/ lunes 30 de abril de 2018

Incertidumbre, campañas y el modelo económico que México requiere

Las políticas neopopulistas de EEUU han impactado la competitividad de México con la reforma fiscal y los atractivos incentivos a la inversión en ese país, así como a las presiones de la renegociación del TLCAN. Los aumentos sistemáticos de las tasas de interés en EEUU también generan impactos decisivos en la economía mexicana y la incertidumbre mundial, movimientos en el tipo de cambio significativos y que permanecerán volátiles, hasta que la turbulencia financiera internacional disminuya.

Como acicate del la incertidumbre, también resalta el proceso electoral en México y las campañas de miedo orquestadas por partidos y los equipos de la y los candidatos. La polarización no parece funcionar, a cada ataque una respuesta masiva, a cada interlocución, sendas reacciones en redes sociales. La POSVERDAD neutraliza las propuestas de campaña, unos y otros sostienen que tienen la mejor propuesta para el país y que respetarán el Estado de Derecho, la autonomía del Banco de México, los acuerdos comerciales y que pondrán a revisión mega proyectos, así como los contratos y concesiones de la Reforma Energética. Con mayor o menor énfasis, asistimos a propuestas económicas que no van más allá -en todos los casos- de procurar la ESTABILIDAD MACROECONÓMICA, mejorar las FINANZAS PUBLICAS, CONTROLAR EL ENDEUDAMIENTO, reorganizar el gasto para aumentar la INVERSIÓN PÚBLICA, apoyar a los emprendedores y PYMES, acabar con la corrupción, la eliminación del fuero constitucional al presidente de la república, la fiscalía autónoma e independiente del gobierno para lograr la legitimidad del Sistema Nacional Anticorrupción, y por supuesto, simplificar y mejorar los programas sociales.

A pesar de que, la y los candidatos, no se salen del protocolo macroeconómico y múltiples recetas sociales, la incertidumbre del proceso electoral le pega a la economía. Efectivamente, como sucede cada seis años, las tesorerías de las empresas cierran ventanillas, demoran procesos de inversión y pagos, reenfocan estrategias de mercado, reducen operaciones y riesgos.

Por supuesto, este tipo de expansión y retracción en la inercia y dinamismo del crecimiento es el reflejo de una INMADUREZ ESTRUCTURAL, es decir la falta de concreción de un MODELO ECONÓMICO para México.

Se fantasea con el “desarrollo estabilizador” época de INDUSTRIALIZACIÓN con crecimientos notables del PIB, desarrollo de las clases medias educadas, ESTABILIDAD MACROECONÓMICA y reconfiguración de la estructura sectorial de un país “agro-minero-exportador” a un país industrial que vigorosamente entraba a la modernidad. Sin duda, fue una época de progreso, sin embargo, ese modelo hoy estaría fuera de contexto y sería incorrecto extrapolarlo a nuestros días.

El modelo económico que México ha tratado de concretar en los últimas décadas, es el de EXPOTACIÓN DE EXPORACIONES, básicamente un refrito del modelo maquilador, que sí generó una nueva industrialización en México, pero sin beneficios sociales, por lo menos a la escala del desarrollo estabilizador.

Un modelo económico donde el Estado benefactor, el Estado industrial, el Estado corporativista, la economía mixta y diversos experimentos endógenos se desmantelan para impulsar, como se le llamó en su momento, el LIBERALISMO SOCIAL, el liberalismo del TLCAN y su marco legal de una economía abierta, que realmente transformó las reglas de la economía cerrada precedente, para dar paso a la normatividad y servicios públicos de una economía abierta a la inversión extranjera, a combatir los monopolios, a desarrollar procesos de normalización y certificación adecuados, a generar sistemas de protección de inversiones, cuidado al medio ambiente y el respeto a los derechos humanos.

Este modelo económico sigue en proceso de implementación y no ha logrado cuajar, sus imperfecciones son notables y se reflejan en: la productividad; el dualismo social; el desarrollo territorial inadecuado y polarizante; la falta de infraestructura y personal calificado; la sobreregulación; la inseguridad sistémica que fomenta la economía legal, el robo de mercancías, la piratería y el contrabando; la desarticulación de las cadenas productivas; el bajo grado de integración nacional de nuestras exportaciones; la pobreza extrema y la alta diferenciación socioeconómica; la persistente corrupción en diferentes ámbitos de la vida pública y privada que afecta el clima de negocios; la falta de ahorro e inversión y; una raquítica derrama crediticia del 29% del PIB que raya simplemente en lo ridículo comparado con el promedio global de 133%.

Sin duda, habrá que estar atentos a las propuestas, a los debates sobre modelos económicos para México e insistir, que el enfoque de inclusión sea el eje estructural del nuevo modelo, que las y los trabajadores,jóvenes, mujeres, profesionistas, emprendedores, industriales, banqueros y comerciantes, así como otros sectores sociales denominados “grupos en situación de vulnerabilidad”, tengamos más oportunidades de crecer y desarrollarnos, donde la libertad de empresa y el talento emprendedor puedan articular un sector emergente de desarrollo y bienestar. Lo que las campañas políticas nos han dado hasta ahora converge en el incrementalismo, es decir, más de lo mismo pero mejor.

