/ domingo 14 de febrero de 2021

Justos medios

Conforme avanzamos en el proceso de vacunación, y aquí cuenta desde una dosis hasta un millón, debemos equilibrar el diálogo ciudadano para hacer la parte que nos toca y que consiste en esperar nuestro turno y en confiar en la ciencia que ha hecho posible la efectividad de estas soluciones.

Apoyar este increíble logro científico no tiene nada que ver con las filias y fobias políticas que cada quién tenga, y que son muy respetables, pero están separadas de la necesidad de que todos acudamos voluntariamente a vacunarnos y ayudemos a muchas personas a hacerlo, por medio de compartir información fiable y desechar teorías de la conspiración que cada vez son más absurdas.

Es sorprendente la cantidad de mensajes que recibo a diario con mentiras y datos falsos, mal intencionados por supuesto, para descalificar a la mayoría de las vacunas y hasta el procedimiento mundial que seguimos para salir de esta pandemia. No entraré en detalles, pero es difícil entender que muchas personas con acceso a educación, a información instantánea y a condiciones de vida por encima de un lastimoso promedio nacional, envíen mensajes o hagan preguntas acerca de afirmaciones que carecen de cualquier lógica o sentido común.

Eso comprueba que la desinformación es un virus igual de contagioso y letal que cualquiera de las variantes de coronavirus descubiertas y que vivimos en sociedades donde cada vez es más frecuente el aislamiento y el rechazo a otras opiniones que no coincidan con la nuestra.

Por eso la importancia de establecer justos medios casi en todo. Ni celebrar demasiado, porque todavía seguimos en la parte más obscura del túnel, pero tampoco repetir que estamos a las puertas del abismo, porque no hay ninguna evidencia de ello.

Tristemente, estamos entrando en una etapa de contagio de miedo y de todavía más desconfianza, si eso era posible. Tiene intenciones muy precisas, aunque ninguna de ellas es para beneficio de una sociedad que ha sufrido durante un año y que necesita fuerza para seguir adelante un semestre más a sana distancia y con cubrebocas.

Nuestra labor es crear equilibrios y poner en justa proporción lo que nos ocurre como país y como sociedad. Ningún gobierno puede solo, del nivel que sea, igual que no lo puede hacer la sociedad. Lo que es seguro es que divididos es imposible salir de esta crisis sanitaria, de la económica que vino con ésta, y de los retos que ya teníamos desde antes en el país.

Solo las y los ciudadanos podemos emparejar un piso que está construido hace mucho para que a una mayoría siempre le toque cuesta arriba. Ninguna crítica a quienes salen adelante y generar prosperidad para otros, pero podemos coincidir en que ese nunca ha sido el problema de México, sino la concentración en pocas manos de recursos públicos y segmentos económicos en donde la competencia es urgente.

Un país más equitativo es el mejor de los negocios y la apuesta más rápida para que una nación se desarrolle y crezca. Es una regla económica y política, a pesar de que las señales de todos los partidos que ya se encuentran en plena guerra electoral sean contrarias y acudan a los mismos perfiles de siempre para mantener prebendas y cotos de poder.

Pero ellos son ellos y nosotros podemos hacer las cosas diferente, ese es nuestro poder como ciudadanos de bien y como motor del cambio social auténtico. Ninguna transformación real se ha dado en otro sitio más que en la sociedad. Ahí es donde inclinamos balanzas y fijamos los límites de la discusión pública y de las decisiones gubernamentales que nos afectan a todos.

Asumir ese peso específico es irrenunciable y de éste depende lo que podemos lograr en los siguientes meses y en este, año que no será en el que termina la pandemia, sino en el que aprendemos a convivir con ella.

Conforme avanzamos en el proceso de vacunación, y aquí cuenta desde una dosis hasta un millón, debemos equilibrar el diálogo ciudadano para hacer la parte que nos toca y que consiste en esperar nuestro turno y en confiar en la ciencia que ha hecho posible la efectividad de estas soluciones.

Apoyar este increíble logro científico no tiene nada que ver con las filias y fobias políticas que cada quién tenga, y que son muy respetables, pero están separadas de la necesidad de que todos acudamos voluntariamente a vacunarnos y ayudemos a muchas personas a hacerlo, por medio de compartir información fiable y desechar teorías de la conspiración que cada vez son más absurdas.

Es sorprendente la cantidad de mensajes que recibo a diario con mentiras y datos falsos, mal intencionados por supuesto, para descalificar a la mayoría de las vacunas y hasta el procedimiento mundial que seguimos para salir de esta pandemia. No entraré en detalles, pero es difícil entender que muchas personas con acceso a educación, a información instantánea y a condiciones de vida por encima de un lastimoso promedio nacional, envíen mensajes o hagan preguntas acerca de afirmaciones que carecen de cualquier lógica o sentido común.

Eso comprueba que la desinformación es un virus igual de contagioso y letal que cualquiera de las variantes de coronavirus descubiertas y que vivimos en sociedades donde cada vez es más frecuente el aislamiento y el rechazo a otras opiniones que no coincidan con la nuestra.

Por eso la importancia de establecer justos medios casi en todo. Ni celebrar demasiado, porque todavía seguimos en la parte más obscura del túnel, pero tampoco repetir que estamos a las puertas del abismo, porque no hay ninguna evidencia de ello.

Tristemente, estamos entrando en una etapa de contagio de miedo y de todavía más desconfianza, si eso era posible. Tiene intenciones muy precisas, aunque ninguna de ellas es para beneficio de una sociedad que ha sufrido durante un año y que necesita fuerza para seguir adelante un semestre más a sana distancia y con cubrebocas.

Nuestra labor es crear equilibrios y poner en justa proporción lo que nos ocurre como país y como sociedad. Ningún gobierno puede solo, del nivel que sea, igual que no lo puede hacer la sociedad. Lo que es seguro es que divididos es imposible salir de esta crisis sanitaria, de la económica que vino con ésta, y de los retos que ya teníamos desde antes en el país.

Solo las y los ciudadanos podemos emparejar un piso que está construido hace mucho para que a una mayoría siempre le toque cuesta arriba. Ninguna crítica a quienes salen adelante y generar prosperidad para otros, pero podemos coincidir en que ese nunca ha sido el problema de México, sino la concentración en pocas manos de recursos públicos y segmentos económicos en donde la competencia es urgente.

Un país más equitativo es el mejor de los negocios y la apuesta más rápida para que una nación se desarrolle y crezca. Es una regla económica y política, a pesar de que las señales de todos los partidos que ya se encuentran en plena guerra electoral sean contrarias y acudan a los mismos perfiles de siempre para mantener prebendas y cotos de poder.

Pero ellos son ellos y nosotros podemos hacer las cosas diferente, ese es nuestro poder como ciudadanos de bien y como motor del cambio social auténtico. Ninguna transformación real se ha dado en otro sitio más que en la sociedad. Ahí es donde inclinamos balanzas y fijamos los límites de la discusión pública y de las decisiones gubernamentales que nos afectan a todos.

Asumir ese peso específico es irrenunciable y de éste depende lo que podemos lograr en los siguientes meses y en este, año que no será en el que termina la pandemia, sino en el que aprendemos a convivir con ella.