/ martes 12 de diciembre de 2017

Izquierda y derecha desdibujadas

Los ciudadanos nos referimos en materia política a grupos de izquierda y derecha. Con esto identificamos a un sector que desea mantener el estado que guardan las cosas públicas o que tienen ideas cercanas a la moral: la derecha. En contrapartida, la izquierda es un ideario político que desea el cambio y que se aleja de ciertos conceptos morales. En el siglo XVIII, en Francia, surgió esta distinción, con motivo del lugar donde se sentaban los representantes populares. Hoy en día, esta concepción es un tanto reduccionista, simple y no explica la gama de posturas en una democracia contemporánea, sin embargo, las ideas en blanco y negro nos sirven cuando las cosas son confusas.

Se supone que ya estamos en tiempos electorales y parece que la mayoría de los partidos políticos desean lo mismo: a) acabar con la corrupción; b) abatir la pobreza; c) contrarrestar las políticas de Trump; d) aumentar la regulación electoral para evitar sus propios excesos; e) seguridad pública y un largo etcétera. El común denominador de estas propuestas es que nadie en su sano juicio se negaría a éstas, son políticamente correctas y se escuchan muy bien. Las pequeñas o grandes diferencias están en el cómo implementarían las políticas públicas que se están proponiendo.

El fenómeno relativo a que la clase política proponga lo mismo constituye un problema: los ciudadanos no podemos distinguir entre las candidaturas. Nos confunden y tratamos de orientar nuestro criterio a través de otras variables: nuestras filias, el voto de castigo, el candidato o la fama de cada partido político.El corazón de nuestra preferencia electoral debería estar en las propuestas y lo demás deberían ser criterios complementarios.

Para colmo de males, los temas límite o arriesgados han quedado fuera del debate. El tema de aborto como derecho de las mujeres está fuera de la agenda de los partidos políticos, incluso de aquellos denominados de izquierda. La relación del Estado con las diversas iglesias también está fuera de las plataformas de los partidos y la política pública de regulación de drogas está excluida del discurso y en el olvido. Una agenda pública en blanco y negro nos permitiría distinguir entre la izquierda y la derecha.

Las alianzas políticas han vuelto más complejo este asunto, pues es más difícil que se generen idearios claros y propuestas que se distingan de las otras. Un frente político significa que los elementos distintivos de cada partido se tienen que atenuar para la preservación de la alianza, con lo cual, ganan los partidos y pierden las ideas. Por supuesto, que no es ilícito o malo que exista una alianza, lo incorrecto es que cedan las ideas fundamentales de cada partido.

Todos estamos a favor de eliminar la corrupción, mejorar el transporte público y defender a nuestros nacionales de las acciones de Trump. Sin embargo, hay muchas cosas en las que no estamos de acuerdo, por ejemplo: en los temas complicados para la sociedad de derechos humanos: aborto, matrimonios del mismo sexo, cárceles o cuestiones de política pública como impuestos, el proyecto de ley de seguridad interior, federalismo. Una democracia se ilumina en las diferencias y se asienta en las coincidencias. Esperemos que los partidos políticos generen propuestas que los distingan. Hoy en día, sería difícil aplicar la idea tradicional de izquierda y derecha. Esperemos escuchar mejores propuestas y no solo aproximaciones políticamente correctas.

Los ciudadanos nos referimos en materia política a grupos de izquierda y derecha. Con esto identificamos a un sector que desea mantener el estado que guardan las cosas públicas o que tienen ideas cercanas a la moral: la derecha. En contrapartida, la izquierda es un ideario político que desea el cambio y que se aleja de ciertos conceptos morales. En el siglo XVIII, en Francia, surgió esta distinción, con motivo del lugar donde se sentaban los representantes populares. Hoy en día, esta concepción es un tanto reduccionista, simple y no explica la gama de posturas en una democracia contemporánea, sin embargo, las ideas en blanco y negro nos sirven cuando las cosas son confusas.

Se supone que ya estamos en tiempos electorales y parece que la mayoría de los partidos políticos desean lo mismo: a) acabar con la corrupción; b) abatir la pobreza; c) contrarrestar las políticas de Trump; d) aumentar la regulación electoral para evitar sus propios excesos; e) seguridad pública y un largo etcétera. El común denominador de estas propuestas es que nadie en su sano juicio se negaría a éstas, son políticamente correctas y se escuchan muy bien. Las pequeñas o grandes diferencias están en el cómo implementarían las políticas públicas que se están proponiendo.

El fenómeno relativo a que la clase política proponga lo mismo constituye un problema: los ciudadanos no podemos distinguir entre las candidaturas. Nos confunden y tratamos de orientar nuestro criterio a través de otras variables: nuestras filias, el voto de castigo, el candidato o la fama de cada partido político.El corazón de nuestra preferencia electoral debería estar en las propuestas y lo demás deberían ser criterios complementarios.

Para colmo de males, los temas límite o arriesgados han quedado fuera del debate. El tema de aborto como derecho de las mujeres está fuera de la agenda de los partidos políticos, incluso de aquellos denominados de izquierda. La relación del Estado con las diversas iglesias también está fuera de las plataformas de los partidos y la política pública de regulación de drogas está excluida del discurso y en el olvido. Una agenda pública en blanco y negro nos permitiría distinguir entre la izquierda y la derecha.

Las alianzas políticas han vuelto más complejo este asunto, pues es más difícil que se generen idearios claros y propuestas que se distingan de las otras. Un frente político significa que los elementos distintivos de cada partido se tienen que atenuar para la preservación de la alianza, con lo cual, ganan los partidos y pierden las ideas. Por supuesto, que no es ilícito o malo que exista una alianza, lo incorrecto es que cedan las ideas fundamentales de cada partido.

Todos estamos a favor de eliminar la corrupción, mejorar el transporte público y defender a nuestros nacionales de las acciones de Trump. Sin embargo, hay muchas cosas en las que no estamos de acuerdo, por ejemplo: en los temas complicados para la sociedad de derechos humanos: aborto, matrimonios del mismo sexo, cárceles o cuestiones de política pública como impuestos, el proyecto de ley de seguridad interior, federalismo. Una democracia se ilumina en las diferencias y se asienta en las coincidencias. Esperemos que los partidos políticos generen propuestas que los distingan. Hoy en día, sería difícil aplicar la idea tradicional de izquierda y derecha. Esperemos escuchar mejores propuestas y no solo aproximaciones políticamente correctas.

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