/ domingo 10 de febrero de 2019

Instituto de Geofísica: paradigma científico 

En días pasados, nuestra máxima Casa de Estudios conmemoró el septuagésimo aniversario de una de sus entidades de investigación con mayor prestigio, vinculación y trascendencia en la vida diaria de la sociedad mexicana: el Instituto de Geofísica, cuyos orígenes en el seno universitario se remontan a los tiempos en los que el Instituto Geológico de México, fundado en 1888, pasó a formar parte de la UNAM a partir de noviembre de 1929. Ello, aún y cuando en esos álgidos momentos la discusión en el legislativo federal giraba en torno a la oposición de diversos sectores en torno a que ciertos observatorios y la investigación científica a cargo del Estado pasaran a depender de la universidad recientemente autonomizada.

Una de las voces críticas era la de Pastor Rouaix, quien buscaba crear un “Instituto Científico Nacional”, entre cuyas investigaciones consideraba debían ubicarse las de carácter biológico, geográfico, geológico y geofísico, y en el que tendrían que quedar integrados la Dirección de Estudios Biológicos, el Observatorio Astronómico, el Instituto Geológico, el Museo Nacional de Arqueología e Historia, así como la Dirección de Estudios Geográficos y Climatológicos. Propuesta para la que contaba con el apoyo de la Asociación Geofísica de México que había sido fundada en 1928. Sin embargo, el disenso no prosperó y, al final, el Instituto Geológico fue incorporado a la UNAM y los estudios geofísicos a su quehacer sustantivo. No obstante, será en 1945 cuando un nuevo proceso de reestructura institucional comenzará a raíz de que el H. Consejo Universitario apruebe la propuesta presentada por el entonces director de la Facultad de Ciencias, Ing. Ricardo Monges, de crear el Instituto de Geofísica, cuyas labores comenzaron formalmente el 7 de febrero de 1949.

En un inicio, fueron seis los departamentos que integraron al Instituto: sismología, geodesia, geomecánica, vulcanología y geofísica aplicada, pero desde sus primeros proyectos se comenzó a plantear la posibilidad de establecer tres nuevas áreas de investigación: oceanografía, hidrología y meteorología, en espera de poder vincularlas a las temáticas centrales del Instituto que pronto abarcó el análisis gravimétrico, de mareas y rayos cósmicos, tarea esta última en la que participaron personajes ilustres de la ciencia mexicana como Manuel Sandoval Vallarta, Nabor Carrillo y Emilio Rosenblueth. En tan solo un par de décadas fue tal el crecimiento de la nueva institución que no tardó en dar origen, a su vez, a nuevos centros de investigación como el de Investigación Científica y Educación Superior de Ensenada, el de Ciencias de la Atmósfera en Ciudad Universitaria y el de Geociencias en Juriquilla.

En la actualidad, sus unidades de investigación son las siguientes: ciencias espaciales, geomagnetismo y exploración, recursos naturales, radiación solar, sismología y vulcanología. En el ámbito de la docencia, el Instituto es sede desde 1997 del posgrado en Ciencias de la Tierra -cuyo antecedente fue el posgrado en geofísica, éste a su vez establecido en 1986- y de una extensión académica en la Unidad Michoacán albergada en la Escuela Nacional de Estudios Profesionales Morelia. Cuenta con diversos observatorios como el Geomagnético de Teoloyucan, de Geociencias, el Solar Mexicano de Gran Altura u Osomega en la Sierra Negra de Puebla, el de Centelleo Interplanetario de Coeneo (Mexart) en Michoacán, el de Radio Astronomía Solar, el de Radio-Interferometría Solar, el de Rayos Cósmicos, el Scintillator Cosmic Ray Super Telescope en Tonantzintla. Participa en el Geoparque Mundial de la UNESCO Comarca Minera y posee treinta y un laboratorios: de Análisis de Partículas y Separación de Minerales, de Análisis de Riesgos, de Cartografía Digital, de Cartografía Oceánica, de Cromatografía de Gases Volcánicos, de Electrónica (Geofísica Aplicada), de Geodesia Satelital, de Investigación Geoquímica, de Microscopios de Vulcanología, de Paleoceanografía, de Paleoclimas, de Paleolimnología, de Paleomagnetismo, de Petrografía, de Petrografía y Microtermometría, de Petrología, de Petrología Experimental, de Propiedades Térmicas de Rocas, de Química Analítica, de Radioactividad Natural, de Sedimentología Volcánica, de Termoluminiscencia, el ICP-MS, el Interinstitucional de Magnetismo Natural, de Clima Espacial, el Arqueomagnético Nacional, de Geoquímica de Fluidos Geotérmicos, de Microanálisis, de Vulcanología y Granulometría, de Geofísica Ambiental, de Geoquímica Isotópica, de Radiocarbono, además del Museo de Geofísica, inaugurado en 2010.

