/ jueves 30 de julio de 2020

Historia y misticismo del cubrebocas

Ante lo inédito de los tiempos que nos ha tocado vivir en este 2020, haciendo frente a una contingencia sanitaria derivada de un virus de presencia global, que se ha traducido en pandemia y que para enfrentarlo y sobre todo prevenirlo, necesitamos usar cubrebocas, hay momentos en que para entender más a fondo la importancia de la utilización de ese artefacto, resulta útil dar un vistazo a la historia, para entender su trascendencia, viendo tragedias que se pudieron evitar en el pasado con su solo uso.


En este 2020, nos encontramos próximos a que se cumplan los 100 años desde que se dio el descubrimiento de la tumba del faraón del antiguo Egipto, Tutankamón, algo que ocurrió en 1922, con una expedición arqueológica que encabezó el egiptólogo británico Howard Carter y que fue patrocinada por el inversionista y mecenas británico, George Herbert de Carnarvon a quien se le conoce mejor como Lord Carnarvon.


En la ya muy lejana historia de aquella civilización que tanto era de arquitectura y ciencia, como de misticismo, jeroglíficos y pirámides, Tutankamón fue un faraón de la Dinastía XVIII de Egipto, cuyo reinado transcurrió entre los años 1336 y 1327 antes de Cristo.


Cuenta la historia que Tutankamón fue el último faraón de sangre real de su dinastía, ejerciendo su reinado a una muy temprana edad, concretamente entre los 9 y los 18 años, por lo que los egiptólogos han señalado que el poder en aquel tiempo, en realidad fue ejercido detrás del trono por ‘Ay’, quien fue el penúltimo faraón de la XVIII Dinastía y ‘Horemheb’, a quien tocó ser el último soberano de tal linaje, sin que ninguno de los dos tuviera sangre de la realeza egipcia, a diferencia de quien fue su predecesor.


Lo que hizo que el descubrimiento de la tumba de tan joven soberano cobrara gran relevancia histórica y artística, fue debido a que fue encontrada prácticamente intacta en la región del Valle de los Reyes, en el desierto egipcio. Eso fue algo destacado, ya que, para entonces, prácticamente todos los entierros reales que habían sido encontrados, ya estaban saqueados y muy poco quedaba de los tesoros con que los faraones habían sido enterrados.


Entre leyendas, atribuyen que la tumba prácticamente no hubiera sido saqueada a una maldición que habrían dejado hace más de tres mil años a quien osara profanar tal sepulcro, que fue descubierto el 4 de noviembre de 1922, conservando la mayor parte del ajuar funerario del joven monarca.


Entre los tesoros que fueron encontrados en la última morada de los restos de Tutankamón, se documentaron 5,397 objetos, entre los que se incluía la célebre máscara funeraria del rey, hecha enteramente de oro, con incrustaciones de piedras preciosas, siendo un descubrimiento que dio otra dimensión al estudio del Antiguo Egipto, pero que fue también motivo de polémica por una serie de muertes ocurridas al tiempo que avanzaba la excavación, una de ellas fue la del patrocinador, Lord Carnarvon y su hermano, además de Archibald Douglas Reid, quien tomó las primeras fotografías de la momia.


Curiosamente, el principal responsable del descubrimiento, Howard Carter, murió hasta 1939, de causas naturales y no asociadas a maldición alguna.


Fue tras largos años de estudios y todo tipo de especulaciones, científicos como el microbiólogo español, Raúl Rivas, sugirieron que la causa de buena parte de las muertes asociadas al descubrimiento, pudo ser la exposición a microorganismos que se habrían anidado durante miles de años, con esporas que pueden hacer daño incluso después de siglos.


Ante tal idea, es muy probable que la famosa maldición de Tutankamón, se hubiera podido evitar con medidas de protección como las que hoy nos señalan como necesarias para hacer frente al coronavirus, empezando por el uso del cubrebocas, a lo que bien se le pudo añadir el uso de gogles y careta de acrílico.


La historia nos trae sorpresas y experiencias que ayudan a apreciar aquello de lo que hoy disponemos y que bien puede salvarnos la vida. Usemos cubrebocas.






