/ miércoles 29 de junio de 2022

Hipocresía progre

Me llamó poderosamente la atención un artículo que el Secretario de Gobierno de la Ciudad de México publicó este lunes en el periódico El Financiero, “El PAN: la marca del retroceso”. En el texto, Martí Batres cuestiona que el PAN “se cura en salud”, tratando de enarbolar banderas progresistas cuando sus votaciones demuestran lo contrario. Claro, lo escribe desde su perspectiva de progresismo y no desde el cargo que ocupa.

Hasta cierto punto, si uno es pro interrupción legal del embarazo, pro matrimonio igualitario, entre otras agendas, a menudo se topará con pared en los dos partidos más antiguos de México. Sin embargo, el progresismo puede significar mucho más que el enfoque a derechos humanos de cuarta y quinta generación.

Desde mi punto de vista, como promotor de una agenda pro peatones, sufro mucho con una estructuración de las políticas públicas cuidando siempre el espacio del automóvil, como sucede en todo el país, sin que la Ciudad de México sea la excepción. No puedo aceptar que un gobierno se llame progresista y haga un paso elevado en una zona patrimonial, o que presuma el éxito de las “fotocívicas” cuando es evidente que ha subido la mortalidad por incidentes de tránsito. Sin embargo, el punto no es MI progresismo versus TU progresismo.

Cada partido tiene sus prioridades, sus ideales, su visión de futuro. Habrá temas compatibles y temas incompatibles entre ellos. También hay temas estáticos y temas que se modifican con el tiempo. Tengo gran afinidad con Acción Nacional, milité, fui candidato en 2003, he tachado su emblema más veces que los demás, incluido Morena. No obstante, las diferencias me mantienen del lado ciudadano.

En cualquier caso, todos los actores somos parte de una conversación. Esto es algo que un Secretario de Gobierno debe saber y asumir. Batres apareció en una ceremonia religiosa, disfrazada de concierto, en el Palacio de Bellas Artes, al lado de Naasón Joaquín. Él ha negado todo vínculo con La Luz del Mundo y, por supuesto, que supiera los antecedentes pederastas del líder religioso. Le creo. No obstante, si estaba allí no era por “progresista”, sino porque le interesaba la capacidad de influencia de una religión y su líder. ¿Quién es el que se cura en salud acusando a los otros?

A Batres le molesta que “algunas figuras del panismo trataron de hacer muy ostensible su presencia en el Día del Orgullo Gay”. Sin embargo, si alguien hizo ostensible su presencia llegando tarde para dar arranque al desfile fue su propia jefa.

La postura del Secretario de Gobierno muestra dos actitudes absolutamente opuestas a lo que uno supondría como progreso: la posibilidad de que las posiciones políticas evolucionen, pero lo más grave, la apertura a la diferencia.

En el PAN de la Ciudad de México veo una muy positiva transformación; sobre todo, veo jóvenes que están dispuestas y dispuestos a cambiar y ampliar la conversación. No es un tema de liderazgos encumbrados, es algo que ha permeado en una generación y en un grupo político. Esto es deseable en todos los partidos. Censurar los cambios de los adversarios es contrario a la buena política y, por tanto, es lo opuesto a lo que corresponde a un secretario de Gobierno.


Me llamó poderosamente la atención un artículo que el Secretario de Gobierno de la Ciudad de México publicó este lunes en el periódico El Financiero, “El PAN: la marca del retroceso”. En el texto, Martí Batres cuestiona que el PAN “se cura en salud”, tratando de enarbolar banderas progresistas cuando sus votaciones demuestran lo contrario. Claro, lo escribe desde su perspectiva de progresismo y no desde el cargo que ocupa.

Hasta cierto punto, si uno es pro interrupción legal del embarazo, pro matrimonio igualitario, entre otras agendas, a menudo se topará con pared en los dos partidos más antiguos de México. Sin embargo, el progresismo puede significar mucho más que el enfoque a derechos humanos de cuarta y quinta generación.

Desde mi punto de vista, como promotor de una agenda pro peatones, sufro mucho con una estructuración de las políticas públicas cuidando siempre el espacio del automóvil, como sucede en todo el país, sin que la Ciudad de México sea la excepción. No puedo aceptar que un gobierno se llame progresista y haga un paso elevado en una zona patrimonial, o que presuma el éxito de las “fotocívicas” cuando es evidente que ha subido la mortalidad por incidentes de tránsito. Sin embargo, el punto no es MI progresismo versus TU progresismo.

Cada partido tiene sus prioridades, sus ideales, su visión de futuro. Habrá temas compatibles y temas incompatibles entre ellos. También hay temas estáticos y temas que se modifican con el tiempo. Tengo gran afinidad con Acción Nacional, milité, fui candidato en 2003, he tachado su emblema más veces que los demás, incluido Morena. No obstante, las diferencias me mantienen del lado ciudadano.

En cualquier caso, todos los actores somos parte de una conversación. Esto es algo que un Secretario de Gobierno debe saber y asumir. Batres apareció en una ceremonia religiosa, disfrazada de concierto, en el Palacio de Bellas Artes, al lado de Naasón Joaquín. Él ha negado todo vínculo con La Luz del Mundo y, por supuesto, que supiera los antecedentes pederastas del líder religioso. Le creo. No obstante, si estaba allí no era por “progresista”, sino porque le interesaba la capacidad de influencia de una religión y su líder. ¿Quién es el que se cura en salud acusando a los otros?

A Batres le molesta que “algunas figuras del panismo trataron de hacer muy ostensible su presencia en el Día del Orgullo Gay”. Sin embargo, si alguien hizo ostensible su presencia llegando tarde para dar arranque al desfile fue su propia jefa.

La postura del Secretario de Gobierno muestra dos actitudes absolutamente opuestas a lo que uno supondría como progreso: la posibilidad de que las posiciones políticas evolucionen, pero lo más grave, la apertura a la diferencia.

En el PAN de la Ciudad de México veo una muy positiva transformación; sobre todo, veo jóvenes que están dispuestas y dispuestos a cambiar y ampliar la conversación. No es un tema de liderazgos encumbrados, es algo que ha permeado en una generación y en un grupo político. Esto es deseable en todos los partidos. Censurar los cambios de los adversarios es contrario a la buena política y, por tanto, es lo opuesto a lo que corresponde a un secretario de Gobierno.


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