Finalmente, del Instituto dependen seis servicios de importancia fundamental no solo para la UNAM, sino para la Nación en su conjunto, en cuestión de protección civil y seguridad pública y nacional, así como para el intercambio mundial de datos científicos. Estos son los Servicios Magnético, Mareográfico Nacional, Solarímetro Mexicano, de Clima Espacial, de Geodesia Satelital y, por supuesto, el emblemático Servicio Sismológico Nacional, cuya ejemplar operación y red nacional e internacional de monitoreo precede en antigüedad aún al propio Instituto, al haber sido fundado por decreto presidencial en 1910.

Sí, una impresionante estructura científica y humana gracias a la cual la UNAM deviene en actor principal en nuestro país y referente mundial del estudio y monitoreo científico de eventos sísmicos, volcánicos, hidrológicos (entre otros como inundaciones y contaminación de aguas subterráneas), de subsidencia y de clima espacial (comprendidas las tormentas geomagnéticas), pero ante todo, un motivo esencial por el cual, no solo como universitarios, sino como mexicanos, nos debemos de enorgullecer porque instituciones como éstas, de las que tanto tenemos que aprender y reconocer, puedan existir. No solo por lo que contribuyen al desarrollo de la ciencia y al intercambio de la información, sino por la invaluable labor científica y función social que desarrollan en beneficio de la población.

bettyzanolli@gmail.com

@BettyZanolli


En días pasados, nuestra máxima Casa de Estudios conmemoró el septuagésimo aniversario de una de sus entidades de investigación con mayor prestigio, vinculación y trascendencia en la vida diaria de la sociedad mexicana: el Instituto de Geofísica, cuyos orígenes en el seno universitario se remontan a los tiempos en los que el Instituto Geológico de México, fundado en 1888, pasó a formar parte de la UNAM a partir de noviembre de 1929. Ello, aún y cuando en esos álgidos momentos la discusión en el legislativo federal giraba en torno a la oposición de diversos sectores en torno a que ciertos observatorios y la investigación científica a cargo del Estado pasaran a depender de la universidad recientemente autonomizada.

Una de las voces críticas era la de Pastor Rouaix, quien buscaba crear un “Instituto Científico Nacional”, entre cuyas investigaciones consideraba debían ubicarse las de carácter biológico, geográfico, geológico y geofísico, y en el que tendrían que quedar integrados la Dirección de Estudios Biológicos, el Observatorio Astronómico, el Instituto Geológico, el Museo Nacional de Arqueología e Historia, así como la Dirección de Estudios Geográficos y Climatológicos. Propuesta para la que contaba con el apoyo de la Asociación Geofísica de México que había sido fundada en 1928. Sin embargo, el disenso no prosperó y, al final, el Instituto Geológico fue incorporado a la UNAM y los estudios geofísicos a su quehacer sustantivo. No obstante, será en 1945 cuando un nuevo proceso de reestructura institucional comenzará a raíz de que el H. Consejo Universitario apruebe la propuesta presentada por el entonces director de la Facultad de Ciencias, Ing. Ricardo Monges, de crear el Instituto de Geofísica, cuyas labores comenzaron formalmente el 7 de febrero de 1949.

