/ sábado 15 de enero de 2022

Irresponsabilidad atroz

Hablamos del Presidente de México. De quien más tendría que ocuparse del “bienestar” de sus gobernados, que empieza por tener cabal salud. Del que hace alarde de querer mucho a “su pueblo”, de humanismo y escupe discursos impregnados de religiosidad (¡A su manera!). Del mismo que se presentó a la Mañanera, dispersando el Covid por un salón cerrado en el que se encuentran periodistas.

Comunicadores que, por cierto, ni cuentan con los beneficios de tener a todo un cuerpo médico pendiente de ellos, ni con los medios para atenderse en caso de enfermar.

También presentes, como se los exige con sus grititos menopáusicos, funcionarios públicos bajo sus órdenes y…caprichos. Entre ellos el director de la Procuraduría del Consumidor, Ricardo Sheffield. Pero, temprano ya había tenido la mentada junta diaria de seguridad -que como podrá apreciarse vale para maldita la cosa-, a la que acuden desde, su pupila y consentida heredera, Claudia Sheinbaum, hasta las máximas figuras militares. Después de desayunar con su ínclita cónyuge, recibió a quien sabe cuantos más de sus gatos de angora y cuando acabó su ruta turística del día, se hizo la consabida prueba del aberrante virus y ¡salió positivo!

¿Y se atreve a repetir como un loro, que “ama a su pueblo”? ¿Sus subordinados son extraterrestres, o provienen de otro continente? Si tuviera un mínimo de sentimientos habría evitado contagiar. Habría sido consciente de que usar el cubrebocas es condición sine qua non de respeto al prójimo -y a uno mismo- e. Ignorar al “otro” es la prueba mayor de egoísmo y confirma su personalidad narcisista, ególatra y su carencia absoluta de empatía. Sólo él existe y merece adoración. De quedarse helado pensar que tenemos un Ejecutivo Federal incapaz de preocuparse y ¡ocuparse! de los demás.

Así se entiende el que se le de tan poca importancia, a una pandemia que ha costado más de 600 mil muertos que, de acuerdo a organismos internacionales, se podían haber salvado.

Nos cae ahora el Ómicrom, con una capacidad de contagio apabullante y configura una Cuarta Ola a la que, parece, las autoridades no piensan darle la importancia debida. Sin pruebas suficientes, los datos reales del número de contagiados se desfiguran. En un solo día tuvieron que reconocer a más de 44 mil, lo que implica que la potencia de este rebrote es de espeluzne y ataca inmisericorde.

La Sheinbaum, alineada a la línea de su gurú, la semi ignora y el IMSS, incapaz, fomenta filas interminables de derechohabientes que buscan su certificado de enfermedad, para poder presentarlo en sus centros de trabajo.

Un caos absoluto a cargo de unas autoridades que, en pocas palabras, le dicen a la población, “cuídate, porque yo ni veo ni oigo”. El tlatoani pone el ejemplo al querer tapar el sol con un dedo y engañar en cuanto a la realidad de los crecientes números.

Aprovecha su aislamiento para hacer cambios en su equipo y sube de lugar a la pupila del “Señor de las Ligas (René Bejarano), Ariadna Montiel, a Secretaria del Bienestar. La interfecta, que confiesa que le debe mucho al exsecretario de AMLO en la CDMX, dice que ya no es tan cercana a él. Todo sea por incidir en el clientelismo -lo que es su especialidad-, mediante los programas sociales, máxima obsesión del “contagiadito de Palacio”, que ignora al prójimo, salvo cuando se trata de conseguir su voto.

Avatares de un desgobierno destructor, castrado en la esfera emocional.

catalinanq@hotmail.com

@catalinanq

Hablamos del Presidente de México. De quien más tendría que ocuparse del “bienestar” de sus gobernados, que empieza por tener cabal salud. Del que hace alarde de querer mucho a “su pueblo”, de humanismo y escupe discursos impregnados de religiosidad (¡A su manera!). Del mismo que se presentó a la Mañanera, dispersando el Covid por un salón cerrado en el que se encuentran periodistas.

Comunicadores que, por cierto, ni cuentan con los beneficios de tener a todo un cuerpo médico pendiente de ellos, ni con los medios para atenderse en caso de enfermar.

También presentes, como se los exige con sus grititos menopáusicos, funcionarios públicos bajo sus órdenes y…caprichos. Entre ellos el director de la Procuraduría del Consumidor, Ricardo Sheffield. Pero, temprano ya había tenido la mentada junta diaria de seguridad -que como podrá apreciarse vale para maldita la cosa-, a la que acuden desde, su pupila y consentida heredera, Claudia Sheinbaum, hasta las máximas figuras militares. Después de desayunar con su ínclita cónyuge, recibió a quien sabe cuantos más de sus gatos de angora y cuando acabó su ruta turística del día, se hizo la consabida prueba del aberrante virus y ¡salió positivo!

¿Y se atreve a repetir como un loro, que “ama a su pueblo”? ¿Sus subordinados son extraterrestres, o provienen de otro continente? Si tuviera un mínimo de sentimientos habría evitado contagiar. Habría sido consciente de que usar el cubrebocas es condición sine qua non de respeto al prójimo -y a uno mismo- e. Ignorar al “otro” es la prueba mayor de egoísmo y confirma su personalidad narcisista, ególatra y su carencia absoluta de empatía. Sólo él existe y merece adoración. De quedarse helado pensar que tenemos un Ejecutivo Federal incapaz de preocuparse y ¡ocuparse! de los demás.

Así se entiende el que se le de tan poca importancia, a una pandemia que ha costado más de 600 mil muertos que, de acuerdo a organismos internacionales, se podían haber salvado.

Nos cae ahora el Ómicrom, con una capacidad de contagio apabullante y configura una Cuarta Ola a la que, parece, las autoridades no piensan darle la importancia debida. Sin pruebas suficientes, los datos reales del número de contagiados se desfiguran. En un solo día tuvieron que reconocer a más de 44 mil, lo que implica que la potencia de este rebrote es de espeluzne y ataca inmisericorde.

La Sheinbaum, alineada a la línea de su gurú, la semi ignora y el IMSS, incapaz, fomenta filas interminables de derechohabientes que buscan su certificado de enfermedad, para poder presentarlo en sus centros de trabajo.

Un caos absoluto a cargo de unas autoridades que, en pocas palabras, le dicen a la población, “cuídate, porque yo ni veo ni oigo”. El tlatoani pone el ejemplo al querer tapar el sol con un dedo y engañar en cuanto a la realidad de los crecientes números.

Aprovecha su aislamiento para hacer cambios en su equipo y sube de lugar a la pupila del “Señor de las Ligas (René Bejarano), Ariadna Montiel, a Secretaria del Bienestar. La interfecta, que confiesa que le debe mucho al exsecretario de AMLO en la CDMX, dice que ya no es tan cercana a él. Todo sea por incidir en el clientelismo -lo que es su especialidad-, mediante los programas sociales, máxima obsesión del “contagiadito de Palacio”, que ignora al prójimo, salvo cuando se trata de conseguir su voto.

Avatares de un desgobierno destructor, castrado en la esfera emocional.

catalinanq@hotmail.com

@catalinanq