/ lunes 1 de noviembre de 2021

La antipatía por los derechos humanos

Aplaudir las buenas prácticas, y eventualmente señalar errores, es una responsabilidad ciudadana. Los gobiernos deben trabajar para la progresividad de los derechos humanos, esa es la tarea fundamental de la administración pública. Pero lograr un estado de bienestar con buenas políticas públicas, ha quedado como un lejano bosque en medio de las dunas del desierto más inmenso.


Y nada indica un avance desde el gobierno federal cuando quienes están obligados a trabajar a favor de los derechos humanos como señala el artículo 1º de la Constitución, se evidencian como los peores enemigos de los derechos de las mujeres, de la niñez, de las clases medias, de quienes tienen aspiraciones para superarse, de los derechos ambientales; bueno, hasta de que los animales no sean maltratados..


La moda desde Palacio Nacional es hablar de los pobres con un descaro demagógico, y es frustrante se siga otorgando credibilidad a quien es el titular de la administración pública federal, porque, para decirlo con claridad, le está dando al traste al Estado de Derecho inscrito, insisto, en nuestra Constitución Política.


Oír al Secretario de Salud reconocer ¡por fin! que no se compraron suficientes vacunas, o que las niñas y niños no necesitan vacunarse contra covid, es increíble siga en su despacho. Sin embargo sigue ahí -él y todas y todos del gobierno federal- porque sólo hacen lo que les ordena su jefe.


Y una vez más el Presidente hace una acusación grave y malévola usando el neoliberalismo. Dijo que la política neoliberal se dedicó a “saquear a sus anchas” al “crear o impulsar los llamados nuevos derechos” y acusa que “se alentó por ellos mismos, al feminismo, el ecologismo, la defensa de los derechos humanos, y la protección de los animales”. Si el Presidente dice semejantes barbaridades, no hay esperanza para muchos grupos sociales a quienes les urgen justamente se reconozcan y ejerzan sus derechos humanos. No es la primera ocasión que despotrica contra el feminismo, y las feministas de su gobierno y partido se quedan calladas; tampoco extraña su desprecio por el ecologismo, que no es otra cosa que la lucha contra el uso de energías de origen fósil que ensucian al planeta, se respete el medio ambiente y la biodiversidad. Hoy no sólo se fue en contra del feminismo, contra los y las ecologistas, también contra los derechos humanos.


Todos los derechos son derechos humanos. Es lo más avanzado contra la discriminación y exclusión social. Su desprecio, así como las mentiras respecto de que son creados e impulsados por el neoliberalismo es la justificación para denostar a todas las organizaciones de la sociedad civil que luchan contra su violación. Preocupante porque en este país se violan de manera grave y muchas de ellas tienen configuración como crímenes de lesa humanidad.


Esta perorata muestra sin tapujos las verdaderas convicciones de López Obrador: en realidad es sumamente conservador. Por lo tanto midamos la trascendencia de las consecuencias de estas violaciones y sobre qué es lo que debemos hacer frente a un estado fallido.


Ojalá que muchas de las organizaciones civiles que todavía le siguen creyendo, -y al subsecretario de derechos humanos de SEGOB- , se den cuenta que a este gobierno no les importan los derechos humanos de nadie; por el contrario los desprecia. Estábamos mal, hoy estamos peor.

Aplaudir las buenas prácticas, y eventualmente señalar errores, es una responsabilidad ciudadana. Los gobiernos deben trabajar para la progresividad de los derechos humanos, esa es la tarea fundamental de la administración pública. Pero lograr un estado de bienestar con buenas políticas públicas, ha quedado como un lejano bosque en medio de las dunas del desierto más inmenso.


Y nada indica un avance desde el gobierno federal cuando quienes están obligados a trabajar a favor de los derechos humanos como señala el artículo 1º de la Constitución, se evidencian como los peores enemigos de los derechos de las mujeres, de la niñez, de las clases medias, de quienes tienen aspiraciones para superarse, de los derechos ambientales; bueno, hasta de que los animales no sean maltratados..


La moda desde Palacio Nacional es hablar de los pobres con un descaro demagógico, y es frustrante se siga otorgando credibilidad a quien es el titular de la administración pública federal, porque, para decirlo con claridad, le está dando al traste al Estado de Derecho inscrito, insisto, en nuestra Constitución Política.


Oír al Secretario de Salud reconocer ¡por fin! que no se compraron suficientes vacunas, o que las niñas y niños no necesitan vacunarse contra covid, es increíble siga en su despacho. Sin embargo sigue ahí -él y todas y todos del gobierno federal- porque sólo hacen lo que les ordena su jefe.


Y una vez más el Presidente hace una acusación grave y malévola usando el neoliberalismo. Dijo que la política neoliberal se dedicó a “saquear a sus anchas” al “crear o impulsar los llamados nuevos derechos” y acusa que “se alentó por ellos mismos, al feminismo, el ecologismo, la defensa de los derechos humanos, y la protección de los animales”. Si el Presidente dice semejantes barbaridades, no hay esperanza para muchos grupos sociales a quienes les urgen justamente se reconozcan y ejerzan sus derechos humanos. No es la primera ocasión que despotrica contra el feminismo, y las feministas de su gobierno y partido se quedan calladas; tampoco extraña su desprecio por el ecologismo, que no es otra cosa que la lucha contra el uso de energías de origen fósil que ensucian al planeta, se respete el medio ambiente y la biodiversidad. Hoy no sólo se fue en contra del feminismo, contra los y las ecologistas, también contra los derechos humanos.


Todos los derechos son derechos humanos. Es lo más avanzado contra la discriminación y exclusión social. Su desprecio, así como las mentiras respecto de que son creados e impulsados por el neoliberalismo es la justificación para denostar a todas las organizaciones de la sociedad civil que luchan contra su violación. Preocupante porque en este país se violan de manera grave y muchas de ellas tienen configuración como crímenes de lesa humanidad.


Esta perorata muestra sin tapujos las verdaderas convicciones de López Obrador: en realidad es sumamente conservador. Por lo tanto midamos la trascendencia de las consecuencias de estas violaciones y sobre qué es lo que debemos hacer frente a un estado fallido.


Ojalá que muchas de las organizaciones civiles que todavía le siguen creyendo, -y al subsecretario de derechos humanos de SEGOB- , se den cuenta que a este gobierno no les importan los derechos humanos de nadie; por el contrario los desprecia. Estábamos mal, hoy estamos peor.