/ jueves 15 de agosto de 2019

IMCO | ¿Pensiones o salud?

En El Gran Gatsby, Fitzgerald describe la quiebra de un hombre como un proceso gradual, pero de repente súbito e irreversible. Pasa lo mismo con las instituciones y empresas, y no fracasan las personas que laboran en ellas tanto como fracasa el modelo de negocio original, que no pudo cambiar a la velocidad que exigen los tiempos.

En México, la seguridad social está quebrada. Los servicios médicos en las instituciones que dependen de cuotas obrero-patronales, como IMSS y el ISSSTE, son muy deficientes.

El ahorro para pensiones es insuficiente para garantizar una pensión digna a las personas. El sistema asistencial estatal, conocido como Seguro Popular, es un servicio médico indispensable para la población que no tendría acceso a servicios de salud de otra forma, pero tampoco alcanza.

Somos un país donde no todos los asalariados aportamos a la seguridad social. La economía informal es enorme y se recarga en el IMSS o el ISSSTE, a través de algún miembro de la familia que cotice en el sistema formal, o en el Seguro Popular.

Los economistas llevamos casi dos décadas escuchando hablar a Santiago Levy sobre la solución a la quiebra de la seguridad social: necesitamos un sistema universal que no dependa de las cuotas obrero-patronales, sino de la recaudación general, especialmente del IVA. Este sistema puede incluir al menos un servicio médico básico y una pensión mínima para todos los mexicanos.

Sin embargo, los gobiernos desde Fox hasta el de López Obrador han ignorado esta propuesta, y hoy escuchamos hablar de un nuevo instituto de seguridad social para los informales que dependerá directamente de la Federación.

Además, la crisis en el IMSS está llegando a niveles profundos: no hay recursos ni para atender la operación de la institución a niveles mínimos.

Quizá se necesita flexibilidad de ambos lados. Tal vez hay que pensar que si hay sistemas separados e inconexos, debemos encontrar el equilibrio virtuoso. En qué aspectos compiten y en cuáles cooperan. Por ejemplo, los esfuerzos para consolidar compras o para compartir equipos médicos costosos deberían realizarse en todas las instituciones de seguridad social.

Sin embargo, habría una revolución cuando estos sistemas pudieran tener competencia. ¿Qué pasaría si los patrones pudieran optar por el Seguro Popular, el IMSS o un seguro privado para afiliar a los trabajadores?

Dado que el sector familiar en realidad se resume en familias que producen, ¿cómo hacer para atraer a la seguridad social a las familias informales, para que aporten cuotas de acuerdo a sus capacidades y necesidades?

¿Cómo podemos involucrar a las aseguradoras privadas para que exista un mercado privado verdaderamente complementario del aseguramiento médico público? ¿Cómo separamos los recursos de las pensiones del gasto corriente para salud?

Estas preguntas tienen respuesta, pero es necesario un verdadero pacto social, para que quienes no aportan a la seguridad social lo hagan, para que las instituciones resuelvan sus brechas de desempeño, y para que haya menos desigualdades entre mexicanos en el acceso a la salud.

La inversión inteligente en este rubro no solamente mejorará el bienestar de 25 millones de familias; también ayudará a las mujeres a participar más activamente en la fuerza de trabajo formal, a crear nuevas empresas y a lograr las metas del milenio en materia de desarrollo humano.

No hemos tenido muchos presidentes en la historia de México con la reputación del presidente López Obrador. La pregunta que nos hacemos es si él se anima a hacerlo.

*Manuel J. Molano es director general del @IMCO.

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En El Gran Gatsby, Fitzgerald describe la quiebra de un hombre como un proceso gradual, pero de repente súbito e irreversible. Pasa lo mismo con las instituciones y empresas, y no fracasan las personas que laboran en ellas tanto como fracasa el modelo de negocio original, que no pudo cambiar a la velocidad que exigen los tiempos.

En México, la seguridad social está quebrada. Los servicios médicos en las instituciones que dependen de cuotas obrero-patronales, como IMSS y el ISSSTE, son muy deficientes.

El ahorro para pensiones es insuficiente para garantizar una pensión digna a las personas. El sistema asistencial estatal, conocido como Seguro Popular, es un servicio médico indispensable para la población que no tendría acceso a servicios de salud de otra forma, pero tampoco alcanza.

Somos un país donde no todos los asalariados aportamos a la seguridad social. La economía informal es enorme y se recarga en el IMSS o el ISSSTE, a través de algún miembro de la familia que cotice en el sistema formal, o en el Seguro Popular.

Los economistas llevamos casi dos décadas escuchando hablar a Santiago Levy sobre la solución a la quiebra de la seguridad social: necesitamos un sistema universal que no dependa de las cuotas obrero-patronales, sino de la recaudación general, especialmente del IVA. Este sistema puede incluir al menos un servicio médico básico y una pensión mínima para todos los mexicanos.

Sin embargo, los gobiernos desde Fox hasta el de López Obrador han ignorado esta propuesta, y hoy escuchamos hablar de un nuevo instituto de seguridad social para los informales que dependerá directamente de la Federación.

Además, la crisis en el IMSS está llegando a niveles profundos: no hay recursos ni para atender la operación de la institución a niveles mínimos.

Quizá se necesita flexibilidad de ambos lados. Tal vez hay que pensar que si hay sistemas separados e inconexos, debemos encontrar el equilibrio virtuoso. En qué aspectos compiten y en cuáles cooperan. Por ejemplo, los esfuerzos para consolidar compras o para compartir equipos médicos costosos deberían realizarse en todas las instituciones de seguridad social.

Sin embargo, habría una revolución cuando estos sistemas pudieran tener competencia. ¿Qué pasaría si los patrones pudieran optar por el Seguro Popular, el IMSS o un seguro privado para afiliar a los trabajadores?

Dado que el sector familiar en realidad se resume en familias que producen, ¿cómo hacer para atraer a la seguridad social a las familias informales, para que aporten cuotas de acuerdo a sus capacidades y necesidades?

¿Cómo podemos involucrar a las aseguradoras privadas para que exista un mercado privado verdaderamente complementario del aseguramiento médico público? ¿Cómo separamos los recursos de las pensiones del gasto corriente para salud?

Estas preguntas tienen respuesta, pero es necesario un verdadero pacto social, para que quienes no aportan a la seguridad social lo hagan, para que las instituciones resuelvan sus brechas de desempeño, y para que haya menos desigualdades entre mexicanos en el acceso a la salud.

La inversión inteligente en este rubro no solamente mejorará el bienestar de 25 millones de familias; también ayudará a las mujeres a participar más activamente en la fuerza de trabajo formal, a crear nuevas empresas y a lograr las metas del milenio en materia de desarrollo humano.

No hemos tenido muchos presidentes en la historia de México con la reputación del presidente López Obrador. La pregunta que nos hacemos es si él se anima a hacerlo.

*Manuel J. Molano es director general del @IMCO.

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