/ viernes 22 de julio de 2022

Hojas de papel volando | Espacio sideral, estrellas, estrellitas y asteroides

Son impresionantes. Son como un sueño onírico que forma parte del infinito sideral. Son lo que existe pero que no sabíamos de su presencia o su forma; acaso les imaginábamos. Son galaxias, estrellas, nebulosas, planetas nacientes y decrecientes. Luces maravillosas de colores insospechados. Todo ahí, en armonía divina…

Y uno se imagina cómo se verá la Tierra desde aquellas galaxias, si es que se nos percibe en ese cúmulo de vida. Acaso como un granito de polvo-mínimo-pequeño-casi insignificante. ¿Así se nos ve desde allá tan lejos como años luz, en donde hay vida?

Y todo esto porque apenas el 12 de julio la NASA y sus agencias espaciales asociadas revelaron una serie de imágenes sorprendentes… Maravillosas. Ahí, según nos dicen, está la Nebulosa de Carina, en nuestra Vía Láctea. Y un conjunto de galaxias mucho más lejanas. Y el Quinteto de Stephan, cinco galaxias, de las cuales cuatro interactúan y se estiran unas a otras con sus fuerzas gravitacionales.

Son el conjunto de galaxias SMACS 0723 que incluye miles de galaxias, incluidos los objetos más tenues jamás observados en infrarrojo. La luz de las galaxias más débiles y distantes en esta imagen tiene unos 13 mil 100 millones de años de antigüedad. (¡Gulp!)

Todo ello tomado por el Telescopio Espacial James Webb, el observatorio espacial más grande y potente construido hasta hoy.

Y ahí está la imagen de la Nebulosa del Anillo del Sur, una estrella moribunda que expulsa gas y polvo, en órbita con una estrella más joven y otros objetos más tenues jamás observados en infrarrojo. La luz de las galaxias más débiles y distantes en esta imagen tiene unos 13 mil 100 millones de años de antigüedad –lo dice la ciencia-.

Este telescopio espacial es un súper observatorio desarrollado con la colaboración de veinte países, construido por la NASA, la Agencia Espacial Europea y la Agencia Espacial Canadiense. Uno de sus principales objetivos es observar algunos de los eventos y objetos más distantes del universo, como la formación de las primeras galaxias.

El telescopio despegó con éxito el 25 de diciembre de 2021 a bordo de un cohete Ariane 5 desde la Guayana Francesa y un mes más tarde llegó a su posición definitiva, en una órbita estable a aproximadamente 1.5 millones de kilómetros de la Tierra.

Todo producto de la creación humana, de su inteligencia puesta a disposición de la ciencia y el conocimiento. Para saber quiénes somos y en dónde estamos. Qué hay más allá de nuestra vida, de nuestras sensaciones, de nuestra imaginación… Poco a poco se va develando. Poco a poco lo que está allá, tan distante, nos muestra su grandiosidad y su armonía. Todo es un estado de armonía.

Durante siglos el ser humano ha querido descubrir lo que hay allá lejos de nuestro planeta. Qué lugar ocupamos en todo ese espacio en donde flotamos como esfera en movimiento sin fin.

Los antiguos griegos se devanaban la sesera para saber qué había allá; qué era esa u otra estrella lejana, por qué hay estrellas se preguntaban y estudiaban su movimiento. Veían a los astros con curiosidad e interrogación. Los antiguos mayas descubrieron ese movimiento, y el de la Tierra y sus ciclos vitales. Así diseñaron el calendario vital, en base a la observación del movimiento externo.

A lo largo de la historia, culturas y hombres sabios se dedicaron –y se dedican--- a indagar el misterio que esconde la lejanía. Algunos aseguran que hay vida inteligente en partes de ese universo conocido o desconocido. Pero lo que es cierto es que “el cielo” es parte de las incógnitas que el hombre ha querido develar para satisfacer su curiosidad, pero sobre todo para saber de nosotros y nuestra relación con ese universo-esos universos.

Las artes no podrían estar lejos de esa curiosidad. De hecho hay obras en distintas disciplinas del arte que expresan ese anhelo, pero también esa enorme imaginación. ¿Cómo se percibe a ese universo? ¿Cómo es imaginado? ¿Cómo puede crearse y recrearlo el artista?

