/ martes 6 de febrero de 2018

Impacto de las instituciones sobre el desarrollo

Son múltiples los estudiosos de la sociología y de la política que atribuyen a las instituciones ser un factor determinante en el desarrollo de los pueblos. Pero las instituciones en general están muy lejos de ser mágicas o de poder operar y realizar cambios en las sociedades de forma milagrosa. El establecer en la normatividad jurídica una institución como la democracia no traerá consigo necesariamente los ideales que esta noble institución persigue. Para su aplicación real y el logro de sus objetivos, se requiere un avanzado nivel de desarrollo socio cultural y económico de las colectividades involucradas.

Existen también algunas instituciones que pueden tener efectos más directos sobre la realidad, como puede ser el caso del régimen de participación electoral que se adopte. En tal contexto está claro que si se adopta un sistema de elección parlamentaria bajo el estricto principio de mayoría relativa, se obtendrá una tendencia que presionará hacia la unificación de los partidos, de manera que se desembocará en bipartidismo o mínima dispersión de partidos, mientras que si se opta por un régimen estricto de representación proporcional, se propiciará una gran multiplicación de partidos.

Adoptemos aquí como ejemplo de la influencia que una institución puede provocar en cuanto a su impacto sobre el desarrollo de una sociedad, el caso de la anualidad del presupuesto. Se trata de un principio clásico o fundamental, que fue adoptado por la casi totalidad de los países para sus finanzas públicas y que hoy se encuentra ya en franco entredicho por la proliferación de las grandes obras de infraestructura y las cuantiosas inversiones de mediano o largo plazo en que están comprometidos los modernos gobiernos.

Sin embargo, el principio de la anualidad del presupuesto fue en su momento una innovación verdaderamente revolucionaria que brindó ventajas e impulsó con singular vigor el desarrollo del primer reino que lo inventó y que por vez primera lo puso en práctica. Fue un laudable producto de la llamada Revolución Gloriosa de 1688-1689 que propició la inusitada unión en la lucha de las principales fuerzas políticas de Inglaterra, Whigs y Tories, hasta entonces antagónicas, para derrocar en una revolución pacífica pero de enorme trascendencia al monarca James II quien había tratado de posicionarse por encima del parlamento y de la legalidad.

Expulsado el rey y triunfante la Revolución, el Parlamento decidió que el nuevo monarca Guillermo de Orange, consagrado por la propia Revolución, ya no podría disponer de todas las ventajas de sus antecesores, de manera que ya no se les concederían aprobaciones vitalicias para el cobro de impuestos, como era costumbre. De ahora en adelante tendrían los reyes que sujetarse a la aprobación anual del presupuesto por la Cámara de los Comunes, que adquiría así mayor poder que la de los lores.

La aprobación anual del presupuesto fue corriendo en paralelo con la formación y desarrollo de gabinetes ministeriales del Poder Ejecutivo bajo el control del Parlamento. En este contexto el régimen parlamentario se fue convirtiendo, en palabras del reconocido historiador británico Macaulay Trevelyan, “en una fuente de energía nacional. Subsidios que habían sido negados a los reyes, en quienes no tenían confianza los Comunes, fueron prodigados a ministerios que contaban con la confianza”. Hasta atribuye la sorpresiva victoria de Marlborough sobre el poderoso Rey Sol a este fenómeno financiero.

 

amartinezv@derecho.unam.mx   @AlejoMVendrell

Son múltiples los estudiosos de la sociología y de la política que atribuyen a las instituciones ser un factor determinante en el desarrollo de los pueblos. Pero las instituciones en general están muy lejos de ser mágicas o de poder operar y realizar cambios en las sociedades de forma milagrosa. El establecer en la normatividad jurídica una institución como la democracia no traerá consigo necesariamente los ideales que esta noble institución persigue. Para su aplicación real y el logro de sus objetivos, se requiere un avanzado nivel de desarrollo socio cultural y económico de las colectividades involucradas.

Existen también algunas instituciones que pueden tener efectos más directos sobre la realidad, como puede ser el caso del régimen de participación electoral que se adopte. En tal contexto está claro que si se adopta un sistema de elección parlamentaria bajo el estricto principio de mayoría relativa, se obtendrá una tendencia que presionará hacia la unificación de los partidos, de manera que se desembocará en bipartidismo o mínima dispersión de partidos, mientras que si se opta por un régimen estricto de representación proporcional, se propiciará una gran multiplicación de partidos.

Adoptemos aquí como ejemplo de la influencia que una institución puede provocar en cuanto a su impacto sobre el desarrollo de una sociedad, el caso de la anualidad del presupuesto. Se trata de un principio clásico o fundamental, que fue adoptado por la casi totalidad de los países para sus finanzas públicas y que hoy se encuentra ya en franco entredicho por la proliferación de las grandes obras de infraestructura y las cuantiosas inversiones de mediano o largo plazo en que están comprometidos los modernos gobiernos.

Sin embargo, el principio de la anualidad del presupuesto fue en su momento una innovación verdaderamente revolucionaria que brindó ventajas e impulsó con singular vigor el desarrollo del primer reino que lo inventó y que por vez primera lo puso en práctica. Fue un laudable producto de la llamada Revolución Gloriosa de 1688-1689 que propició la inusitada unión en la lucha de las principales fuerzas políticas de Inglaterra, Whigs y Tories, hasta entonces antagónicas, para derrocar en una revolución pacífica pero de enorme trascendencia al monarca James II quien había tratado de posicionarse por encima del parlamento y de la legalidad.

Expulsado el rey y triunfante la Revolución, el Parlamento decidió que el nuevo monarca Guillermo de Orange, consagrado por la propia Revolución, ya no podría disponer de todas las ventajas de sus antecesores, de manera que ya no se les concederían aprobaciones vitalicias para el cobro de impuestos, como era costumbre. De ahora en adelante tendrían los reyes que sujetarse a la aprobación anual del presupuesto por la Cámara de los Comunes, que adquiría así mayor poder que la de los lores.

La aprobación anual del presupuesto fue corriendo en paralelo con la formación y desarrollo de gabinetes ministeriales del Poder Ejecutivo bajo el control del Parlamento. En este contexto el régimen parlamentario se fue convirtiendo, en palabras del reconocido historiador británico Macaulay Trevelyan, “en una fuente de energía nacional. Subsidios que habían sido negados a los reyes, en quienes no tenían confianza los Comunes, fueron prodigados a ministerios que contaban con la confianza”. Hasta atribuye la sorpresiva victoria de Marlborough sobre el poderoso Rey Sol a este fenómeno financiero.

 

amartinezv@derecho.unam.mx   @AlejoMVendrell