/ martes 29 de octubre de 2019

La bonanza de Trump se acabó

La primavera pasada, Donald Trump y su círculo tal vez pensaron que el camino estaba relativamente allanado para la reelección.

Por una parte, parecía que Trump había sorteado la amenaza del fatal escándalo político. El tan esperado informe de Mueller sobre la intervención de Rusia en las elecciones había llegado con un golpe seco y sordo; los detalles eran dañinos, pero, en esencia, no tuvo ningún impacto político.

Al mismo tiempo, Trump estaba convencido de que podía basar su campaña en la economía boyante. Cómo cambian las cosas en unos meses.

Todo el mundo está pendiente de los avances del juicio político. Comprensiblemente, lo que está atrayendo menos atención es la manera en la cual el discurso económico de Trump está viniéndose abajo.

Siendo justos, el estado general de la economía sigue siendo bastante bueno. El desempleo es muy bajo y el crecimiento laboral continúa. Además, aunque al final haya una recesión nacional —y el ciclo empresarial todavía no se ha abolido— no hay ninguna certeza de que eso suceda antes de las elecciones del año próximo.

Sin embargo, hay partes importantes de la economía que se están rezagando. La producción manufacturera disminuyó a lo largo del año pasado; aunado a la debilidad en el transporte y al mal momento que se vive en el sector agrícola, en la práctica alrededor de una quinta parte de la economía se encuentra en recesión. En específico, el empleo en la industria manufacturera ha venido disminuyendo en Míchigan, Wisconsin y Pensilvania, estados que eligieron a Trump con un margen muy reducido en 2016, dándole la victoria en el Colegio Electoral aunque perdió el voto popular.

Y lo que tal vez sea más importante: existe un declive drástico, casi una caída, en el rubro de la confianza empresarial.

Entonces, ¿qué le pasó a la bonanza de Trump? El colapso en la confianza comenzó a fines del año pasado, cuando no hubo duda de que el presidente hablaba en serio sobre iniciar una guerra comercial con China; continuó a medida que surgieron pruebas de que el recorte fiscal de 2017 fue una montaña de humo y, en resumen, no se hizo nada para impulsar la inversión empresarial y hacer que, al menos, hubiera un aumento temporal en el crecimiento general.

No obstante, la verdad es que hasta los pesimistas esperaban que el recorte fiscal hiciera más bien y la guerra comercial hiciera menos daño. ¿Por qué los resultados fueron tan malos? Una respuesta, con la que he estado de acuerdo, es que, además del impacto directo en las exportaciones estadounidenses y las empresas que dependen de los suministros chinos, la guerra comercial ha creado una incertidumbre nociva.

Las empresas que dependen de las cadenas mundiales de suministro no invertirán por temor a que la guerra comercial empeore más, pero las empresas que puedan entrar en el mercado para sustituir las importaciones tampoco invertirán por temor a que Trump termine por recular.

Las elecciones del año próximo deberían ser sobre la traición del juramento que Trump hizo al aceptar el cargo. Sin embargo, siendo realistas, también importa que quizá la economía no esté de su lado.

La primavera pasada, Donald Trump y su círculo tal vez pensaron que el camino estaba relativamente allanado para la reelección.

Por una parte, parecía que Trump había sorteado la amenaza del fatal escándalo político. El tan esperado informe de Mueller sobre la intervención de Rusia en las elecciones había llegado con un golpe seco y sordo; los detalles eran dañinos, pero, en esencia, no tuvo ningún impacto político.

Al mismo tiempo, Trump estaba convencido de que podía basar su campaña en la economía boyante. Cómo cambian las cosas en unos meses.

Todo el mundo está pendiente de los avances del juicio político. Comprensiblemente, lo que está atrayendo menos atención es la manera en la cual el discurso económico de Trump está viniéndose abajo.

Siendo justos, el estado general de la economía sigue siendo bastante bueno. El desempleo es muy bajo y el crecimiento laboral continúa. Además, aunque al final haya una recesión nacional —y el ciclo empresarial todavía no se ha abolido— no hay ninguna certeza de que eso suceda antes de las elecciones del año próximo.

Sin embargo, hay partes importantes de la economía que se están rezagando. La producción manufacturera disminuyó a lo largo del año pasado; aunado a la debilidad en el transporte y al mal momento que se vive en el sector agrícola, en la práctica alrededor de una quinta parte de la economía se encuentra en recesión. En específico, el empleo en la industria manufacturera ha venido disminuyendo en Míchigan, Wisconsin y Pensilvania, estados que eligieron a Trump con un margen muy reducido en 2016, dándole la victoria en el Colegio Electoral aunque perdió el voto popular.

Y lo que tal vez sea más importante: existe un declive drástico, casi una caída, en el rubro de la confianza empresarial.

Entonces, ¿qué le pasó a la bonanza de Trump? El colapso en la confianza comenzó a fines del año pasado, cuando no hubo duda de que el presidente hablaba en serio sobre iniciar una guerra comercial con China; continuó a medida que surgieron pruebas de que el recorte fiscal de 2017 fue una montaña de humo y, en resumen, no se hizo nada para impulsar la inversión empresarial y hacer que, al menos, hubiera un aumento temporal en el crecimiento general.

No obstante, la verdad es que hasta los pesimistas esperaban que el recorte fiscal hiciera más bien y la guerra comercial hiciera menos daño. ¿Por qué los resultados fueron tan malos? Una respuesta, con la que he estado de acuerdo, es que, además del impacto directo en las exportaciones estadounidenses y las empresas que dependen de los suministros chinos, la guerra comercial ha creado una incertidumbre nociva.

Las empresas que dependen de las cadenas mundiales de suministro no invertirán por temor a que la guerra comercial empeore más, pero las empresas que puedan entrar en el mercado para sustituir las importaciones tampoco invertirán por temor a que Trump termine por recular.

Las elecciones del año próximo deberían ser sobre la traición del juramento que Trump hizo al aceptar el cargo. Sin embargo, siendo realistas, también importa que quizá la economía no esté de su lado.