Un ejemplo de ese cúmulo de imaginación, creación, arte supremo, es la obra del compositor inglés de origen sueco, Gustav Holst: “Los planetas”.

Es una suite en siete movimientos, en los que cada uno es uno de los planetas conocidos hasta la composición de la obra en 1916. Es una obra compuesta en base al interés místico del autor. Un interés que despertó la lectura de los símbolos emanados de los planetas y en cuya aurea se ubican los seres humanos, decía.

Así que la obra inicia con los apocalípticos y violentos acordes de Marte, el portador de la guerra; luego Mercurio, como mensajero alado; Venus, portador de la paz; Júpiter, la alegría; Neptuno el místico que acompaña a Saturno, el planeta de la vejez; y Urano, es el mago.

Y aunque parecía que con el tiempo esta obra de Holst pasaba desapercibida, retomó fuerzas en 1960 con la llegada del programa espacial de la NASA. Pero no sólo eso. La obra del compositor inglés influyó para la creación de obras de rock pesado-psicodélico.

Obras de rock como "Días del Futuro" o “El Sargento Peppers y el Club de la Banda de los Corazones Solitarios” de los Beatles; incluso algunas bandas de rock adaptaron partes de “Los Planetas” en sus obras. King Crimson: “Mars Bringer Of War”, en su suite “El Triángulo del Demonio” para su segundo álbum: "En la Estela de Poseidón". Y más.

Para Holst esta obra no era su mejor trabajo de composición, y no era su preferida. De hecho reprochaba que haya opacado al resto de su trabajo. Sobre todo aquellas obras en las que desgranaba su sentido místico basado en la filosofía oriental –para lo que estudio sánscrito--. Es de hecho uno de los compositores místicos más relevantes de esta corriente. Otros fueron el ruso Alexander Scriabin y el estadounidense Alan Hovhaness.

Gustavus Theodore von Holst, mejor conocido como Gustav Holst, nació en Cheltenham el 21 de septiembre de 1874. Estudió en el Royal College of Music, para continuarlos en Londres. En su niñez tuvo problemas de salud, la más importante fue una neuritis en la mano derecha que le impidió estudiar piano, como era su intención.

Sin embargo esto lo llevó a especializarse en su instrumento preferido, el trombón, y la composición musical. Sobre todo quería componer en base a motivos folclóricos de Inglaterra… pero también se sumergió en la religión hindú, que le apasionó toda su vida.

Y lo dicho, la suite “Los planetas” casi pasa desapercibida para la música clásica. Pero ya se sabe que la realidad puede superar las mismas expectativas. Así ocurrió que:

“El gran director de orquesta inglés Adrian Boult escuchó primero la versión para dos pianos de Los planetas, tocada por dos señoritas que eran asistentes de Holst en la Escuela de San Pablo, donde el compositor era maestro.

“Poco después, en el otoño de 1918 y en plena Primera Guerra Mundial, Holst se puso en contacto con Boult para hacerle una proposición. El compositor debía partir hacia Salónica, en donde participaría en los proyectos de educación del ejército británico. Sucedió entonces que Balfour Gardiner, un compositor, ofreció a Holst un interesante regalo de despedida: una orquesta sinfónica y un auditorio a su disposición durante toda la mañana de un domingo.

“Fue entonces que, para aprovechar al máximo el regalo, Holst se aproximó a Boult y le propuso que dirigiera la versión orquestal de Los planetas. Así, en la mañana del 29 de septiembre de 1918, con la Orquesta del Queen’s Hall dirigida por Adrian Boult se escuchó por primera vez Los planetas de Gustav Holst, para gran emoción del compositor y el deleite de muchos de los asistentes. Entre ellos se hallaban algunos miembros de la Sociedad Filarmónica Real, quienes invitaron a Boult a repetir la ejecución de la obra en uno de sus conciertos”.

Gustav Holst murió 25 de mayo 1934 en Londres, un año trágico para la música porque en el mismo murieron Edward Elgar y Frederick Delius.

La obra de Holst está acorde con las imágenes que el Telescopio James Webb nos regala. Son imágenes que nos recuerdan que la vida está aquí. Y allá. Que todo es armonía en el universo y que nosotros somos como chispitas de chocolate en un planeta azul que se llama Tierra y que es el planeta más querido no sólo porque es el que habitamos, sino que es el planeta que nos da vida, nos engrandece y nos enseña paso a paso que todos somos uno, iguales, y perennes.


