/ sábado 23 de octubre de 2021

Hijos del maíz

“…habían descubierto una hermosa tierra, llena de deleites, abundante en mazorcas amarillas y mazorcas blancas.”

Popol Vuh


Uno de los mitos cósmicos mesoamericanos más antiguos es el de la invención del maíz tonacáyotl, “nuestro sustento”, ese alimento (comido por los propios dioses) que Quetzalcóatl puso en los labios de la primera mujer y del primer hombre “para que se hicieran fuertes”. Así, desde las historias fundacionales hasta nuestros días, el maíz, cereal americano por antonomasia, ha sido un elemento central en la alimentación y la cultura de nuestro continente.

Entre el ruido y polvo levantado por un grupo que, desde el poder, pretende reescribir la historia y sustituir símbolos, entre las discusiones por estatuas y los pleitos por exigir disculpas por la Conquista a países que entonces ni siquiera existían, ha pasado desapercibida una lucha real donde está en juego el destino de ese elemento tan venerado por los antiguos mexicanos, que nos dio origen y nos ha dado sustento: el maíz.

Apenas el 13 de octubre, la Suprema Corte de Justicia de la Nación ofreció una resolución importante en torno a la defensa del maíz nativo al rechazar todos los amparos presentados por gigantes agroindustriales como Monsanto Bayer y Syngenta. Es la primera vez que la Suprema Corte se pronuncia en esta batalla legal emprendida, desde hace ocho años, por una coalición de ambientalistas y organizaciones campesinas en contra de algunas de las empresas más poderosas del mundo cuyo deseo es sembrar maíz transgénico en México.

Esta acción vuelve a darnos buenas sensaciones pues demuestra que hay una especie de temple en casos que involucran a las empresas transnacionales. Es muy importante que, ante esos “Goliat” de los alimentos transgénicos, se escuchen a los muchos y solidarios “David” que defienden la preservación de la variedad de nuestro maíz, que incluso beneficia a las abejas, tan lastimadas en los últimos años por sustancias como el glifosato, un herbicida en la mira de la Organización Mundial de la Salud.

Procurar al maíz nativo también es preocuparse por su entorno y, hasta cierto punto, es una responsabilidad social que debe considerarse antropológica. Una bella muestra de ello es el Popol Vuh, el libro sagrado de los mayas. En él aparece descrita la duda de los dioses en el momento en que tenían que “armar” a los primeros hombres en la tierra. Habían fracasado en sus primeros intentos: hombres de barro, y de madera.

Cuatro animales (el gato, el cuervo, el coyote y la cotorra) les brindaron ayuda y señalaron que en una región era abundante el maíz blanco y amarillo. Si el maíz borra el hambre, la duda divina tenía que disiparse también: los dioses aprovecharon los elementos del entorno y crearon a los seres humanos de maíz.

No podemos negar la importancia cultural de nuestros alimentos ancestrales, máxime si su defensa contribuye a mantener en forma la diversidad del maíz nativo, ese del que somos hijos. No perdamos de vista este tema que involucra la aplicación de la ley en torno a la salud de este país tan lleno de deleites.

“…habían descubierto una hermosa tierra, llena de deleites, abundante en mazorcas amarillas y mazorcas blancas.”

Popol Vuh


Uno de los mitos cósmicos mesoamericanos más antiguos es el de la invención del maíz tonacáyotl, “nuestro sustento”, ese alimento (comido por los propios dioses) que Quetzalcóatl puso en los labios de la primera mujer y del primer hombre “para que se hicieran fuertes”. Así, desde las historias fundacionales hasta nuestros días, el maíz, cereal americano por antonomasia, ha sido un elemento central en la alimentación y la cultura de nuestro continente.

Entre el ruido y polvo levantado por un grupo que, desde el poder, pretende reescribir la historia y sustituir símbolos, entre las discusiones por estatuas y los pleitos por exigir disculpas por la Conquista a países que entonces ni siquiera existían, ha pasado desapercibida una lucha real donde está en juego el destino de ese elemento tan venerado por los antiguos mexicanos, que nos dio origen y nos ha dado sustento: el maíz.

Apenas el 13 de octubre, la Suprema Corte de Justicia de la Nación ofreció una resolución importante en torno a la defensa del maíz nativo al rechazar todos los amparos presentados por gigantes agroindustriales como Monsanto Bayer y Syngenta. Es la primera vez que la Suprema Corte se pronuncia en esta batalla legal emprendida, desde hace ocho años, por una coalición de ambientalistas y organizaciones campesinas en contra de algunas de las empresas más poderosas del mundo cuyo deseo es sembrar maíz transgénico en México.

Esta acción vuelve a darnos buenas sensaciones pues demuestra que hay una especie de temple en casos que involucran a las empresas transnacionales. Es muy importante que, ante esos “Goliat” de los alimentos transgénicos, se escuchen a los muchos y solidarios “David” que defienden la preservación de la variedad de nuestro maíz, que incluso beneficia a las abejas, tan lastimadas en los últimos años por sustancias como el glifosato, un herbicida en la mira de la Organización Mundial de la Salud.

Procurar al maíz nativo también es preocuparse por su entorno y, hasta cierto punto, es una responsabilidad social que debe considerarse antropológica. Una bella muestra de ello es el Popol Vuh, el libro sagrado de los mayas. En él aparece descrita la duda de los dioses en el momento en que tenían que “armar” a los primeros hombres en la tierra. Habían fracasado en sus primeros intentos: hombres de barro, y de madera.

Cuatro animales (el gato, el cuervo, el coyote y la cotorra) les brindaron ayuda y señalaron que en una región era abundante el maíz blanco y amarillo. Si el maíz borra el hambre, la duda divina tenía que disiparse también: los dioses aprovecharon los elementos del entorno y crearon a los seres humanos de maíz.

No podemos negar la importancia cultural de nuestros alimentos ancestrales, máxime si su defensa contribuye a mantener en forma la diversidad del maíz nativo, ese del que somos hijos. No perdamos de vista este tema que involucra la aplicación de la ley en torno a la salud de este país tan lleno de deleites.

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