/ viernes 4 de enero de 2019

La 4T y el New Deal

Una de las medidas de mayor impacto realizadas en el marco de la Cuarta Transformación es el incremento del salario mínimo en una proporción que no se veía desde hace mucho tiempo. La idea inicial de desvincular el salario mínimo de una serie de indicadores que se basaban en él y la correspondiente creación de la Unidad de Medida y Actualización, se suponía que tenían la intención de permitir un mayor incremento del referido salario; no obstante, este había sido objeto de elevaciones que no implicaban realmente una mejora del poder adquisitivo y apenas recuperaban el deterioro derivado de la inflación.

Era indispensable un paso en la dirección originalmente planeada para hacer factible una auténtica recuperación del poder de compra de los trabajadores y el incremento del 16.21% que se ha aplicado al salario mínimo general para llevarlo hasta $102.68 resulta alentador en cuanto al efecto económico positivo al que debe dar lugar. A ello debe agregarse el incremento en la que será la zona libre fronteriza, donde con el 100% de aumento llegará a $176.72, lo cual también deberá incentivar el número de empleos a crear en esa región.

Siempre he defendido la idea de que la prosperidad económica debe basarse en un aumento de la proporción que corresponde al trabajo en el reparto de la riqueza. Así, el incremento salarial acordado, afortunadamente con la buena voluntad del sector patronal, deberá generar un impulso a la demanda e incidir en la elevación de la producción nacional. Ciertamente todavía no se alcanza el ideal constitucional de que los salarios mínimos generales sean “suficientes para satisfacer las necesidades normales de un jefe de familia, en el orden material, social y cultural, y para proveer a la educación obligatoria de los hijos”, pero el giro antineoliberal que significa esta medida es positivo porque abandona el constante temor al supuesto impacto inflacionario con el que se justificaba la negativa al aumento real del salario, lo cual fue deteriorando el poder adquisitivo a lo largo de los últimos 30 años. Tal acción recuerda las nociones de la economía keynesiana que inspiró varias medidas del New Deal aplicado por Franklin D. Roosevelt para lograr la recuperación económica de los Estados Unidos después de la Gran Depresión. La intención era poner dinero en los bolsillos de la gente partiendo de una inversión pública que promoviera el empleo y aumentara el ingreso a fin de lograr un crecimiento económico. Curiosamente, al efectuar algunas consultas para escribir este artículo sobre la manera como influyó la política del New Deal en la recuperación estadounidense, encontré una serie de paralelismos que resulta interesante documentar en relación con dichos y hechos de la 4T. Uno primero, que me llamó particularmente la atención, fue el empleo de un lenguaje de confrontación verbal directa con los adversarios políticos por parte del titular del Poder Ejecutivo, lo cual no es exclusivo de estos tiempos. Entre los documentos consultados encontré una cita relacionada con la actitud de Roosevelt poco antes de su primera reelección, en contra de un empresariado que se mostraba adverso a su postulación, a cuyos miembros consideraba “príncipes privilegiados de estas nuevas dinastías económicas”, y a quienes fustigó en los siguientes términos referidos por Oliver Stone y Peter Kuznick en el libro La Historia Silenciada de Estados Unidos:

“Tenemos que luchar contra los viejos enemigos de la paz: el monopolio empresarial y financiero, la especulación, la oposición de la implacable clase de los banqueros, las facciones, los beneficios obtenidos con las guerras. Para ellos, el gobierno de los Estados Unidos no es más que un mero apéndice de sus asuntos. Pero a estas alturas ya nos hemos enterado de que el gobierno del dinero organizado es tan peligroso como el gobierno del crimen organizado[…] En el odio que me tienen son unánimes. Pues bienvenido sea su odio”.

Otro aspecto en que se puede encontrar una similitud en cuanto a la política aplicada por Roosevelt y algunas de las expresiones de nuestro actual Presidente, es la relativa a la relación con la Suprema Corte. El primero veía con desconfianza a los jueces de ese Máximo Tribunal por considerar que mantenían una posición conservadora contraria a las importantes reformas que requería introducir para mejorar la economía. Por ello trató de reorganizar la Corte mediante una ley que finalmente no fue aprobada, pero consiguió considerable apoyo popular para obligar a algunos jueces republicanos a variar sus posiciones.

Roosevelt también dictó medidas para reducir el sueldo de los funcionarios y, por otra parte, buscó abrir oportunidades de empleo para los jóvenes. Para este efecto constituyó el Civilian Conservation Corps dedicado al sembrado de árboles que dio empleo a 250,000 jóvenes entre los 18 y 25 años.

