/ jueves 11 de abril de 2019

IMCO | Epílogo sobre Dos Bocas

El pasado 9 de abril, el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) presentó un análisis sobre la viabilidad de la refinería de Dos Bocas, Tabasco. Los colegas Jorge Andrés Castañeda y Ana Thais Martínez realizaron el análisis.

Una manera de predecir el futuro de un negocio es plantear los escenarios de sus distintas variables clave, y las combinaciones entre ellas. ¿Qué pasa si el precio de la materia prima sube a niveles poco comunes? ¿Qué ocurre si el mercado de gasolinas se satura, y los refinadores tienen que competir con otros por un margen de ganancia cada vez más pequeño? ¿Qué sucede si el costo financiero de la deuda aumenta, o si la eficiencia operativa de la planta no alcanza un mínimo? ¿Qué pasa si los costos de construcción superan a las estimaciones?

En el mundo moderno hay suficientes datos para la mayoría de las cosas importantes. Por ejemplo, si usted vive en San Andrés Cholula, Puebla, puede saber que la probabilidad de que a su municipio llegue magma procedente del volcán Popocatépetl es relativamente baja: es algo que ha ocurrido dos veces en los últimos 40 mil años. No es imposible, pero es poco probable. La probabilidad de que en un año dado eso ocurra es una en veinte mil.

Cuando se cuenta con datos de la eficiencia operativa de refinerías en el mundo, del costo de construir una planta de este tipo, de las tasas de interés, de los precios del petróleo, es posible hacer un modelo en una hoja de cálculo donde estas variables clave aparezcan como un número sujeto a un modelo de probabilidad.

Las computadoras modernas pueden hacer cálculos muy rápidamente, y podemos plantear todos los escenarios buenos y malos de ese proyecto a través de muchos experimentos computacionales, de procesos de prueba y error.

Estos modelos son conocidos en el argot financiero como "simulaciones de Montecarlo". A través de uno de estos modelos con 30 mil simulaciones, que publicamos en nuestra página web (www.imco. org.mx), concluimos que en el 98% de los escenarios planteados, la refinería perderá dinero. Solamente si la ruleta del destino es benévola, en el 2% de los escenarios, el negocio generará valor económico. En el lenguaje de los economistas, solamente 2 de cada 100 escenarios arrojaron un valor presente neto mayor o igual a cero para este proyecto.

Cuando se tiene una sospecha fundada de que puede haber pérdidas económicas fuertes en un negocio, es mejor no hacerlo. Es como comprar un elefante. Si sabes que no lo puedes alimentar, mejor no lo compres. Punto.

Para las finanzas públicas, esta es una pregunta verdaderamente crucial. Durante muchos años, el Estado mexicano le sacó el flujo de caja a Pemex, y con los recursos obtenidos fue posible desarrollar a México parcialmente, sin cobrar todos los impuestos que requería ese desarrollo. Estamos en un momento en que la recaudación del Gobierno tendrá que destinarse, en mayor o menor medida, a un rescate financiero de la paraestatal petrolera, la empresa del ramo más endeudada del mundo. Por eso, Pemex no puede embarcarse en proyectos que comprometan su flujo de caja libre: las pérdidas las tendremos que pagar todos los contribuyentes.

Valdría la pena que el Estado explore otras opciones. México, por muchos años, ha tenido una alianza con Shell en una refinería en Texas llamada Deer Park. Es la mejor refinería del sistema de Pemex, a pesar de las críticas del sindicato (que seguramente no le gusta esa planta porque no le puede extraer una renta).

Compremos acciones de otras empresas refinadoras, y asegurémonos capacidad de refinación en Estados Unidos y el Caribe, sin el costo laboral de los trabajadores de Pemex. Invirtamos en infraestructura de transporte y almacenamiento de gasolinas y diésel. Operemos una estrategia seria en contra de las mafias de robo de combustibles. Propiciemos competencia en los sectores de transporte de hidrocarburos y minorista de gasolinas. Fomentemos eficiencia energética, especialmente en el sector transporte, a partir de impuestos como la tenencia vehicular y el IEPS a las gasolinas, pero con un diseño más ambiental y menos redistributivo.

Si no importamos gasolinas y diésel, al menos en el corto plazo tendremos que importar petróleo crudo ligero para alimentar a nuestro elefante. Es comprensible la ilusión: estaría bonito tener una refinería grande, eficiente, moderna, que funcione con petróleo mexicano. Sería muy agradable volver a tener una empresa petrolera de la que todos los mexicanos nos sintamos orgullosos. Es poco probable que logremos eso, y vamos a desperdiciar un montón de capital en el intento.

