/ jueves 28 de septiembre de 2017

Indignación

Los mexicanos estamos de luto y también estamos indignados. Tras los sismos, duele ver a miles de familias que perdieron a seres queridos y otras tantas que han quedado en el desamparo; sin un techo para vivir, ni pertenencias, ni recursos ni nada.

Los mexicanos estamos dolidos, pero en la mayoría de todos nosotros existe una profunda indignación por todo lo que esta tragedia nos ha mostrado: irresponsabilidad, corrupción, ineficacia y, por si fuera poco, oportunismo político.

Ciertamente, nadie está a salvo de todos los riesgos que un temblor trae consigo. Sin embargo, cuando algunos sectores de la sociedad encuentran la forma de evadir las normas para obtener un mayor beneficio personal, por una parte; y cuando existen gobiernos que abren la puerta a la corrupción, por la otra, ambos pasan por alto que lo que está de por medio son vidas humanas.

Poco a poco los medios de comunicación van mostrando una larga serie de omisiones en materia de construcción en la Ciudad de México: edificaciones o ampliaciones irregulares, ausencia de permisos, materiales de mala calidad y falta de supervisión, esto tanto para edificios recientes como antiguos, entre otras tantas deficiencias. En estos días leía yo que, como resultado de los sismos de hace 32 años, a partir de 1987 se empezó a desarrollar una muy buena normatividad en materia de estructuración de inmuebles, tanto así que el reglamento de construcción de la capital goza del reconocimiento internacional.

No quiero decir que todo el desastre en condominios y edificios habitacionales sea resultado del incumplimiento de los reglamentos, pero algo importante nos debe decir el hecho de que, precisamente en estos espacios, es en donde se ha concentrado el mayor número de víctimas.

En 2011, con motivo de los 26 años de los sismos de 1985, especialistas de la UNAM ya habían advertido que en la CdMx no se aplican totalmente las normas para la construcción y que tampoco existe suficiente personal capacitado para verificar el cumplimiento de las mismas. Dudo mucho que en 6 años hayamos avanzado sustancialmente en este tema.

Podríamos tener la mejor reglamentación del mundo, pero si los gobiernos permiten que ésta no se cumpla puntualmente o mientras exista discrecionalidad en su aplicación, las consecuencias seguirán estando a la vista.

Con justa razón en estos momentos se cuestiona a los gobiernos por todas las fallas y omisiones, por su incapacidad y negligencia; pero también debemos voltear a ver a aquellos miembros de la sociedad que irresponsablemente no cumplieron con las normas de construcción, que únicamente buscaron su propio beneficio y que no les importó la seguridad de las personas. Ellos también deben rendir cuentas.

Quiero aprovechar este espacio para expresar mi más amplio mi reconocimiento a la sociedad mexicana, por sus muestras de solidaridad y unidad. Me refiero a hombres y mujeres anónimos que salieron a las calles; que aportaron tiempo, esfuerzos, víveres y recursos para apoyar a las personas en desgracia o bien para ayudar en las labores de rescate.

De igual forma, mi reconocimiento a los elementos del Ejército, la Marina, bomberos, policías y cuerpos de emergencia; todos ellos nos han mostrado su compromiso con México y los mexicanos.

Estoy orgulloso de esta sociedad que nuevamente se movilizó y rebasó a los gobiernos federal y locales. Para esta sociedad viva, llena de energía y entereza, mi admiración y aprecio.

Presidente de la Academia Mexicana de Educación

Los mexicanos estamos de luto y también estamos indignados. Tras los sismos, duele ver a miles de familias que perdieron a seres queridos y otras tantas que han quedado en el desamparo; sin un techo para vivir, ni pertenencias, ni recursos ni nada.

Los mexicanos estamos dolidos, pero en la mayoría de todos nosotros existe una profunda indignación por todo lo que esta tragedia nos ha mostrado: irresponsabilidad, corrupción, ineficacia y, por si fuera poco, oportunismo político.

Ciertamente, nadie está a salvo de todos los riesgos que un temblor trae consigo. Sin embargo, cuando algunos sectores de la sociedad encuentran la forma de evadir las normas para obtener un mayor beneficio personal, por una parte; y cuando existen gobiernos que abren la puerta a la corrupción, por la otra, ambos pasan por alto que lo que está de por medio son vidas humanas.

Poco a poco los medios de comunicación van mostrando una larga serie de omisiones en materia de construcción en la Ciudad de México: edificaciones o ampliaciones irregulares, ausencia de permisos, materiales de mala calidad y falta de supervisión, esto tanto para edificios recientes como antiguos, entre otras tantas deficiencias. En estos días leía yo que, como resultado de los sismos de hace 32 años, a partir de 1987 se empezó a desarrollar una muy buena normatividad en materia de estructuración de inmuebles, tanto así que el reglamento de construcción de la capital goza del reconocimiento internacional.

No quiero decir que todo el desastre en condominios y edificios habitacionales sea resultado del incumplimiento de los reglamentos, pero algo importante nos debe decir el hecho de que, precisamente en estos espacios, es en donde se ha concentrado el mayor número de víctimas.

En 2011, con motivo de los 26 años de los sismos de 1985, especialistas de la UNAM ya habían advertido que en la CdMx no se aplican totalmente las normas para la construcción y que tampoco existe suficiente personal capacitado para verificar el cumplimiento de las mismas. Dudo mucho que en 6 años hayamos avanzado sustancialmente en este tema.

Podríamos tener la mejor reglamentación del mundo, pero si los gobiernos permiten que ésta no se cumpla puntualmente o mientras exista discrecionalidad en su aplicación, las consecuencias seguirán estando a la vista.

Con justa razón en estos momentos se cuestiona a los gobiernos por todas las fallas y omisiones, por su incapacidad y negligencia; pero también debemos voltear a ver a aquellos miembros de la sociedad que irresponsablemente no cumplieron con las normas de construcción, que únicamente buscaron su propio beneficio y que no les importó la seguridad de las personas. Ellos también deben rendir cuentas.

Quiero aprovechar este espacio para expresar mi más amplio mi reconocimiento a la sociedad mexicana, por sus muestras de solidaridad y unidad. Me refiero a hombres y mujeres anónimos que salieron a las calles; que aportaron tiempo, esfuerzos, víveres y recursos para apoyar a las personas en desgracia o bien para ayudar en las labores de rescate.

De igual forma, mi reconocimiento a los elementos del Ejército, la Marina, bomberos, policías y cuerpos de emergencia; todos ellos nos han mostrado su compromiso con México y los mexicanos.

Estoy orgulloso de esta sociedad que nuevamente se movilizó y rebasó a los gobiernos federal y locales. Para esta sociedad viva, llena de energía y entereza, mi admiración y aprecio.

Presidente de la Academia Mexicana de Educación