/ martes 14 de julio de 2020

Juárez y la República

Con motivo de la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio entre México, Estados Unidos y Canadá, nuestro presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, viajó al vecino país del norte. Como se esperaba, su visita causó revuelo. Desde el arribo al aeropuerto hasta la Casa Blanca donde, sin duda, dignificó con presteza al pueblo mexicano.

Y es que un presidente, electo democráticamente y con plena legitimidad, se revistió con un valor fundamental: la humildad. Así se condujo frente al monumento a Abraham Lincoln, el impulsor de la abolición de la esclavitud; de igual forma ante la estatua del Benemérito de las Américas, Benito Juárez, donde, por cierto, fue ovacionado. Decía el gran periodista Ryszard Kapuściński que la humildad ante el destino es, por tanto, condición para sobrevivir. Engrandece a las personas. Las dota de un poder místico que cautiva, en este caso, hasta el presidente del país más poderoso del mundo: Donald Trump.

Fue un momento histórico que hinchó de orgullo los corazones de las y los mexicanos. Nos llenó de júbilo ciertamente. Celebramos al unísono en la distancia. Los agravios del pasado paulatinamente se desdibujaron. Los muros deben quedar en el olvido. Un momento que reivindicó las relaciones bilaterales entre ambas naciones, ratificó la igualdad soberana de los Estados y, sobre todo, la plena libertad entre los pueblos que, por cuestión de vecindad, trabajo y migración, se confunden gradualmente con el tiempo.

Se mira con valor el porvenir pues nuestro presidente, con ahínco, defiende la soberanía nacional y pone el dedo en la dignidad y respeto de las personas migrantes. Me sumo como legisladora a esa lucha. La entrada en vigor del T-MEC trae aparejado bienestar para las tres naciones, oportunidades labores y se convierte en un poderoso instrumento de cambio y desarrollo. México, de igual forma, no olvida mirar al Sur. En Latinoamérica ve sus principios y los enarbola.

Como otrora el poeta Víctor Hugo refirió de Juárez, en su misiva que éste enviara pidiendo por la vida de Maximiliano en 1867: “México se ha salvado por un principio y por un hombre. El principio es la República; el hombre sois vos”. En este momento tan significativo de la vida política del país, el principio continúa siendo la República; el hombre, Andrés Manuel López Obrador.

Como la poderosa águila real que lleva en sus alas la esperanza de un futuro promisorio y en sus garras el poder para defender a su pueblo y la soberanía nacional, así nuestro presidente de la República. Hoy, más que nunca, es un honor estar con Obrador.



Senadora por el PT

Con motivo de la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio entre México, Estados Unidos y Canadá, nuestro presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, viajó al vecino país del norte. Como se esperaba, su visita causó revuelo. Desde el arribo al aeropuerto hasta la Casa Blanca donde, sin duda, dignificó con presteza al pueblo mexicano.

Y es que un presidente, electo democráticamente y con plena legitimidad, se revistió con un valor fundamental: la humildad. Así se condujo frente al monumento a Abraham Lincoln, el impulsor de la abolición de la esclavitud; de igual forma ante la estatua del Benemérito de las Américas, Benito Juárez, donde, por cierto, fue ovacionado. Decía el gran periodista Ryszard Kapuściński que la humildad ante el destino es, por tanto, condición para sobrevivir. Engrandece a las personas. Las dota de un poder místico que cautiva, en este caso, hasta el presidente del país más poderoso del mundo: Donald Trump.

Fue un momento histórico que hinchó de orgullo los corazones de las y los mexicanos. Nos llenó de júbilo ciertamente. Celebramos al unísono en la distancia. Los agravios del pasado paulatinamente se desdibujaron. Los muros deben quedar en el olvido. Un momento que reivindicó las relaciones bilaterales entre ambas naciones, ratificó la igualdad soberana de los Estados y, sobre todo, la plena libertad entre los pueblos que, por cuestión de vecindad, trabajo y migración, se confunden gradualmente con el tiempo.

Se mira con valor el porvenir pues nuestro presidente, con ahínco, defiende la soberanía nacional y pone el dedo en la dignidad y respeto de las personas migrantes. Me sumo como legisladora a esa lucha. La entrada en vigor del T-MEC trae aparejado bienestar para las tres naciones, oportunidades labores y se convierte en un poderoso instrumento de cambio y desarrollo. México, de igual forma, no olvida mirar al Sur. En Latinoamérica ve sus principios y los enarbola.

Como otrora el poeta Víctor Hugo refirió de Juárez, en su misiva que éste enviara pidiendo por la vida de Maximiliano en 1867: “México se ha salvado por un principio y por un hombre. El principio es la República; el hombre sois vos”. En este momento tan significativo de la vida política del país, el principio continúa siendo la República; el hombre, Andrés Manuel López Obrador.

Como la poderosa águila real que lleva en sus alas la esperanza de un futuro promisorio y en sus garras el poder para defender a su pueblo y la soberanía nacional, así nuestro presidente de la República. Hoy, más que nunca, es un honor estar con Obrador.



Senadora por el PT