/ viernes 6 de septiembre de 2019

Incredulidad y violencia contra las mujeres

The Atlantic Monthly publicó un artículo que vale la pena rescatar, se llama “Una epidemia de incredulidad: lo que revela una nueva investigación sobre depredadores sexuales y por qué la policía no los atrapa”.

El texto es interesante, presenta un fenómeno global que se actualiza en las expresiones del pasado 16 de agosto, pone sobre la mesa dos temas de fondo: el primero, particularmente doloroso, es la duda sobre las denuncias de mujeres frente a hechos de violencia; y el segundo es la capacidad de respuesta que tiene el Estado mexicano.

Más allá del diálogo con organizaciones y activistas, la prioridad es presentar una ruta para proteger a las mujeres, pero para construirla, prevalecen muchas dudas como: ¿Qué estamos haciendo?; ¿Nuestras herramientas técnicas son adecuadas?; ¿Nuestros protocolos son eficaces?; ¿Nuestros funcionarios están capacitados para atenderlo?

Son temas que aparentan ser sencillos, pero parece que no tenemos claridad, por ejemplo: ¿Realmente el kit que usan las diferentes autoridades para lograr pruebas de violación es el adecuado o siquiera útil para resolverlo?; ¿Cuántos violadores han sido condenados por apoyo de las evidencias periciales?; ¿Cuántas mujeres sienten que son atendidas con la humanidad, sensibilidad y dignidad que se requiere?

Todas estas preguntas y muchas más deben motivar un debate nacional, una reflexión profunda y la toma de conciencia de nuestra sociedad.

Además de las preguntas y el hecho de que la violencia contra la mujer por el hecho de ser mujer afecta a la humanidad y al país provoca indignación, nos obliga a una reflexión nacional, y a la toma de conciencia, pero sobre todo, a la construcción de una ruta colectiva y viable.

El artículo de Barbara Bradley Hagerty pone como uno de los ejes principales del problema la incredulidad global de ciertas autoridades sobre las denuncias de mujeres, por lo que sin prejuzgar y guardando el Estado de Derecho, en lo personal, pienso que cualquier mujer que denuncia cualquier tipo de violencia como la intrafamiliar, laboral, verbal, sexual, sicológico o cultural, debe ser tomada en serio y por principio se debe de creer en la voz de estas víctimas, la duda retrasa la justicia y confunde, la atención debe ser inmediata y se debe partir desde el principio de dignidad y no de la duda en la víctima.

La conclusión es tristemente sencilla, necesitamos de una revisión puntual de todos los procesos, en particular incluyendo los protocolos de atención, los mecanismos de prueba y los medios legales para obtenerla, pero sobre todo, creer en la palabra de una mujer que denuncia.

Twitter: @LuisH_Fernandez

The Atlantic Monthly publicó un artículo que vale la pena rescatar, se llama “Una epidemia de incredulidad: lo que revela una nueva investigación sobre depredadores sexuales y por qué la policía no los atrapa”.

El texto es interesante, presenta un fenómeno global que se actualiza en las expresiones del pasado 16 de agosto, pone sobre la mesa dos temas de fondo: el primero, particularmente doloroso, es la duda sobre las denuncias de mujeres frente a hechos de violencia; y el segundo es la capacidad de respuesta que tiene el Estado mexicano.

Más allá del diálogo con organizaciones y activistas, la prioridad es presentar una ruta para proteger a las mujeres, pero para construirla, prevalecen muchas dudas como: ¿Qué estamos haciendo?; ¿Nuestras herramientas técnicas son adecuadas?; ¿Nuestros protocolos son eficaces?; ¿Nuestros funcionarios están capacitados para atenderlo?

Son temas que aparentan ser sencillos, pero parece que no tenemos claridad, por ejemplo: ¿Realmente el kit que usan las diferentes autoridades para lograr pruebas de violación es el adecuado o siquiera útil para resolverlo?; ¿Cuántos violadores han sido condenados por apoyo de las evidencias periciales?; ¿Cuántas mujeres sienten que son atendidas con la humanidad, sensibilidad y dignidad que se requiere?

Todas estas preguntas y muchas más deben motivar un debate nacional, una reflexión profunda y la toma de conciencia de nuestra sociedad.

Además de las preguntas y el hecho de que la violencia contra la mujer por el hecho de ser mujer afecta a la humanidad y al país provoca indignación, nos obliga a una reflexión nacional, y a la toma de conciencia, pero sobre todo, a la construcción de una ruta colectiva y viable.

El artículo de Barbara Bradley Hagerty pone como uno de los ejes principales del problema la incredulidad global de ciertas autoridades sobre las denuncias de mujeres, por lo que sin prejuzgar y guardando el Estado de Derecho, en lo personal, pienso que cualquier mujer que denuncia cualquier tipo de violencia como la intrafamiliar, laboral, verbal, sexual, sicológico o cultural, debe ser tomada en serio y por principio se debe de creer en la voz de estas víctimas, la duda retrasa la justicia y confunde, la atención debe ser inmediata y se debe partir desde el principio de dignidad y no de la duda en la víctima.

La conclusión es tristemente sencilla, necesitamos de una revisión puntual de todos los procesos, en particular incluyendo los protocolos de atención, los mecanismos de prueba y los medios legales para obtenerla, pero sobre todo, creer en la palabra de una mujer que denuncia.

Twitter: @LuisH_Fernandez