/ domingo 27 de diciembre de 2020

Hombre y clima: historia indisoluble (I)

El ser humano, prácticamente la última especie en aparecer sobre la faz de la Tierra, ha llegado a ser la más depredadora y rapaz en la historia de nuestro planeta, olvidando que éste no es solo su casa, sino la de todas las especies que lo habitan, al grado de poner en riesgo su propia existencia. Promover la investigación y, sobre todo, despertar la conciencia global en torno a nuestro espacio y a nuestro hábitat son acciones que no pueden ser postergadas, tanto por los gobiernos como por la sociedad humana en su conjunto, ya que no podemos soslayar que la pérdida de la biodiversidad y el cambio climático a ella asociado, son el mayor reto que enfrenta la humanidad.

De ahí la pregunta: ¿en los tiempos remotos hubo también cambios en el clima o bien es un fenómeno producto de la modernidad? Gracias a los estudios que han logrado reconstruir la secuencia del clima por más de 2,500 años en Europa, se ha podido corroborar la profunda vinculación entre las variaciones climáticas y los cambios registrados en la historia humana, especialmente coincidentes con periodos de crisis socioeconómica, cultural y política, con migraciones y guerras.

Willy Tegel de la Universidad de Friburgo y del Instituto para el Crecimiento del Bosque y Ulf Büntgen del Instituto de Investigaciones Forestales Suizo, han podido comprobar que la caída del Imperio Romano de Occidente y las intensas oleadas migratorias que tuvieron lugar paralelamente, en gran medida fueron provocadas por un cambio climático, manifestado en la alternancia de severas sequías e incremento de la temperatura con épocas de grandes precipitaciones y descensos bruscos en la temperatura continental.

De igual manera, investigaciones paleoclimáticas del Geoforschungszentrum de Postdam en Alemania, de la Academia de Ciencias de China y de expertos estadounidenses en geociencia de las Universidades de Princeton y Miami, confirman que el final de la cultura maya, el enigma de su famoso "colapso" ocurrido durante el periodo clásico, podría ser explicado ampliamente con base en los efectos climáticos que tuvieron lugar a partir de un profundo periodo de sequía que se padeció a nivel mundial entre los siglos VIII y X d.C. Sequía que pudo orillar no sólo a la caída de la civilización maya sino también unos años más tarde, a la que enfrentó la dinastía Tang en China. Hipótesis que se refrenda al considerar que dichas hecatombes civilizatorias fueron además coincidentes con el previo desplazamiento del cinturón de lluvias tropicales en Centroamérica a partir de variaciones en la posición de la franja de bajas presiones de la zona ecuatorial, llamada Zona de Convergencia Intertropical, así como del monzón Asia-Australiano para el caso chino, tal y como se ha podido comprobar mediante el estudio de los sedimentos de titanio en el lago Huguang Maar al sureste de China, en la cuenca de Cariaco en Venezuela, y en zonas costeras de México.

A resultados similares han llegado igualmente expertos de la Universidad de Arizona y del Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias con relación a la decadencia en el México prehispánico de las culturas tolteca y azteca, correspondiente al periodo postclásico temprano la primera y al tardío la segunda. Al realizar un estudio paleoclimático a partir de análisis dendrocronológicos en ahuahuetes (Taxodium huegelii), por primera vez pudieron ser corroboradas referencias documentales que aluden a los periodos en que tuvieron lugar largas y severas sequías que preludiaron la decadencia de dichas culturas. Dichos periodos detectados fueron los que tuvieron lugar entre 879 y 922, 1149 y 1167, 1378 y 1404, así como entre 1514 y 1539. De ellos, el segundo correspondería al colapso tolteca que tuvo lugar hacia 1150, en tanto que el cuarto, estaría vinculado con los "tiempos aciagos" que padecieron los mexicas desde 7 años antes de que tuviera lugar la conquista de México-Tenochtitlán y que se prolongó hasta 18 años después.

En Europa, por su parte, distintas investigaciones han detectado que entre el siglo X y el XIV, tuvo lugar el llamado "óptimo cálido medieval", un periodo en el que el calor fue especialmente elevado en la región del Atlántico norte, favoreciendo un auge cultural y político, además de la expansión de los vikingos hacia Groenlandia, norte de Estados Unidos y Canadá. Desarrollo que concluyó al sobrevenir la "pequeña edad de hielo" que abarcó del siglo XIV y hasta mediados del XIX, cuyos primeros efectos, de acuerdo a las investigaciones arqueológicas de Brian Fagan, comenzaron a sentirse hacia 1315 cuando detonó una severa hambruna provocada por la pérdida de cosechas ante el intenso frío, provocando la muerte de millones de personas en el Viejo Mundo. Fenómeno que se cree pudo ser provocado por la disminución de la actividad solar y el aumento del vulcanismo a nivel global, hasta alcanzar un pico máximo durante 200 años en los que las condiciones climáticas fueron extremas, alternándose periodos de calor y frío inusuales.

