/ sábado 9 de diciembre de 2017

Judíos y palestinos

La Revelación del apóstol Juan nos habla, entrelazando sus secretos, códigos y datos cifrados de las calamidades que azotan permanentemente a la humanidad y que no podrán ser evitadas: el hambre, la guerra, la peste y la muerte, posiblemente en ese orden consecutivo; son los temibles jinetes del apocalipsis.

Me refiero a la segunda calamidad, la guerra, que es la falta de humanidad, el desapego total a lo que la revolución francesa estableció como los derechos del hombre, al derecho de sobrevivir. Sobre la guerra mucho se ha escrito, mucho. Los libros de historia generalmente narran episodios bélicos. Desde la universidad nos percatamos que la guerra es el estado natural del hombre, no la paz.

El hombre es el lobo del hombre, decía desde tiempos antiguos el comediógrafo Plauto, y lo recoge en sus textos, principalmente en El Leviatán, el filósofo inglés Thomas Hobbes, padre del absolutismo político.

Por supuesto que debemos aceptar que su antagonismo racial es milenario. Hace 3 mil 500 años, desde lo alto del Monte Nebo, el patriarca Moisés encomendó a un grupo de espías el investigar y dar un reporte de las bondades de la tierra de promisión, pero al volver dan un informe sumamente desalentador sobre las gentes que moraban sobre estas tierras, inculcando miedo a las huestes armadas y por sobre todo desconfianza a las promesas de Jehová. Y ya entonces se iniciaron y sucedieron numerosos enfrentamientos armados entre judíos y habitantes de aquellos territorios.

Los judíos fueron dispersos (varias diásporas a lo largo de la historia) de sus territorios en la tierra prometida. Hacia 1948, la ONU volvió a otorgarles un espacio vital nuevo con un primer patriarca llamado David Ben Gurion. Pero el pequeño territorio no les bastó y decidieron expandirse tomando terrenos de la franja de Gaza. Ello provocó que los palestinos afectados se rebelaran provocando dos movimientos armados llamados Intifadas.

Las imágenes televisivas las vimos un día sí y otro también. La guerra es aniquiladora; con la guerra se somete, se humilla, se violan los derechos fundamentales del ser humano. Es la antesala del decaimiento de la razón y motivo de injusticias sin fin. Vimos con vergüenza y frustración escenas que difícilmente podíamos creer de cómo se destruían pueblos que deberían ser hermanos, israelitas y palestinos.

Hoy en día, el Medio Oriente vuelve a ser una bomba de tiempo por las declaraciones del presidente de los Estados Unidos de mover la Embajada de los Estados Unidos a Jerusalén, sugiriendo que debe ser la capital de Israel en  lugar de Tel Aviv. Se sabe que el Ejército de Israel ha movilizado a miles de soldados y reservistas para reforzar cualquier acción.Autoridades palestinas y mandatarios europeos han manifestado ya su malestar por la inesperada declaración de Donald

Trump.

Tiene razón Hobbes al describir al Leviatán como el monstruo bíblico de poder descomunal, y dice: “Nadie hay tan osado que lo despierte... de su grandeza tienen temor los fuertes... no hay sobre la Tierra quien se le parezca, animal hecho exento de temor…menosprecia toda cosa alta…es rey sobre todos los soberbios”.

Parece ser un círculo sin fin; hay guerra porque hay odio, y el odio en vez de disminuir aumenta, luego habrá más guerra. Lo que ocurre es que el acaparamiento, la voracidad, la codicia y la ambición del hombre también cabalgan a la par que los cuatro jinetes apocalípticos.

 

pacofonn@yahoo.com.mx

La Revelación del apóstol Juan nos habla, entrelazando sus secretos, códigos y datos cifrados de las calamidades que azotan permanentemente a la humanidad y que no podrán ser evitadas: el hambre, la guerra, la peste y la muerte, posiblemente en ese orden consecutivo; son los temibles jinetes del apocalipsis.

Me refiero a la segunda calamidad, la guerra, que es la falta de humanidad, el desapego total a lo que la revolución francesa estableció como los derechos del hombre, al derecho de sobrevivir. Sobre la guerra mucho se ha escrito, mucho. Los libros de historia generalmente narran episodios bélicos. Desde la universidad nos percatamos que la guerra es el estado natural del hombre, no la paz.

El hombre es el lobo del hombre, decía desde tiempos antiguos el comediógrafo Plauto, y lo recoge en sus textos, principalmente en El Leviatán, el filósofo inglés Thomas Hobbes, padre del absolutismo político.

Por supuesto que debemos aceptar que su antagonismo racial es milenario. Hace 3 mil 500 años, desde lo alto del Monte Nebo, el patriarca Moisés encomendó a un grupo de espías el investigar y dar un reporte de las bondades de la tierra de promisión, pero al volver dan un informe sumamente desalentador sobre las gentes que moraban sobre estas tierras, inculcando miedo a las huestes armadas y por sobre todo desconfianza a las promesas de Jehová. Y ya entonces se iniciaron y sucedieron numerosos enfrentamientos armados entre judíos y habitantes de aquellos territorios.

Los judíos fueron dispersos (varias diásporas a lo largo de la historia) de sus territorios en la tierra prometida. Hacia 1948, la ONU volvió a otorgarles un espacio vital nuevo con un primer patriarca llamado David Ben Gurion. Pero el pequeño territorio no les bastó y decidieron expandirse tomando terrenos de la franja de Gaza. Ello provocó que los palestinos afectados se rebelaran provocando dos movimientos armados llamados Intifadas.

Las imágenes televisivas las vimos un día sí y otro también. La guerra es aniquiladora; con la guerra se somete, se humilla, se violan los derechos fundamentales del ser humano. Es la antesala del decaimiento de la razón y motivo de injusticias sin fin. Vimos con vergüenza y frustración escenas que difícilmente podíamos creer de cómo se destruían pueblos que deberían ser hermanos, israelitas y palestinos.

Hoy en día, el Medio Oriente vuelve a ser una bomba de tiempo por las declaraciones del presidente de los Estados Unidos de mover la Embajada de los Estados Unidos a Jerusalén, sugiriendo que debe ser la capital de Israel en  lugar de Tel Aviv. Se sabe que el Ejército de Israel ha movilizado a miles de soldados y reservistas para reforzar cualquier acción.Autoridades palestinas y mandatarios europeos han manifestado ya su malestar por la inesperada declaración de Donald

Trump.

Tiene razón Hobbes al describir al Leviatán como el monstruo bíblico de poder descomunal, y dice: “Nadie hay tan osado que lo despierte... de su grandeza tienen temor los fuertes... no hay sobre la Tierra quien se le parezca, animal hecho exento de temor…menosprecia toda cosa alta…es rey sobre todos los soberbios”.

Parece ser un círculo sin fin; hay guerra porque hay odio, y el odio en vez de disminuir aumenta, luego habrá más guerra. Lo que ocurre es que el acaparamiento, la voracidad, la codicia y la ambición del hombre también cabalgan a la par que los cuatro jinetes apocalípticos.

 

pacofonn@yahoo.com.mx