/ viernes 22 de septiembre de 2017

Juego de palabras | Marx se equivoca otra vez

En  “El 18 Brumario de Luis Bonaparte“ Carlos Marx afirma que la historia siempre se repite: la primera vez como tragedia, la segunda como comedia. El terremoto del martes no fue una comedia.

Aunque se repitió minuciosamente en la misma fecha 32 años después, con apenas cuatro horas de diferencia, y en martes, no jueves, la tragedia es la misma. Para quienes vivimos aquel amanecer  recorriendo calles intransitables por los escombros, recibiendo noticias que empeoraban por minutos, con el fúnebre ulular de las sirenas de ambulancias, bomberos y patrullas como telón de fondo, tratando de ayudar moviendo a mano escombros en intentos de rescate que duraron angustiosos días, todo el mundo uniformado con el cubrebocas azul, los ciudadanos en un sorprendente esfuerzo de solidaridad – porque, reconozcámoslo, no estábamos acostumbrados a ayudarnos mutuamente - la historia fatal volvió el martes en un dejá vu siniestro. Una tragedia que se repite como tragedia.

Castigo a la arrogancia

Cuando el pasado 8 de septiembre la ciudad – despertada a medianoche por un sismo de 8.1 en la escala de Richter (la misma intensidad de 1985)– se examinó a sí misma y se encontró ilesa, con apenas un barda caída por aquí y por allá y afortunadamente muy escasos desenlaces fatales, a sus autoridades no se le ocurrió otra cosa que  autopalmearse las espaldas y felicitarle por los aguzados que eran, lo mucho que se había aprendido en técnicas de construcción y  la creación de un Reglamento infalible. Me recordaron una frase melancólica del entonces presidente Miguel de la Madrid luego del siniestro: “Creíamos que éramos invulnerables“. 

Oh sí. Luego de la prueba ácida del 7 de septiembre – otro jueves funesto – y su entrega de 8.1 en la escala de richter envueltos para regalo – el gobierno se volvió a acomodar en la zona de confort  de la invulnerabilidad supuesta. El gobierno, no el pueblo, que seguía mirando desconfiado por encima del hombro.

Y llegó el infausto aniversario; a las 11 de la mañana sonaron las alarmas sísmicas y algunos edificios fueron evacuados entre bromas. Bromas que se convirtieron en gritos y lágrimas apenas dos horas después.

(Por cierto que, al revés de Marx, la empresa que opera las alarmas cree que primero debe ser la comedia y luego de la tragedia. El jueves 7, las sirenas sonaron en la tarde, sacándonos a mojar por miles. El temblor no llegó hasta dos días después. Este martes, sonó a las 11 para celebrar los simulacros. A la una y media no sonó o sonó poco. Nos dicen que porque no hay sensores en la dirección de Puebla, que se integra al sureste como sismógena ).

¿Este fué “ the Big One“?

Desde hace mucho algunos sismólogos habían estado hablando del  “Grande“, el sismo  estadístico que desataría su furia sobre la capital  al cumplirse la treintena fatal que divide los más crueles sacudimientos (entre 1957 y 1985, 28 años; entre 1985 y 2017, 32 ).

¿Este del 19/S fue  “el grande“ que estábamos esperando? ¿Podemos restañar las heridas y olvidarnos del asunto hasta 2050. Ya nos imaginamos la respuesta: hasta el momento el único sistema de predecir terremotos es el estadístico. Si la CDMX sigue respetando el calendario, entonces sí, volverá a temblar recio hacia mediados de siglo.En 1985 cambió el paisaje de la capital en más de un sentido. ¿Ocurrirá lo mismo esta vez? Buenos días. Buena suerte.

juegodepalabras1@yahoo.com

Sitio Web: juegodepalabras.mx 

En  “El 18 Brumario de Luis Bonaparte“ Carlos Marx afirma que la historia siempre se repite: la primera vez como tragedia, la segunda como comedia. El terremoto del martes no fue una comedia.

Aunque se repitió minuciosamente en la misma fecha 32 años después, con apenas cuatro horas de diferencia, y en martes, no jueves, la tragedia es la misma. Para quienes vivimos aquel amanecer  recorriendo calles intransitables por los escombros, recibiendo noticias que empeoraban por minutos, con el fúnebre ulular de las sirenas de ambulancias, bomberos y patrullas como telón de fondo, tratando de ayudar moviendo a mano escombros en intentos de rescate que duraron angustiosos días, todo el mundo uniformado con el cubrebocas azul, los ciudadanos en un sorprendente esfuerzo de solidaridad – porque, reconozcámoslo, no estábamos acostumbrados a ayudarnos mutuamente - la historia fatal volvió el martes en un dejá vu siniestro. Una tragedia que se repite como tragedia.

Castigo a la arrogancia

Cuando el pasado 8 de septiembre la ciudad – despertada a medianoche por un sismo de 8.1 en la escala de Richter (la misma intensidad de 1985)– se examinó a sí misma y se encontró ilesa, con apenas un barda caída por aquí y por allá y afortunadamente muy escasos desenlaces fatales, a sus autoridades no se le ocurrió otra cosa que  autopalmearse las espaldas y felicitarle por los aguzados que eran, lo mucho que se había aprendido en técnicas de construcción y  la creación de un Reglamento infalible. Me recordaron una frase melancólica del entonces presidente Miguel de la Madrid luego del siniestro: “Creíamos que éramos invulnerables“. 

Oh sí. Luego de la prueba ácida del 7 de septiembre – otro jueves funesto – y su entrega de 8.1 en la escala de richter envueltos para regalo – el gobierno se volvió a acomodar en la zona de confort  de la invulnerabilidad supuesta. El gobierno, no el pueblo, que seguía mirando desconfiado por encima del hombro.

Y llegó el infausto aniversario; a las 11 de la mañana sonaron las alarmas sísmicas y algunos edificios fueron evacuados entre bromas. Bromas que se convirtieron en gritos y lágrimas apenas dos horas después.

(Por cierto que, al revés de Marx, la empresa que opera las alarmas cree que primero debe ser la comedia y luego de la tragedia. El jueves 7, las sirenas sonaron en la tarde, sacándonos a mojar por miles. El temblor no llegó hasta dos días después. Este martes, sonó a las 11 para celebrar los simulacros. A la una y media no sonó o sonó poco. Nos dicen que porque no hay sensores en la dirección de Puebla, que se integra al sureste como sismógena ).

¿Este fué “ the Big One“?

Desde hace mucho algunos sismólogos habían estado hablando del  “Grande“, el sismo  estadístico que desataría su furia sobre la capital  al cumplirse la treintena fatal que divide los más crueles sacudimientos (entre 1957 y 1985, 28 años; entre 1985 y 2017, 32 ).

¿Este del 19/S fue  “el grande“ que estábamos esperando? ¿Podemos restañar las heridas y olvidarnos del asunto hasta 2050. Ya nos imaginamos la respuesta: hasta el momento el único sistema de predecir terremotos es el estadístico. Si la CDMX sigue respetando el calendario, entonces sí, volverá a temblar recio hacia mediados de siglo.En 1985 cambió el paisaje de la capital en más de un sentido. ¿Ocurrirá lo mismo esta vez? Buenos días. Buena suerte.

juegodepalabras1@yahoo.com

Sitio Web: juegodepalabras.mx