/ sábado 27 de enero de 2018

Infame

Los territorios de los actuales estados norteamericanos de Texas, Nuevo México y Arizona, formaban parte de los 19 estados y los cuatro territorios que enumeraba la Constitución de la República Federal Mexicana de 1824.  El englobamiento lo efectúan los Estados Unidos de América mediante una injusta guerra de conquista no declarada, perpetrada por el presidente número once James Knox Polk en 1847.   Muy pocos mexicanos han leído la descripción de las malas artes que utilizó ese presidente para ordenar al invasión militar y la anexión de Texas. En su primer informe, Polk, miembro del Partido Demócrata, fundamentó el primer despojo territorial continental y las anexiones de islas, el 4 de marzo de 1845 en un párrafo de su primer informe de gobierno en marzo 4 de 1845: “Considero la anexión como un asunto que concierne en exclusiva a los Estados Unidos. Al parecer otras potencias no comprenden el verdadero carácter de nuestro Gobierno. Nuestra Unión es una confederación de Estados independientes cuya vocación es vivir en paz entre nosotros y con todo el mundo. Ampliar nuestros límites significa extender la paz en la población de los territorios que nos anexemos. El mundo nada tiene que temer. Ensanchar nuestros límites es extender los dominios de la paz en territorios cada vez más amplios con poblaciones más numerosas. El mundo nada tiene que temer de las ambiciones militares de nuestro gobierno, mientras el Primer Magistrado y la rama popular del Congreso sean elegidos por pequeños períodos mediante el voto de los millones de habitantes que deban padecer los dolores y las miserias de la guerra. Nuestro gobierno será siempre un gobierno que busca la paz. Las potencias extranjeras no deber ver la anexión de Texas a los Estados Unidos como la conquista de una nación que quiere extender sus dominios mediante la violencia y las armas, sino como la recuperación pacífica de un territorio que alguna vez fue nuestro, para sumarlo como miembro a nuestra confederación, mediante su consentimiento y de esta manera disminuimos las posibilidades de una guerra y al mismo tiempo les abrimos a sus habitantes mercados cada vez más amplios para sus productos…” Infame.     

Los gobiernos de Taylor y Fillmore maquinaron para despojar a México de otras importantes porciones territoriales hasta culminar con la compra de Gadsden, o Venta de la Mesilla, propuesta amenazadoramente en 1853 por el gobernador de Nuevo México William Carr Lane, con el apoyo del décimo cuarto  presidente Franklin Pierce.

Menos administradores federales mexicanos conocen la historia de los sucesivos despojos territoriales que padeció México durante las iniciales cuatro décadas del convulso siglo XIX. Un número menor de funcionarios federales sabe que nuestro vecino engulló las islas Hawái como resultado de un Tratado de Comercio que el gobierno estadounidense obligó a firmar a la monarquía tradicional de esas islas. Y que un tratado semejante propuesto a México por la misma administración estadounidense fue rechazado por Porfirio Díaz por consejo de...¡Limantour!

El secretario de Economía Wilbur Ross precisó ayer en Davos que al gobierno de Estados Unidos no le corre prisa en la negociación del TLCAN. “No buscamos un acuerdo rápido sino un buen acuerdo. En julio habrá elecciones presidenciales en México; en Estados Unidos en noviembre habrá elecciones en congreso federal y elecciones regionales en Canadá en noviembre.  Como ven…no hay prisa.”   

   

Los territorios de los actuales estados norteamericanos de Texas, Nuevo México y Arizona, formaban parte de los 19 estados y los cuatro territorios que enumeraba la Constitución de la República Federal Mexicana de 1824.  El englobamiento lo efectúan los Estados Unidos de América mediante una injusta guerra de conquista no declarada, perpetrada por el presidente número once James Knox Polk en 1847.   Muy pocos mexicanos han leído la descripción de las malas artes que utilizó ese presidente para ordenar al invasión militar y la anexión de Texas. En su primer informe, Polk, miembro del Partido Demócrata, fundamentó el primer despojo territorial continental y las anexiones de islas, el 4 de marzo de 1845 en un párrafo de su primer informe de gobierno en marzo 4 de 1845: “Considero la anexión como un asunto que concierne en exclusiva a los Estados Unidos. Al parecer otras potencias no comprenden el verdadero carácter de nuestro Gobierno. Nuestra Unión es una confederación de Estados independientes cuya vocación es vivir en paz entre nosotros y con todo el mundo. Ampliar nuestros límites significa extender la paz en la población de los territorios que nos anexemos. El mundo nada tiene que temer. Ensanchar nuestros límites es extender los dominios de la paz en territorios cada vez más amplios con poblaciones más numerosas. El mundo nada tiene que temer de las ambiciones militares de nuestro gobierno, mientras el Primer Magistrado y la rama popular del Congreso sean elegidos por pequeños períodos mediante el voto de los millones de habitantes que deban padecer los dolores y las miserias de la guerra. Nuestro gobierno será siempre un gobierno que busca la paz. Las potencias extranjeras no deber ver la anexión de Texas a los Estados Unidos como la conquista de una nación que quiere extender sus dominios mediante la violencia y las armas, sino como la recuperación pacífica de un territorio que alguna vez fue nuestro, para sumarlo como miembro a nuestra confederación, mediante su consentimiento y de esta manera disminuimos las posibilidades de una guerra y al mismo tiempo les abrimos a sus habitantes mercados cada vez más amplios para sus productos…” Infame.     

Los gobiernos de Taylor y Fillmore maquinaron para despojar a México de otras importantes porciones territoriales hasta culminar con la compra de Gadsden, o Venta de la Mesilla, propuesta amenazadoramente en 1853 por el gobernador de Nuevo México William Carr Lane, con el apoyo del décimo cuarto  presidente Franklin Pierce.

Menos administradores federales mexicanos conocen la historia de los sucesivos despojos territoriales que padeció México durante las iniciales cuatro décadas del convulso siglo XIX. Un número menor de funcionarios federales sabe que nuestro vecino engulló las islas Hawái como resultado de un Tratado de Comercio que el gobierno estadounidense obligó a firmar a la monarquía tradicional de esas islas. Y que un tratado semejante propuesto a México por la misma administración estadounidense fue rechazado por Porfirio Díaz por consejo de...¡Limantour!

El secretario de Economía Wilbur Ross precisó ayer en Davos que al gobierno de Estados Unidos no le corre prisa en la negociación del TLCAN. “No buscamos un acuerdo rápido sino un buen acuerdo. En julio habrá elecciones presidenciales en México; en Estados Unidos en noviembre habrá elecciones en congreso federal y elecciones regionales en Canadá en noviembre.  Como ven…no hay prisa.”   

   

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