/ lunes 28 de septiembre de 2020

Instituto para ¿Devolver? al Pueblo lo Robado

Las renuncias y cambios en las administraciones federales no son una cosa poco común. Es los países democráticos es usual que, cuando un funcionario enfrenta una situación muy escandalosa, sea removido del cargo. También, las diferencias políticas con otros miembros del gabinete o con la propia Presidencia son factores para llevar a la dimisión de los titulares de dependencias.

Sin embargo, hay una señal de alerta cuando las renuncias van acompañadas de denuncias de corrupción y conflicto de interés contra el actual gobierno o cuando se renuncia por considerar que las políticas principales del mandatario en curso, carecen de sustento.

En la actual administración hay dos casos muy relevantes al respecto. Cuando Carlos Urzúa renunció a la Secretaria de Hacienda, hizo pública una carta donde se confirmaba lo que muchos expertos habían señalado desde la campaña: no se puede asegurar el funcionamiento del gobierno a partir de una política económica extremista y bajo la anacrónica bandera ideológica de la austeridad republicana. Apenas habían pasado 6 meses de la toma de protesta y el cerebro económico de la Presidencia renunciaba por no encontrar concordancia entre lo propuesto y lo decidido.

El otro caso la reciente es la renuncia de Jaime Cárdenas García al Instituto para Devolver al Pueblo lo Robado (INDEP), luego de escasos 3 meses en el cargo. Se supone que el INDEP sería la institución que operaría la gran promesa de que los bienes y recursos incautados a funcionarios corruptos y decomisados al crimen organizado, se regresarían a la gente. Hoy, ese Instituto presenta “irregularidades administrativas” tales como contratos a modo para empresas cercanas a la administración actual, corrupción de parte de servidores públicos y otras faltas que atentan contra la supuesta misión de corregir daños patrimoniales del pasado.

Ambas renuncias llaman la atención particularmente porque las hicieron dos intelectuales respetados en sus áreas, sin escándalos políticos y confiables ante la opinión pública: Carlos Urzúa, quien sí entendió la tesis de Dani Rodrik sobre las bases de una política económica exitosa y buscó aplicarla a las propuestas de la 4T, y Jaime Cárdenas, quien en 2012 documentó y denunció ante el hoy INE, la transferencia de recursos de campaña del entonces candidato Peña Nieto a beneficiaros de programas sociales, mediante el vergonzoso Monexgate.

Cuando los perfiles más respetados empiezan a bajarse del barco y solo se quedan los incondicionales del presidente, no solo se atenta contra la buena conducción del país, sino que se cierra la posibilidad democrática de disentir.

¿Qué es la sorpresa de octubre y porque debe interesarnos?

Por otra parte, estamos a menos de 40 días de las elecciones presidenciales en EEUU y no podemos dejar pasar ésta álgida competencia que suele dar giros sorpresivos en el mes de octubre, ya sea por la filtración de alguna nota escandalosa que involucre a los candidatos y a su círculo más cercano o porque el presidente-candidato tomé una decisión drástica que le ayude a remontar en las encuestas. Este mes siempre es de gran expectativa porque suele inclinar la balanza en favor de algún candidato.

A esto se le llama “la sorpresa de octubre” y ya es un clásico de las elecciones estadounidenses. La más reciente fue en las campañas de 2016, cuando James B. Comey, entonces Director del FBI, reabrió la investigación contra correos electrónicos de Hillary Clinton durante su gestión como Secretaria de Estado. De esta “sorpresita”, la candidata demócrata no se pudo reponer.

Dichas sorpresas pueden materializarse también como decisiones de política exterior y aquí es donde nos interesa este asunto ya que nadie dudaría que Donald Trump lance una bomba diplomática en octubre si esto le puede generar ventajas electorales. Esta hipótesis se fortalece si revisamos el historial del presidente que se caracteriza por meterse en problemas diplomáticos con mandatarios de otros países, declarar guerras comerciales a potencias económicas y por debilitar el multilateralismo.

Incluso, su ex abogado Michael Cohen, ha dado pruebas serías de que Trump alentó tácitamente a los rusos para intervenir en las elecciones de 2016. También, John Bolton (ex Consejero de Seguridad Nacional de Donald Trump), ha señalado que en 2018 Trump le ofreció a China mantener los aranceles en 10%, en lugar de subir a 25%, a cambio de ayuda política para las elecciones intermedias de ese año. Incluso, entre las acusaciones que se numeraron en el proceso de impeachment (o juicio político) el año pasado, figuran acuerdos con el gobierno de Ucrania para generar acusaciones contra posibles rivales demócratas.

En suma, hay elementos para pensar que el próximo mes veremos un movimiento complejo que podría mover los ya tensos hilos que sujetan al escenario internacional.

