/ jueves 1 de febrero de 2018

La burbuja crece y crece

Hace poco, mi peluquero me preguntó si debería invertir todos sus ahorros en bitcoines. La verdad es que si los hubiera comprado hace más o menos un año, ahora estaría muy contento. Claro que los especuladores holandeses que compraron bulbos de tulipanes en 1635 también se sintieron muy satisfechos por algún tiempo, hasta que los precios de los tulipanes se desplomaron a principios de 1637.

¿Acaso será cierto que los bitcoines están formando una burbuja gigante que al final producirá solo dolor? Sí, pero tampoco se trata de una burbuja cualquiera. Está envuelta en un brillante tecnomisticismo y la protege un capullo de ideología libertaria. Si le quitamos toda esa envoltura, quizá podamos desvelar algunas verdades de la época que nos ha tocado vivir.

Por si algún lector ha estado perdido en una cueva y no ha escuchado hablar del bitcóin, les diré que es el mejor y más conocido ejemplo de una “criptomoneda”, es decir, un activo que no tiene forma física, pues solo es un registro digital almacenado en computadoras. Es cierto que las cuentas bancarias normales también son registros digitales, pero a diferencia de estas, los registros que documentan la existencia de las criptomonedas no se conservan en los servidores de una institución financiera específica, sino distribuidos en muchos lugares.

Otra diferencia importante radica en que para verificar que tenemos criptomonedas no es necesario demostrar (y por lo tanto, revelar) nuestra identidad. Para verificar la propiedad de un bitcóin sin revelar información que no queremos proporcionar, se utiliza una clave secreta creada con técnicas derivadas de la criptografía —el arte de escribir o resolver códigos— que da acceso a la moneda virtual.

Parece un muy buen truco. ¿Y para qué sirve?

Podemos efectuar pagos electrónicos. Sin embargo, para hacer pagos electrónicos también podemos utilizar tarjetas de débito, PayPal y Venmo, así como otras plataformas, y resulta que los bitcoines son un medio de pago lento, inadecuado y costoso. De hecho, los organizadores de conferencias sobre Bitcoin algunas veces no aceptan estos pagos por parte de los participantes. En realidad, no hay ninguna buena razón para utilizar bitcoines en transacciones regulares, a menos que no queramos que nadie sepa qué compramos o vendemos, por lo que gran parte del uso efectivo de bitcoines se asocia con las drogas, el sexo y otros artículos del mercado negro.

Al igual que los bitcoines, los billetes de 100 dólares no son muy prácticos para nuestras transacciones ordinarias, pues la mayoría de las tiendas no los aceptan. No obstante, estos billetes con el retrato de Benjamin Franklin son populares entre los ladrones, los narcotraficantes y los evasores fiscales. Además, aunque la mayoría de nosotros solo veremos estos billetes unas cuantas veces en la vida, hay muchos en circulación —el equivalente a más de un billón de dólares, que es alrededor del 78 por ciento del valor de la moneda estadounidense que se encuentra en circulación.

¿Entonces los bitcoines son una mejor opción que los billetes de 100 dólares ya que permiten realizar transacciones secretas? Tampoco es del todo cierto, porque les falta una característica esencial: un vínculo con la realidad

Hace poco, mi peluquero me preguntó si debería invertir todos sus ahorros en bitcoines. La verdad es que si los hubiera comprado hace más o menos un año, ahora estaría muy contento. Claro que los especuladores holandeses que compraron bulbos de tulipanes en 1635 también se sintieron muy satisfechos por algún tiempo, hasta que los precios de los tulipanes se desplomaron a principios de 1637.

¿Acaso será cierto que los bitcoines están formando una burbuja gigante que al final producirá solo dolor? Sí, pero tampoco se trata de una burbuja cualquiera. Está envuelta en un brillante tecnomisticismo y la protege un capullo de ideología libertaria. Si le quitamos toda esa envoltura, quizá podamos desvelar algunas verdades de la época que nos ha tocado vivir.

Por si algún lector ha estado perdido en una cueva y no ha escuchado hablar del bitcóin, les diré que es el mejor y más conocido ejemplo de una “criptomoneda”, es decir, un activo que no tiene forma física, pues solo es un registro digital almacenado en computadoras. Es cierto que las cuentas bancarias normales también son registros digitales, pero a diferencia de estas, los registros que documentan la existencia de las criptomonedas no se conservan en los servidores de una institución financiera específica, sino distribuidos en muchos lugares.

Otra diferencia importante radica en que para verificar que tenemos criptomonedas no es necesario demostrar (y por lo tanto, revelar) nuestra identidad. Para verificar la propiedad de un bitcóin sin revelar información que no queremos proporcionar, se utiliza una clave secreta creada con técnicas derivadas de la criptografía —el arte de escribir o resolver códigos— que da acceso a la moneda virtual.

Parece un muy buen truco. ¿Y para qué sirve?

Podemos efectuar pagos electrónicos. Sin embargo, para hacer pagos electrónicos también podemos utilizar tarjetas de débito, PayPal y Venmo, así como otras plataformas, y resulta que los bitcoines son un medio de pago lento, inadecuado y costoso. De hecho, los organizadores de conferencias sobre Bitcoin algunas veces no aceptan estos pagos por parte de los participantes. En realidad, no hay ninguna buena razón para utilizar bitcoines en transacciones regulares, a menos que no queramos que nadie sepa qué compramos o vendemos, por lo que gran parte del uso efectivo de bitcoines se asocia con las drogas, el sexo y otros artículos del mercado negro.

Al igual que los bitcoines, los billetes de 100 dólares no son muy prácticos para nuestras transacciones ordinarias, pues la mayoría de las tiendas no los aceptan. No obstante, estos billetes con el retrato de Benjamin Franklin son populares entre los ladrones, los narcotraficantes y los evasores fiscales. Además, aunque la mayoría de nosotros solo veremos estos billetes unas cuantas veces en la vida, hay muchos en circulación —el equivalente a más de un billón de dólares, que es alrededor del 78 por ciento del valor de la moneda estadounidense que se encuentra en circulación.

¿Entonces los bitcoines son una mejor opción que los billetes de 100 dólares ya que permiten realizar transacciones secretas? Tampoco es del todo cierto, porque les falta una característica esencial: un vínculo con la realidad