Director general del @IMCO.

@MJMolano

El pasado 9 de abril, el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) presentó un análisis sobre la viabilidad de la refinería de Dos Bocas, Tabasco. Los colegas Jorge Andrés Castañeda y Ana Thais Martínez realizaron el análisis.

Una manera de predecir el futuro de un negocio es plantear los escenarios de sus distintas variables clave, y las combinaciones entre ellas. ¿Qué pasa si el precio de la materia prima sube a niveles poco comunes? ¿Qué ocurre si el mercado de gasolinas se satura, y los refinadores tienen que competir con otros por un margen de ganancia cada vez más pequeño? ¿Qué sucede si el costo financiero de la deuda aumenta, o si la eficiencia operativa de la planta no alcanza un mínimo? ¿Qué pasa si los costos de construcción superan a las estimaciones?

En el mundo moderno hay suficientes datos para la mayoría de las cosas importantes. Por ejemplo, si usted vive en San Andrés Cholula, Puebla, puede saber que la probabilidad de que a su municipio llegue magma procedente del volcán Popocatépetl es relativamente baja: es algo que ha ocurrido dos veces en los últimos 40 mil años. No es imposible, pero es poco probable. La probabilidad de que en un año dado eso ocurra es una en veinte mil.

Cuando se cuenta con datos de la eficiencia operativa de refinerías en el mundo, del costo de construir una planta de este tipo, de las tasas de interés, de los precios del petróleo, es posible hacer un modelo en una hoja de cálculo donde estas variables clave aparezcan como un número sujeto a un modelo de probabilidad.

Las computadoras modernas pueden hacer cálculos muy rápidamente, y podemos plantear todos los escenarios buenos y malos de ese proyecto a través de muchos experimentos computacionales, de procesos de prueba y error.

Estos modelos son conocidos en el argot financiero como "simulaciones de Montecarlo". A través de uno de estos modelos con 30 mil simulaciones, que publicamos en nuestra página web (www.imco. org.mx), concluimos que en el 98% de los escenarios planteados, la refinería perderá dinero. Solamente si la ruleta del destino es benévola, en el 2% de los escenarios, el negocio generará valor económico. En el lenguaje de los economistas, solamente 2 de cada 100 escenarios arrojaron un valor presente neto mayor o igual a cero para este proyecto.

Cuando se tiene una sospecha fundada de que puede haber pérdidas económicas fuertes en un negocio, es mejor no hacerlo. Es como comprar un elefante. Si sabes que no lo puedes alimentar, mejor no lo compres. Punto.

Para las finanzas públicas, esta es una pregunta verdaderamente crucial. Durante muchos años, el Estado mexicano le sacó el flujo de caja a Pemex, y con los recursos obtenidos fue posible desarrollar a México parcialmente, sin cobrar todos los impuestos que requería ese desarrollo. Estamos en un momento en que la recaudación del Gobierno tendrá que destinarse, en mayor o menor medida, a un rescate financiero de la paraestatal petrolera, la empresa del ramo más endeudada del mundo. Por eso, Pemex no puede embarcarse en proyectos que comprometan su flujo de caja libre: las pérdidas las tendremos que pagar todos los contribuyentes.

Valdría la pena que el Estado explore otras opciones. México, por muchos años, ha tenido una alianza con Shell en una refinería en Texas llamada Deer Park. Es la mejor refinería del sistema de Pemex, a pesar de las críticas del sindicato (que seguramente no le gusta esa planta porque no le puede extraer una renta).

Compremos acciones de otras empresas refinadoras, y asegurémonos capacidad de refinación en Estados Unidos y el Caribe, sin el costo laboral de los trabajadores de Pemex. Invirtamos en infraestructura de transporte y almacenamiento de gasolinas y diésel. Operemos una estrategia seria en contra de las mafias de robo de combustibles. Propiciemos competencia en los sectores de transporte de hidrocarburos y minorista de gasolinas. Fomentemos eficiencia energética, especialmente en el sector transporte, a partir de impuestos como la tenencia vehicular y el IEPS a las gasolinas, pero con un diseño más ambiental y menos redistributivo.

Si no importamos gasolinas y diésel, al menos en el corto plazo tendremos que importar petróleo crudo ligero para alimentar a nuestro elefante. Es comprensible la ilusión: estaría bonito tener una refinería grande, eficiente, moderna, que funcione con petróleo mexicano. Sería muy agradable volver a tener una empresa petrolera de la que todos los mexicanos nos sintamos orgullosos. Es poco probable que logremos eso, y vamos a desperdiciar un montón de capital en el intento.

Director general del @IMCO.

@MJMolano