No se si estas similitudes son voluntarias o involuntarias...pero no dejan de ser interesantes.

eduardoandrade1948@gmail.com

Una de las medidas de mayor impacto realizadas en el marco de la Cuarta Transformación es el incremento del salario mínimo en una proporción que no se veía desde hace mucho tiempo. La idea inicial de desvincular el salario mínimo de una serie de indicadores que se basaban en él y la correspondiente creación de la Unidad de Medida y Actualización, se suponía que tenían la intención de permitir un mayor incremento del referido salario; no obstante, este había sido objeto de elevaciones que no implicaban realmente una mejora del poder adquisitivo y apenas recuperaban el deterioro derivado de la inflación.

Era indispensable un paso en la dirección originalmente planeada para hacer factible una auténtica recuperación del poder de compra de los trabajadores y el incremento del 16.21% que se ha aplicado al salario mínimo general para llevarlo hasta $102.68 resulta alentador en cuanto al efecto económico positivo al que debe dar lugar. A ello debe agregarse el incremento en la que será la zona libre fronteriza, donde con el 100% de aumento llegará a $176.72, lo cual también deberá incentivar el número de empleos a crear en esa región.

Siempre he defendido la idea de que la prosperidad económica debe basarse en un aumento de la proporción que corresponde al trabajo en el reparto de la riqueza. Así, el incremento salarial acordado, afortunadamente con la buena voluntad del sector patronal, deberá generar un impulso a la demanda e incidir en la elevación de la producción nacional. Ciertamente todavía no se alcanza el ideal constitucional de que los salarios mínimos generales sean “suficientes para satisfacer las necesidades normales de un jefe de familia, en el orden material, social y cultural, y para proveer a la educación obligatoria de los hijos”, pero el giro antineoliberal que significa esta medida es positivo porque abandona el constante temor al supuesto impacto inflacionario con el que se justificaba la negativa al aumento real del salario, lo cual fue deteriorando el poder adquisitivo a lo largo de los últimos 30 años. Tal acción recuerda las nociones de la economía keynesiana que inspiró varias medidas del New Deal aplicado por Franklin D. Roosevelt para lograr la recuperación económica de los Estados Unidos después de la Gran Depresión. La intención era poner dinero en los bolsillos de la gente partiendo de una inversión pública que promoviera el empleo y aumentara el ingreso a fin de lograr un crecimiento económico. Curiosamente, al efectuar algunas consultas para escribir este artículo sobre la manera como influyó la política del New Deal en la recuperación estadounidense, encontré una serie de paralelismos que resulta interesante documentar en relación con dichos y hechos de la 4T. Uno primero, que me llamó particularmente la atención, fue el empleo de un lenguaje de confrontación verbal directa con los adversarios políticos por parte del titular del Poder Ejecutivo, lo cual no es exclusivo de estos tiempos. Entre los documentos consultados encontré una cita relacionada con la actitud de Roosevelt poco antes de su primera reelección, en contra de un empresariado que se mostraba adverso a su postulación, a cuyos miembros consideraba “príncipes privilegiados de estas nuevas dinastías económicas”, y a quienes fustigó en los siguientes términos referidos por Oliver Stone y Peter Kuznick en el libro La Historia Silenciada de Estados Unidos:

“Tenemos que luchar contra los viejos enemigos de la paz: el monopolio empresarial y financiero, la especulación, la oposición de la implacable clase de los banqueros, las facciones, los beneficios obtenidos con las guerras. Para ellos, el gobierno de los Estados Unidos no es más que un mero apéndice de sus asuntos. Pero a estas alturas ya nos hemos enterado de que el gobierno del dinero organizado es tan peligroso como el gobierno del crimen organizado[…] En el odio que me tienen son unánimes. Pues bienvenido sea su odio”.

Otro aspecto en que se puede encontrar una similitud en cuanto a la política aplicada por Roosevelt y algunas de las expresiones de nuestro actual Presidente, es la relativa a la relación con la Suprema Corte. El primero veía con desconfianza a los jueces de ese Máximo Tribunal por considerar que mantenían una posición conservadora contraria a las importantes reformas que requería introducir para mejorar la economía. Por ello trató de reorganizar la Corte mediante una ley que finalmente no fue aprobada, pero consiguió considerable apoyo popular para obligar a algunos jueces republicanos a variar sus posiciones.

Roosevelt también dictó medidas para reducir el sueldo de los funcionarios y, por otra parte, buscó abrir oportunidades de empleo para los jóvenes. Para este efecto constituyó el Civilian Conservation Corps dedicado al sembrado de árboles que dio empleo a 250,000 jóvenes entre los 18 y 25 años.

No se si estas similitudes son voluntarias o involuntarias...pero no dejan de ser interesantes.

eduardoandrade1948@gmail.com