consiente que las presiones sobre México continuarán porque se enfrenta un cambio de época. Donald Trump instrumenta un cambio geoestratégico que tiene como objetivo recapturar parte de los procesos productivos, de innovación y financieros que salieron de su país. Hoy, como no se veía en décadas, está vigente la aseveración: “Estados Unidos no tiene amigos, sino intereses”.

México, al ser el principal socio de EU, debe considerar que eso implicará un cambio sustancial en la relación construida bajo el TLCAN: ya no existe el libre comercio, aun antes de la entrada en vigor del T-MEC lo que hay es un comercio internacional administrado.

El Gobierno de México debe incorporar este hecho a sus estrategias: para enfrentar la nueva realidad, se debe retomar el camino del fomento a lo Hecho en México y del fortalecimiento productivo del mercado interno, es la única vía a corto plazo para garantizar mayor estabilidad y crecimiento de la economía: sin crecimiento económico interno ¿Cómo se evitarán las presiones externas?

Hay tres errores históricos a corregir: la apertura económica que sacrificó el desarrollo de la industria, la ausencia de una política industrial que acompañó a los esquemas detractores del fomento al contenido nacional y la monoglobalización (depender de una sola economía).

Es necesario para corregir el desbalance comercial, de servicios y renta. El único superávit relevante es con Estados Unidos: en 2018 fue por más de 142 mil millones de dólares (Banco de México). Lamentablemente el beneficio no es para el país, se utilizó para pagar el déficit de (-) 136 mil millones de dólares con Asia (76 mil millones tan sólo con China), y los acumulados con Europa y África.

México es un país estructuralmente deficitario, compra más de lo que vende y envía más renta de la que recibe: sin contar las remesas, en 2018 el déficit superó los (-) 54 mil millones de dólares, más de 4 por ciento como proporción del PIB. Independientemente de ello se debe reconocer que, gracias al acuerdo, México ganó tiempo, ahora lo importante es ¿Cómo lo va a utilizar?

La única alternativa viable y significativa es el mercado interno y dentro de ello el gasto público. Sólo el fomento del contenido nacional, de lo Hecho en México, permitirá que el país superé la desaceleración económica, las presiones de Estados Unidos y las fricciones con algunos grupos financieros.