Son impresionantes. Son como un sueño onírico que forma parte del infinito sideral. Son lo que existe pero que no sabíamos de su presencia o su forma; acaso les imaginábamos. Son galaxias, estrellas, nebulosas, planetas nacientes y decrecientes. Luces maravillosas de colores insospechados. Todo ahí, en armonía divina…

Y uno se imagina cómo se verá la Tierra desde aquellas galaxias, si es que se nos percibe en ese cúmulo de vida. Acaso como un granito de polvo-mínimo-pequeño-casi insignificante. ¿Así se nos ve desde allá tan lejos como años luz, en donde hay vida?

Y todo esto porque apenas el 12 de julio la NASA y sus agencias espaciales asociadas revelaron una serie de imágenes sorprendentes… Maravillosas. Ahí, según nos dicen, está la Nebulosa de Carina, en nuestra Vía Láctea. Y un conjunto de galaxias mucho más lejanas. Y el Quinteto de Stephan, cinco galaxias, de las cuales cuatro interactúan y se estiran unas a otras con sus fuerzas gravitacionales.

Son el conjunto de galaxias SMACS 0723 que incluye miles de galaxias, incluidos los objetos más tenues jamás observados en infrarrojo. La luz de las galaxias más débiles y distantes en esta imagen tiene unos 13 mil 100 millones de años de antigüedad. (¡Gulp!)

Todo ello tomado por el Telescopio Espacial James Webb, el observatorio espacial más grande y potente construido hasta hoy.

Y ahí está la imagen de la Nebulosa del Anillo del Sur, una estrella moribunda que expulsa gas y polvo, en órbita con una estrella más joven y otros objetos más tenues jamás observados en infrarrojo. La luz de las galaxias más débiles y distantes en esta imagen tiene unos 13 mil 100 millones de años de antigüedad –lo dice la ciencia-.

Este telescopio espacial es un súper observatorio desarrollado con la colaboración de veinte países, construido por la NASA, la Agencia Espacial Europea y la Agencia Espacial Canadiense. Uno de sus principales objetivos es observar algunos de los eventos y objetos más distantes del universo, como la formación de las primeras galaxias.

El telescopio despegó con éxito el 25 de diciembre de 2021 a bordo de un cohete Ariane 5 desde la Guayana Francesa y un mes más tarde llegó a su posición definitiva, en una órbita estable a aproximadamente 1.5 millones de kilómetros de la Tierra.

Todo producto de la creación humana, de su inteligencia puesta a disposición de la ciencia y el conocimiento. Para saber quiénes somos y en dónde estamos. Qué hay más allá de nuestra vida, de nuestras sensaciones, de nuestra imaginación… Poco a poco se va develando. Poco a poco lo que está allá, tan distante, nos muestra su grandiosidad y su armonía. Todo es un estado de armonía.

Durante siglos el ser humano ha querido descubrir lo que hay allá lejos de nuestro planeta. Qué lugar ocupamos en todo ese espacio en donde flotamos como esfera en movimiento sin fin.

Los antiguos griegos se devanaban la sesera para saber qué había allá; qué era esa u otra estrella lejana, por qué hay estrellas se preguntaban y estudiaban su movimiento. Veían a los astros con curiosidad e interrogación. Los antiguos mayas descubrieron ese movimiento, y el de la Tierra y sus ciclos vitales. Así diseñaron el calendario vital, en base a la observación del movimiento externo.

A lo largo de la historia, culturas y hombres sabios se dedicaron –y se dedican--- a indagar el misterio que esconde la lejanía. Algunos aseguran que hay vida inteligente en partes de ese universo conocido o desconocido. Pero lo que es cierto es que “el cielo” es parte de las incógnitas que el hombre ha querido develar para satisfacer su curiosidad, pero sobre todo para saber de nosotros y nuestra relación con ese universo-esos universos.

Las artes no podrían estar lejos de esa curiosidad. De hecho hay obras en distintas disciplinas del arte que expresan ese anhelo, pero también esa enorme imaginación. ¿Cómo se percibe a ese universo? ¿Cómo es imaginado? ¿Cómo puede crearse y recrearlo el artista?

Un ejemplo de ese cúmulo de imaginación, creación, arte supremo, es la obra del compositor inglés de origen sueco, Gustav Holst: “Los planetas”.