Las renuncias y cambios en las administraciones federales no son una cosa poco común. Es los países democráticos es usual que, cuando un funcionario enfrenta una situación muy escandalosa, sea removido del cargo. También, las diferencias políticas con otros miembros del gabinete o con la propia Presidencia son factores para llevar a la dimisión de los titulares de dependencias.

Sin embargo, hay una señal de alerta cuando las renuncias van acompañadas de denuncias de corrupción y conflicto de interés contra el actual gobierno o cuando se renuncia por considerar que las políticas principales del mandatario en curso, carecen de sustento.

En la actual administración hay dos casos muy relevantes al respecto. Cuando Carlos Urzúa renunció a la Secretaria de Hacienda, hizo pública una carta donde se confirmaba lo que muchos expertos habían señalado desde la campaña: no se puede asegurar el funcionamiento del gobierno a partir de una política económica extremista y bajo la anacrónica bandera ideológica de la austeridad republicana. Apenas habían pasado 6 meses de la toma de protesta y el cerebro económico de la Presidencia renunciaba por no encontrar concordancia entre lo propuesto y lo decidido.

El otro caso la reciente es la renuncia de Jaime Cárdenas García al Instituto para Devolver al Pueblo lo Robado (INDEP), luego de escasos 3 meses en el cargo. Se supone que el INDEP sería la institución que operaría la gran promesa de que los bienes y recursos incautados a funcionarios corruptos y decomisados al crimen organizado, se regresarían a la gente. Hoy, ese Instituto presenta “irregularidades administrativas” tales como contratos a modo para empresas cercanas a la administración actual, corrupción de parte de servidores públicos y otras faltas que atentan contra la supuesta misión de corregir daños patrimoniales del pasado.

Ambas renuncias llaman la atención particularmente porque las hicieron dos intelectuales respetados en sus áreas, sin escándalos políticos y confiables ante la opinión pública: Carlos Urzúa, quien sí entendió la tesis de Dani Rodrik sobre las bases de una política económica exitosa y buscó aplicarla a las propuestas de la 4T, y Jaime Cárdenas, quien en 2012 documentó y denunció ante el hoy INE, la transferencia de recursos de campaña del entonces candidato Peña Nieto a beneficiaros de programas sociales, mediante el vergonzoso Monexgate.

Cuando los perfiles más respetados empiezan a bajarse del barco y solo se quedan los incondicionales del presidente, no solo se atenta contra la buena conducción del país, sino que se cierra la posibilidad democrática de disentir.

¿Qué es la sorpresa de octubre y porque debe interesarnos?

Por otra parte, estamos a menos de 40 días de las elecciones presidenciales en EEUU y no podemos dejar pasar ésta álgida competencia que suele dar giros sorpresivos en el mes de octubre, ya sea por la filtración de alguna nota escandalosa que involucre a los candidatos y a su círculo más cercano o porque el presidente-candidato tomé una decisión drástica que le ayude a remontar en las encuestas. Este mes siempre es de gran expectativa porque suele inclinar la balanza en favor de algún candidato.

A esto se le llama “la sorpresa de octubre” y ya es un clásico de las elecciones estadounidenses. La más reciente fue en las campañas de 2016, cuando James B. Comey, entonces Director del FBI, reabrió la investigación contra correos electrónicos de Hillary Clinton durante su gestión como Secretaria de Estado. De esta “sorpresita”, la candidata demócrata no se pudo reponer.

Dichas sorpresas pueden materializarse también como decisiones de política exterior y aquí es donde nos interesa este asunto ya que nadie dudaría que Donald Trump lance una bomba diplomática en octubre si esto le puede generar ventajas electorales. Esta hipótesis se fortalece si revisamos el historial del presidente que se caracteriza por meterse en problemas diplomáticos con mandatarios de otros países, declarar guerras comerciales a potencias económicas y por debilitar el multilateralismo.

Incluso, su ex abogado Michael Cohen, ha dado pruebas serías de que Trump alentó tácitamente a los rusos para intervenir en las elecciones de 2016. También, John Bolton (ex Consejero de Seguridad Nacional de Donald Trump), ha señalado que en 2018 Trump le ofreció a China mantener los aranceles en 10%, en lugar de subir a 25%, a cambio de ayuda política para las elecciones intermedias de ese año. Incluso, entre las acusaciones que se numeraron en el proceso de impeachment (o juicio político) el año pasado, figuran acuerdos con el gobierno de Ucrania para generar acusaciones contra posibles rivales demócratas.

En suma, hay elementos para pensar que el próximo mes veremos un movimiento complejo que podría mover los ya tensos hilos que sujetan al escenario internacional.