Las políticas neopopulistas de EEUU han impactado la competitividad de México con la reforma fiscal y los atractivos incentivos a la inversión en ese país, así como a las presiones de la renegociación del TLCAN. Los aumentos sistemáticos de las tasas de interés en EEUU también generan impactos decisivos en la economía mexicana y la incertidumbre mundial, movimientos en el tipo de cambio significativos y que permanecerán volátiles, hasta que la turbulencia financiera internacional disminuya.

Como acicate del la incertidumbre, también resalta el proceso electoral en México y las campañas de miedo orquestadas por partidos y los equipos de la y los candidatos. La polarización no parece funcionar, a cada ataque una respuesta masiva, a cada interlocución, sendas reacciones en redes sociales. La POSVERDAD neutraliza las propuestas de campaña, unos y otros sostienen que tienen la mejor propuesta para el país y que respetarán el Estado de Derecho, la autonomía del Banco de México, los acuerdos comerciales y que pondrán a revisión mega proyectos, así como los contratos y concesiones de la Reforma Energética. Con mayor o menor énfasis, asistimos a propuestas económicas que no van más allá -en todos los casos- de procurar la ESTABILIDAD MACROECONÓMICA, mejorar las FINANZAS PUBLICAS, CONTROLAR EL ENDEUDAMIENTO, reorganizar el gasto para aumentar la INVERSIÓN PÚBLICA, apoyar a los emprendedores y PYMES, acabar con la corrupción, la eliminación del fuero constitucional al presidente de la república, la fiscalía autónoma e independiente del gobierno para lograr la legitimidad del Sistema Nacional Anticorrupción, y por supuesto, simplificar y mejorar los programas sociales.

A pesar de que, la y los candidatos, no se salen del protocolo macroeconómico y múltiples recetas sociales, la incertidumbre del proceso electoral le pega a la economía. Efectivamente, como sucede cada seis años, las tesorerías de las empresas cierran ventanillas, demoran procesos de inversión y pagos, reenfocan estrategias de mercado, reducen operaciones y riesgos.

Por supuesto, este tipo de expansión y retracción en la inercia y dinamismo del crecimiento es el reflejo de una INMADUREZ ESTRUCTURAL, es decir la falta de concreción de un MODELO ECONÓMICO para México.

Se fantasea con el “desarrollo estabilizador” época de INDUSTRIALIZACIÓN con crecimientos notables del PIB, desarrollo de las clases medias educadas, ESTABILIDAD MACROECONÓMICA y reconfiguración de la estructura sectorial de un país “agro-minero-exportador” a un país industrial que vigorosamente entraba a la modernidad. Sin duda, fue una época de progreso, sin embargo, ese modelo hoy estaría fuera de contexto y sería incorrecto extrapolarlo a nuestros días.

El modelo económico que México ha tratado de concretar en los últimas décadas, es el de EXPOTACIÓN DE EXPORACIONES, básicamente un refrito del modelo maquilador, que sí generó una nueva industrialización en México, pero sin beneficios sociales, por lo menos a la escala del desarrollo estabilizador.

Un modelo económico donde el Estado benefactor, el Estado industrial, el Estado corporativista, la economía mixta y diversos experimentos endógenos se desmantelan para impulsar, como se le llamó en su momento, el LIBERALISMO SOCIAL, el liberalismo del TLCAN y su marco legal de una economía abierta, que realmente transformó las reglas de la economía cerrada precedente, para dar paso a la normatividad y servicios públicos de una economía abierta a la inversión extranjera, a combatir los monopolios, a desarrollar procesos de normalización y certificación adecuados, a generar sistemas de protección de inversiones, cuidado al medio ambiente y el respeto a los derechos humanos.

Este modelo económico sigue en proceso de implementación y no ha logrado cuajar, sus imperfecciones son notables y se reflejan en: la productividad; el dualismo social; el desarrollo territorial inadecuado y polarizante; la falta de infraestructura y personal calificado; la sobreregulación; la inseguridad sistémica que fomenta la economía legal, el robo de mercancías, la piratería y el contrabando; la desarticulación de las cadenas productivas; el bajo grado de integración nacional de nuestras exportaciones; la pobreza extrema y la alta diferenciación socioeconómica; la persistente corrupción en diferentes ámbitos de la vida pública y privada que afecta el clima de negocios; la falta de ahorro e inversión y; una raquítica derrama crediticia del 29% del PIB que raya simplemente en lo ridículo comparado con el promedio global de 133%.

Sin duda, habrá que estar atentos a las propuestas, a los debates sobre modelos económicos para México e insistir, que el enfoque de inclusión sea el eje estructural del nuevo modelo, que las y los trabajadores,jóvenes, mujeres, profesionistas, emprendedores, industriales, banqueros y comerciantes, así como otros sectores sociales denominados “grupos en situación de vulnerabilidad”, tengamos más oportunidades de crecer y desarrollarnos, donde la libertad de empresa y el talento emprendedor puedan articular un sector emergente de desarrollo y bienestar. Lo que las campañas políticas nos han dado hasta ahora converge en el incrementalismo, es decir, más de lo mismo pero mejor.