/ viernes 26 de abril de 2019

Inseguridad; nadie ha podido

La realidad y los resultados de nuevos estudios terminaron por confirmar lo que, en este espacio y desde otros sectores de la sociedad, sistemáticamente se ha denunciado: la violencia y la inseguridad siguen siendo una prioridad nacional.

La crueldad, cada vez mayor, de la violencia se ha vuelto algo cotidiano. Sin embargo, cuando vemos que entre las víctimas se encuentran niñas, niños, mujeres, ancianos y ciudadanos que tuvieron la mala fortuna de quedar en medio del fuego desatado por los criminales, nuestra capacidad de asombro supera todos los límites.

En el tiempo transcurrido entre mi última colaboración —en la que también abordé esta problemática— y la que se publica este día, conocimos los resultados de la “Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana” realizada por el INEGI al mes de marzo de este año. El siguiente dato sintetiza todo: el 74.6 por ciento de la población de 18 años y más, considera que vivir en su ciudad es inseguro.

Más allá de todo aquello que, justificada y ampliamente, se ha escrito en la opinión pública, esta ocasión comparto con todos ustedes las siguientes reflexiones:

Uno. Culpar a gobiernos pasados de la crisis de violencia e inseguridad que está arrastrando al país no resuelve el problema. El gobierno de AMLO continúa señalando culpables; en consecuencia, más que resultados, la sociedad únicamente recibe excusas y las masacres siguen estando a la orden del día.

Dos. Cuando el crimen organizado ya no se tienta el corazón en acabar también con la vida de inocentes -en los ajustes de cuentas entre bandas rivales-, no sólo estamos hablando de grupos criminales fortalecidos, sino de un abierto desafío al Estado y al gobierno en turno.

Tres. Como resultado de lo anterior, es evidente que el crimen organizado no va a entregar tan fácilmente las distintas plazas en su poder, ni mucho menos va a renunciar al resto de sus actividades delictivas ahora diversificadas a lo largo y ancho del país. Este seguirá siendo, probablemente, el mayor desafío de la Cuarta Transformación, pues estamos hablando de la pérdida de miles de vidas humanas.

Cuatro. En el ámbito local tiene lugar la expresión más clara de lo que ocurre a escala nacional. La alternancia política registrada en distintas entidades del país en julio de 2018 no se tradujo en una mayor seguridad para sus ciudadanos, como en su momento prometieron los diferentes candidatos. Las entidades de Veracruz, Morelos, Tabasco y la Ciudad de México —gobernados por Morena— concentran altos índices de violencia y los gobernadores y Jefa de Gobierno se encuentran totalmente rebasados. En Guanajuato, los ciudadanos optaron por la continuidad (PAN), pero la situación empeoró, llevando al estado a convertirse en uno de los más violentos y en Jalisco, que ganó Movimiento Ciudadano, las cosas tampoco van nada bien.

Cinco. El crimen organizado no se detiene ante nada. Nunca como ahora a nivel estatal habíamos tenido un mosaico tan amplio de opciones políticas que ya son gobierno. Nunca como ahora habíamos tenido una expresión tan rica de la democracia en términos de su pluralidad política e ideológica. Tenemos entidades gobernadas por el PAN, PRI, Morena, MC, PRD y hasta un Independiente; sin embargo, ningún estado puede presumir que va ganando la batalla a la delincuencia. La conclusión es que ninguna opción política es capaz de brindar seguridad a sus ciudadanos. Nadie ha dado el ancho para resolver este problema.

Seis. Todo parece indicar que el crimen organizado actúa en base a estrategias bien definidas y coordinadas: sabe muy bien los sitios y los objetivos a atacar, horarios y rutas para evadir la presencia de las fuerzas federales. A pesar de los golpes que la Marina, el Ejército o la Policía Federal les ha propinado, sus estructuras mantienen una gran capacidad para seguir operando y disputar nuevos territorios al costo que sea.

Siete. La estrategia de AMLO recae, en gran parte, en la conformación de la Guardia Nacional, pero esto no puede pasar por alto el componente local. La violencia también está dando cuenta de todo lo que falta por hacer tanto en las corporaciones policiacas estatales y municipales, así como en las instituciones de impartición de justicia. Sin un acompañamiento local, la estrategia nacional difícilmente contará con la solidez y eficacia que se necesita.

Estando así las cosas y más allá de la estrategia que la 4T intenta poner en marcha, bien valdría la pena emprender una verdadera Cruzada Nacional en contra de la violencia. Desde luego, esto implica, en principio, dejar de señalar culpables y dejar atrás la polarización.

Creo que es momento de convocar a toda la sociedad a hacerle frente a este mal, es momento de sumar y de unir a los mexicanos en torno a un objetivo común: nuestra seguridad y nuestra tranquilidad.

