/ sábado 4 de enero de 2020

La búsqueda de Diógenes

“Sólo sé que no sé nada.” Sócrates

Cuentan que, en cierta ocasión, Platón vio a Diógenes lavando unas lechugas. El filósofo decidió acercarse a su colega y le dijo quedamente: “Si halagaras a Dionisio (el tirano de Siracusa), no lavarías lechugas”. Diógenes, igualmente en voz baja, le respondió a Platón: “Y si tú lavaras lechugas, no tendrías que halagar a Dionisio”.

Diógenes de Sinope, también conocido como Diógenes el Cínico, fue un filósofo griego que llegó a vivir a Atenas tras ser desterrado por falsificar monedas. En esta nueva polis, Diógenes conoce a Antístenes, fundador de la escuela cínica, y se convierte en su discípulo.

La doctrina de Diógenes consistía en deshacerse de todo los superfluo para poder alcanzar la felicidad; despreciando las costumbres sociales y la civilización, por considerarlas el origen de muchos de los distractores que alejan a las personas de alcanzar la virtud.

Sabemos por ejemplo que Diógenes comía junto a los perros callejeros, hacía todas sus necesidades en público y buscó desprenderse de todas posesión material que no cumpliera una función estrictamente necesaria. Así, vivía en un barril y no tenía otra cosa más que un manto para cubrirse, una lámpara para iluminarse y un bastón que necesitaba para caminar.

Se dice que Diógenes traía siempre su lámpara encendida (incluso durante el día) y cuando caminaba por la ciudad y alguien le preguntaba: “¿Qué haces Diógenes?”, él respondía: “Buscando un hombre honesto” (hombre es ser, no género).

Hay un chiste que nos invita a imaginar a Diógenes recorriendo el mundo moderno. Primero pasa con su candil por las grandes potencias europeas (Alemania, Francia, Inglaterra) en busca de hombres honestos. Cruza el Atlántico y recorre Estados Unidos contestando siempre la misma pregunta —¿Qué haces Diógenes?— de la misma manera, —Estoy buscando un hombre honesto— hasta que llega a México...

“¿Qué haces Diógenes?”, le preguntan al cruzar la frontera. “Estoy buscando mi lámpara”. Diógenes, víctima de la delincuencia al igual que millones de mexicanos.

El 2019 fue el año más violento del que se tenga registro en nuestro país. Aunque todavía no contamos con la cifra oficial final (falta integrar diciembre), es un hecho aceptado por el propio presidente de la República.

De enero a noviembre 31,688 víctimas de homicidios dolosos. Casi 95 personas al día. 3.9 personas asesinadas en México cada hora en los primeros 334 días del 2019. Es inaceptable.

El poder político, el Estado, existe precisamente como una herramienta para garantizar la seguridad de los ciudadanos. Esa es su función. Nos conformamos como una democracia para tener la capacidad de elegir a nuestros representantes, crear nuestras propias leyes y defender la soberanía del pueblo y el bien común.

Cuando Alejandro Magno, siendo ya dueño de Grecia, llegó a Corinto antes de emprender la conquista de Asia, pidió conocer “al filósofo que vivía con los perros”. Al ver al viejo Diógenes, el joven rey, horrorizado con las condiciones en las que vivía el filósofo, le preguntó si había algo que pudiera hacer para mejorar su situación. Diógenes le contestó: “Sí, apartarte, que me estás tapando el Sol.”

De esa misma forma clara, directa y sin temor nosotros, como ciudadanos, tenemos el deber de exigir a nuestros gobernantes que cumplan con su responsabilidad.


“Sólo sé que no sé nada.” Sócrates

Cuentan que, en cierta ocasión, Platón vio a Diógenes lavando unas lechugas. El filósofo decidió acercarse a su colega y le dijo quedamente: “Si halagaras a Dionisio (el tirano de Siracusa), no lavarías lechugas”. Diógenes, igualmente en voz baja, le respondió a Platón: “Y si tú lavaras lechugas, no tendrías que halagar a Dionisio”.

Diógenes de Sinope, también conocido como Diógenes el Cínico, fue un filósofo griego que llegó a vivir a Atenas tras ser desterrado por falsificar monedas. En esta nueva polis, Diógenes conoce a Antístenes, fundador de la escuela cínica, y se convierte en su discípulo.

La doctrina de Diógenes consistía en deshacerse de todo los superfluo para poder alcanzar la felicidad; despreciando las costumbres sociales y la civilización, por considerarlas el origen de muchos de los distractores que alejan a las personas de alcanzar la virtud.

Sabemos por ejemplo que Diógenes comía junto a los perros callejeros, hacía todas sus necesidades en público y buscó desprenderse de todas posesión material que no cumpliera una función estrictamente necesaria. Así, vivía en un barril y no tenía otra cosa más que un manto para cubrirse, una lámpara para iluminarse y un bastón que necesitaba para caminar.

Se dice que Diógenes traía siempre su lámpara encendida (incluso durante el día) y cuando caminaba por la ciudad y alguien le preguntaba: “¿Qué haces Diógenes?”, él respondía: “Buscando un hombre honesto” (hombre es ser, no género).

Hay un chiste que nos invita a imaginar a Diógenes recorriendo el mundo moderno. Primero pasa con su candil por las grandes potencias europeas (Alemania, Francia, Inglaterra) en busca de hombres honestos. Cruza el Atlántico y recorre Estados Unidos contestando siempre la misma pregunta —¿Qué haces Diógenes?— de la misma manera, —Estoy buscando un hombre honesto— hasta que llega a México...

“¿Qué haces Diógenes?”, le preguntan al cruzar la frontera. “Estoy buscando mi lámpara”. Diógenes, víctima de la delincuencia al igual que millones de mexicanos.

El 2019 fue el año más violento del que se tenga registro en nuestro país. Aunque todavía no contamos con la cifra oficial final (falta integrar diciembre), es un hecho aceptado por el propio presidente de la República.

De enero a noviembre 31,688 víctimas de homicidios dolosos. Casi 95 personas al día. 3.9 personas asesinadas en México cada hora en los primeros 334 días del 2019. Es inaceptable.

El poder político, el Estado, existe precisamente como una herramienta para garantizar la seguridad de los ciudadanos. Esa es su función. Nos conformamos como una democracia para tener la capacidad de elegir a nuestros representantes, crear nuestras propias leyes y defender la soberanía del pueblo y el bien común.

Cuando Alejandro Magno, siendo ya dueño de Grecia, llegó a Corinto antes de emprender la conquista de Asia, pidió conocer “al filósofo que vivía con los perros”. Al ver al viejo Diógenes, el joven rey, horrorizado con las condiciones en las que vivía el filósofo, le preguntó si había algo que pudiera hacer para mejorar su situación. Diógenes le contestó: “Sí, apartarte, que me estás tapando el Sol.”

De esa misma forma clara, directa y sin temor nosotros, como ciudadanos, tenemos el deber de exigir a nuestros gobernantes que cumplan con su responsabilidad.


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