El ser humano, prácticamente la última especie en aparecer sobre la faz de la Tierra, ha llegado a ser la más depredadora y rapaz en la historia de nuestro planeta, olvidando que éste no es solo su casa, sino la de todas las especies que lo habitan, al grado de poner en riesgo su propia existencia. Promover la investigación y, sobre todo, despertar la conciencia global en torno a nuestro espacio y a nuestro hábitat son acciones que no pueden ser postergadas, tanto por los gobiernos como por la sociedad humana en su conjunto, ya que no podemos soslayar que la pérdida de la biodiversidad y el cambio climático a ella asociado, son el mayor reto que enfrenta la humanidad.

De ahí la pregunta: ¿en los tiempos remotos hubo también cambios en el clima o bien es un fenómeno producto de la modernidad? Gracias a los estudios que han logrado reconstruir la secuencia del clima por más de 2,500 años en Europa, se ha podido corroborar la profunda vinculación entre las variaciones climáticas y los cambios registrados en la historia humana, especialmente coincidentes con periodos de crisis socioeconómica, cultural y política, con migraciones y guerras.

Willy Tegel de la Universidad de Friburgo y del Instituto para el Crecimiento del Bosque y Ulf Büntgen del Instituto de Investigaciones Forestales Suizo, han podido comprobar que la caída del Imperio Romano de Occidente y las intensas oleadas migratorias que tuvieron lugar paralelamente, en gran medida fueron provocadas por un cambio climático, manifestado en la alternancia de severas sequías e incremento de la temperatura con épocas de grandes precipitaciones y descensos bruscos en la temperatura continental.

De igual manera, investigaciones paleoclimáticas del Geoforschungszentrum de Postdam en Alemania, de la Academia de Ciencias de China y de expertos estadounidenses en geociencia de las Universidades de Princeton y Miami, confirman que el final de la cultura maya, el enigma de su famoso "colapso" ocurrido durante el periodo clásico, podría ser explicado ampliamente con base en los efectos climáticos que tuvieron lugar a partir de un profundo periodo de sequía que se padeció a nivel mundial entre los siglos VIII y X d.C. Sequía que pudo orillar no sólo a la caída de la civilización maya sino también unos años más tarde, a la que enfrentó la dinastía Tang en China. Hipótesis que se refrenda al considerar que dichas hecatombes civilizatorias fueron además coincidentes con el previo desplazamiento del cinturón de lluvias tropicales en Centroamérica a partir de variaciones en la posición de la franja de bajas presiones de la zona ecuatorial, llamada Zona de Convergencia Intertropical, así como del monzón Asia-Australiano para el caso chino, tal y como se ha podido comprobar mediante el estudio de los sedimentos de titanio en el lago Huguang Maar al sureste de China, en la cuenca de Cariaco en Venezuela, y en zonas costeras de México.

A resultados similares han llegado igualmente expertos de la Universidad de Arizona y del Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias con relación a la decadencia en el México prehispánico de las culturas tolteca y azteca, correspondiente al periodo postclásico temprano la primera y al tardío la segunda. Al realizar un estudio paleoclimático a partir de análisis dendrocronológicos en ahuahuetes (Taxodium huegelii), por primera vez pudieron ser corroboradas referencias documentales que aluden a los periodos en que tuvieron lugar largas y severas sequías que preludiaron la decadencia de dichas culturas. Dichos periodos detectados fueron los que tuvieron lugar entre 879 y 922, 1149 y 1167, 1378 y 1404, así como entre 1514 y 1539. De ellos, el segundo correspondería al colapso tolteca que tuvo lugar hacia 1150, en tanto que el cuarto, estaría vinculado con los "tiempos aciagos" que padecieron los mexicas desde 7 años antes de que tuviera lugar la conquista de México-Tenochtitlán y que se prolongó hasta 18 años después.

En Europa, por su parte, distintas investigaciones han detectado que entre el siglo X y el XIV, tuvo lugar el llamado "óptimo cálido medieval", un periodo en el que el calor fue especialmente elevado en la región del Atlántico norte, favoreciendo un auge cultural y político, además de la expansión de los vikingos hacia Groenlandia, norte de Estados Unidos y Canadá. Desarrollo que concluyó al sobrevenir la "pequeña edad de hielo" que abarcó del siglo XIV y hasta mediados del XIX, cuyos primeros efectos, de acuerdo a las investigaciones arqueológicas de Brian Fagan, comenzaron a sentirse hacia 1315 cuando detonó una severa hambruna provocada por la pérdida de cosechas ante el intenso frío, provocando la muerte de millones de personas en el Viejo Mundo. Fenómeno que se cree pudo ser provocado por la disminución de la actividad solar y el aumento del vulcanismo a nivel global, hasta alcanzar un pico máximo durante 200 años en los que las condiciones climáticas fueron extremas, alternándose periodos de calor y frío inusuales.