FB: YolandaDeLaTorreV

@Yoladelatorre

Ante lo inédito de los tiempos que nos ha tocado vivir en este 2020, haciendo frente a una contingencia sanitaria derivada de un virus de presencia global, que se ha traducido en pandemia y que para enfrentarlo y sobre todo prevenirlo, necesitamos usar cubrebocas, hay momentos en que para entender más a fondo la importancia de la utilización de ese artefacto, resulta útil dar un vistazo a la historia, para entender su trascendencia, viendo tragedias que se pudieron evitar en el pasado con su solo uso.


En este 2020, nos encontramos próximos a que se cumplan los 100 años desde que se dio el descubrimiento de la tumba del faraón del antiguo Egipto, Tutankamón, algo que ocurrió en 1922, con una expedición arqueológica que encabezó el egiptólogo británico Howard Carter y que fue patrocinada por el inversionista y mecenas británico, George Herbert de Carnarvon a quien se le conoce mejor como Lord Carnarvon.


En la ya muy lejana historia de aquella civilización que tanto era de arquitectura y ciencia, como de misticismo, jeroglíficos y pirámides, Tutankamón fue un faraón de la Dinastía XVIII de Egipto, cuyo reinado transcurrió entre los años 1336 y 1327 antes de Cristo.


Cuenta la historia que Tutankamón fue el último faraón de sangre real de su dinastía, ejerciendo su reinado a una muy temprana edad, concretamente entre los 9 y los 18 años, por lo que los egiptólogos han señalado que el poder en aquel tiempo, en realidad fue ejercido detrás del trono por ‘Ay’, quien fue el penúltimo faraón de la XVIII Dinastía y ‘Horemheb’, a quien tocó ser el último soberano de tal linaje, sin que ninguno de los dos tuviera sangre de la realeza egipcia, a diferencia de quien fue su predecesor.


Lo que hizo que el descubrimiento de la tumba de tan joven soberano cobrara gran relevancia histórica y artística, fue debido a que fue encontrada prácticamente intacta en la región del Valle de los Reyes, en el desierto egipcio. Eso fue algo destacado, ya que, para entonces, prácticamente todos los entierros reales que habían sido encontrados, ya estaban saqueados y muy poco quedaba de los tesoros con que los faraones habían sido enterrados.


Entre leyendas, atribuyen que la tumba prácticamente no hubiera sido saqueada a una maldición que habrían dejado hace más de tres mil años a quien osara profanar tal sepulcro, que fue descubierto el 4 de noviembre de 1922, conservando la mayor parte del ajuar funerario del joven monarca.


Entre los tesoros que fueron encontrados en la última morada de los restos de Tutankamón, se documentaron 5,397 objetos, entre los que se incluía la célebre máscara funeraria del rey, hecha enteramente de oro, con incrustaciones de piedras preciosas, siendo un descubrimiento que dio otra dimensión al estudio del Antiguo Egipto, pero que fue también motivo de polémica por una serie de muertes ocurridas al tiempo que avanzaba la excavación, una de ellas fue la del patrocinador, Lord Carnarvon y su hermano, además de Archibald Douglas Reid, quien tomó las primeras fotografías de la momia.


Curiosamente, el principal responsable del descubrimiento, Howard Carter, murió hasta 1939, de causas naturales y no asociadas a maldición alguna.


Fue tras largos años de estudios y todo tipo de especulaciones, científicos como el microbiólogo español, Raúl Rivas, sugirieron que la causa de buena parte de las muertes asociadas al descubrimiento, pudo ser la exposición a microorganismos que se habrían anidado durante miles de años, con esporas que pueden hacer daño incluso después de siglos.


Ante tal idea, es muy probable que la famosa maldición de Tutankamón, se hubiera podido evitar con medidas de protección como las que hoy nos señalan como necesarias para hacer frente al coronavirus, empezando por el uso del cubrebocas, a lo que bien se le pudo añadir el uso de gogles y careta de acrílico.


La historia nos trae sorpresas y experiencias que ayudan a apreciar aquello de lo que hoy disponemos y que bien puede salvarnos la vida. Usemos cubrebocas.






FB: YolandaDeLaTorreV

@Yoladelatorre