Es una suite en siete movimientos, en los que cada uno es uno de los planetas conocidos hasta la composición de la obra en 1916. Es una obra compuesta en base al interés místico del autor. Un interés que despertó la lectura de los símbolos emanados de los planetas y en cuya aurea se ubican los seres humanos, decía.

Así que la obra inicia con los apocalípticos y violentos acordes de Marte, el portador de la guerra; luego Mercurio, como mensajero alado; Venus, portador de la paz; Júpiter, la alegría; Neptuno el místico que acompaña a Saturno, el planeta de la vejez; y Urano, es el mago.

Y aunque parecía que con el tiempo esta obra de Holst pasaba desapercibida, retomó fuerzas en 1960 con la llegada del programa espacial de la NASA. Pero no sólo eso. La obra del compositor inglés influyó para la creación de obras de rock pesado-psicodélico.

Obras de rock como "Días del Futuro" o “El Sargento Peppers y el Club de la Banda de los Corazones Solitarios” de los Beatles; incluso algunas bandas de rock adaptaron partes de “Los Planetas” en sus obras. King Crimson: “Mars Bringer Of War”, en su suite “El Triángulo del Demonio” para su segundo álbum: "En la Estela de Poseidón". Y más.

Para Holst esta obra no era su mejor trabajo de composición, y no era su preferida. De hecho reprochaba que haya opacado al resto de su trabajo. Sobre todo aquellas obras en las que desgranaba su sentido místico basado en la filosofía oriental –para lo que estudio sánscrito--. Es de hecho uno de los compositores místicos más relevantes de esta corriente. Otros fueron el ruso Alexander Scriabin y el estadounidense Alan Hovhaness.

Gustavus Theodore von Holst, mejor conocido como Gustav Holst, nació en Cheltenham el 21 de septiembre de 1874. Estudió en el Royal College of Music, para continuarlos en Londres. En su niñez tuvo problemas de salud, la más importante fue una neuritis en la mano derecha que le impidió estudiar piano, como era su intención.

Sin embargo esto lo llevó a especializarse en su instrumento preferido, el trombón, y la composición musical. Sobre todo quería componer en base a motivos folclóricos de Inglaterra… pero también se sumergió en la religión hindú, que le apasionó toda su vida.

Y lo dicho, la suite “Los planetas” casi pasa desapercibida para la música clásica. Pero ya se sabe que la realidad puede superar las mismas expectativas. Así ocurrió que:

“El gran director de orquesta inglés Adrian Boult escuchó primero la versión para dos pianos de Los planetas, tocada por dos señoritas que eran asistentes de Holst en la Escuela de San Pablo, donde el compositor era maestro.

“Poco después, en el otoño de 1918 y en plena Primera Guerra Mundial, Holst se puso en contacto con Boult para hacerle una proposición. El compositor debía partir hacia Salónica, en donde participaría en los proyectos de educación del ejército británico. Sucedió entonces que Balfour Gardiner, un compositor, ofreció a Holst un interesante regalo de despedida: una orquesta sinfónica y un auditorio a su disposición durante toda la mañana de un domingo.

“Fue entonces que, para aprovechar al máximo el regalo, Holst se aproximó a Boult y le propuso que dirigiera la versión orquestal de Los planetas. Así, en la mañana del 29 de septiembre de 1918, con la Orquesta del Queen’s Hall dirigida por Adrian Boult se escuchó por primera vez Los planetas de Gustav Holst, para gran emoción del compositor y el deleite de muchos de los asistentes. Entre ellos se hallaban algunos miembros de la Sociedad Filarmónica Real, quienes invitaron a Boult a repetir la ejecución de la obra en uno de sus conciertos”.

Gustav Holst murió 25 de mayo 1934 en Londres, un año trágico para la música porque en el mismo murieron Edward Elgar y Frederick Delius.

La obra de Holst está acorde con las imágenes que el Telescopio James Webb nos regala. Son imágenes que nos recuerdan que la vida está aquí. Y allá. Que todo es armonía en el universo y que nosotros somos como chispitas de chocolate en un planeta azul que se llama Tierra y que es el planeta más querido no sólo porque es el que habitamos, sino que es el planeta que nos da vida, nos engrandece y nos enseña paso a paso que todos somos uno, iguales, y perennes.


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