En un inicio, fueron seis los departamentos que integraron al Instituto: sismología, geodesia, geomecánica, vulcanología y geofísica aplicada, pero desde sus primeros proyectos se comenzó a plantear la posibilidad de establecer tres nuevas áreas de investigación: oceanografía, hidrología y meteorología, en espera de poder vincularlas a las temáticas centrales del Instituto que pronto abarcó el análisis gravimétrico, de mareas y rayos cósmicos, tarea esta última en la que participaron personajes ilustres de la ciencia mexicana como Manuel Sandoval Vallarta, Nabor Carrillo y Emilio Rosenblueth. En tan solo un par de décadas fue tal el crecimiento de la nueva institución que no tardó en dar origen, a su vez, a nuevos centros de investigación como el de Investigación Científica y Educación Superior de Ensenada, el de Ciencias de la Atmósfera en Ciudad Universitaria y el de Geociencias en Juriquilla.

En la actualidad, sus unidades de investigación son las siguientes: ciencias espaciales, geomagnetismo y exploración, recursos naturales, radiación solar, sismología y vulcanología. En el ámbito de la docencia, el Instituto es sede desde 1997 del posgrado en Ciencias de la Tierra -cuyo antecedente fue el posgrado en geofísica, éste a su vez establecido en 1986- y de una extensión académica en la Unidad Michoacán albergada en la Escuela Nacional de Estudios Profesionales Morelia. Cuenta con diversos observatorios como el Geomagnético de Teoloyucan, de Geociencias, el Solar Mexicano de Gran Altura u Osomega en la Sierra Negra de Puebla, el de Centelleo Interplanetario de Coeneo (Mexart) en Michoacán, el de Radio Astronomía Solar, el de Radio-Interferometría Solar, el de Rayos Cósmicos, el Scintillator Cosmic Ray Super Telescope en Tonantzintla. Participa en el Geoparque Mundial de la UNESCO Comarca Minera y posee treinta y un laboratorios: de Análisis de Partículas y Separación de Minerales, de Análisis de Riesgos, de Cartografía Digital, de Cartografía Oceánica, de Cromatografía de Gases Volcánicos, de Electrónica (Geofísica Aplicada), de Geodesia Satelital, de Investigación Geoquímica, de Microscopios de Vulcanología, de Paleoceanografía, de Paleoclimas, de Paleolimnología, de Paleomagnetismo, de Petrografía, de Petrografía y Microtermometría, de Petrología, de Petrología Experimental, de Propiedades Térmicas de Rocas, de Química Analítica, de Radioactividad Natural, de Sedimentología Volcánica, de Termoluminiscencia, el ICP-MS, el Interinstitucional de Magnetismo Natural, de Clima Espacial, el Arqueomagnético Nacional, de Geoquímica de Fluidos Geotérmicos, de Microanálisis, de Vulcanología y Granulometría, de Geofísica Ambiental, de Geoquímica Isotópica, de Radiocarbono, además del Museo de Geofísica, inaugurado en 2010.

Finalmente, del Instituto dependen seis servicios de importancia fundamental no solo para la UNAM, sino para la Nación en su conjunto, en cuestión de protección civil y seguridad pública y nacional, así como para el intercambio mundial de datos científicos. Estos son los Servicios Magnético, Mareográfico Nacional, Solarímetro Mexicano, de Clima Espacial, de Geodesia Satelital y, por supuesto, el emblemático Servicio Sismológico Nacional, cuya ejemplar operación y red nacional e internacional de monitoreo precede en antigüedad aún al propio Instituto, al haber sido fundado por decreto presidencial en 1910.

Sí, una impresionante estructura científica y humana gracias a la cual la UNAM deviene en actor principal en nuestro país y referente mundial del estudio y monitoreo científico de eventos sísmicos, volcánicos, hidrológicos (entre otros como inundaciones y contaminación de aguas subterráneas), de subsidencia y de clima espacial (comprendidas las tormentas geomagnéticas), pero ante todo, un motivo esencial por el cual, no solo como universitarios, sino como mexicanos, nos debemos de enorgullecer porque instituciones como éstas, de las que tanto tenemos que aprender y reconocer, puedan existir. No solo por lo que contribuyen al desarrollo de la ciencia y al intercambio de la información, sino por la invaluable labor científica y función social que desarrollan en beneficio de la población.

bettyzanolli@gmail.com

@BettyZanolli