Presidente de la Academia Mexicana de Educación

La realidad y los resultados de nuevos estudios terminaron por confirmar lo que, en este espacio y desde otros sectores de la sociedad, sistemáticamente se ha denunciado: la violencia y la inseguridad siguen siendo una prioridad nacional.

La crueldad, cada vez mayor, de la violencia se ha vuelto algo cotidiano. Sin embargo, cuando vemos que entre las víctimas se encuentran niñas, niños, mujeres, ancianos y ciudadanos que tuvieron la mala fortuna de quedar en medio del fuego desatado por los criminales, nuestra capacidad de asombro supera todos los límites.

En el tiempo transcurrido entre mi última colaboración —en la que también abordé esta problemática— y la que se publica este día, conocimos los resultados de la “Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana” realizada por el INEGI al mes de marzo de este año. El siguiente dato sintetiza todo: el 74.6 por ciento de la población de 18 años y más, considera que vivir en su ciudad es inseguro.

Más allá de todo aquello que, justificada y ampliamente, se ha escrito en la opinión pública, esta ocasión comparto con todos ustedes las siguientes reflexiones:

Uno. Culpar a gobiernos pasados de la crisis de violencia e inseguridad que está arrastrando al país no resuelve el problema. El gobierno de AMLO continúa señalando culpables; en consecuencia, más que resultados, la sociedad únicamente recibe excusas y las masacres siguen estando a la orden del día.

Dos. Cuando el crimen organizado ya no se tienta el corazón en acabar también con la vida de inocentes -en los ajustes de cuentas entre bandas rivales-, no sólo estamos hablando de grupos criminales fortalecidos, sino de un abierto desafío al Estado y al gobierno en turno.

Tres. Como resultado de lo anterior, es evidente que el crimen organizado no va a entregar tan fácilmente las distintas plazas en su poder, ni mucho menos va a renunciar al resto de sus actividades delictivas ahora diversificadas a lo largo y ancho del país. Este seguirá siendo, probablemente, el mayor desafío de la Cuarta Transformación, pues estamos hablando de la pérdida de miles de vidas humanas.

Cuatro. En el ámbito local tiene lugar la expresión más clara de lo que ocurre a escala nacional. La alternancia política registrada en distintas entidades del país en julio de 2018 no se tradujo en una mayor seguridad para sus ciudadanos, como en su momento prometieron los diferentes candidatos. Las entidades de Veracruz, Morelos, Tabasco y la Ciudad de México —gobernados por Morena— concentran altos índices de violencia y los gobernadores y Jefa de Gobierno se encuentran totalmente rebasados. En Guanajuato, los ciudadanos optaron por la continuidad (PAN), pero la situación empeoró, llevando al estado a convertirse en uno de los más violentos y en Jalisco, que ganó Movimiento Ciudadano, las cosas tampoco van nada bien.

Cinco. El crimen organizado no se detiene ante nada. Nunca como ahora a nivel estatal habíamos tenido un mosaico tan amplio de opciones políticas que ya son gobierno. Nunca como ahora habíamos tenido una expresión tan rica de la democracia en términos de su pluralidad política e ideológica. Tenemos entidades gobernadas por el PAN, PRI, Morena, MC, PRD y hasta un Independiente; sin embargo, ningún estado puede presumir que va ganando la batalla a la delincuencia. La conclusión es que ninguna opción política es capaz de brindar seguridad a sus ciudadanos. Nadie ha dado el ancho para resolver este problema.

Seis. Todo parece indicar que el crimen organizado actúa en base a estrategias bien definidas y coordinadas: sabe muy bien los sitios y los objetivos a atacar, horarios y rutas para evadir la presencia de las fuerzas federales. A pesar de los golpes que la Marina, el Ejército o la Policía Federal les ha propinado, sus estructuras mantienen una gran capacidad para seguir operando y disputar nuevos territorios al costo que sea.

Siete. La estrategia de AMLO recae, en gran parte, en la conformación de la Guardia Nacional, pero esto no puede pasar por alto el componente local. La violencia también está dando cuenta de todo lo que falta por hacer tanto en las corporaciones policiacas estatales y municipales, así como en las instituciones de impartición de justicia. Sin un acompañamiento local, la estrategia nacional difícilmente contará con la solidez y eficacia que se necesita.

Estando así las cosas y más allá de la estrategia que la 4T intenta poner en marcha, bien valdría la pena emprender una verdadera Cruzada Nacional en contra de la violencia. Desde luego, esto implica, en principio, dejar de señalar culpables y dejar atrás la polarización.

Creo que es momento de convocar a toda la sociedad a hacerle frente a este mal, es momento de sumar y de unir a los mexicanos en torno a un objetivo común: nuestra seguridad y nuestra tranquilidad.

Presidente de la Academia Mexicana de Educación