/ viernes 17 de mayo de 2019

La contingencia

La vida en la Ciudad de México se vio alterada por una contingencia ambiental diferente a las que habíamos experimentado, derivada de incendios y partículas de un tamaño mucho menor, ultra finas y con mayores daños a la salud.

La política ambiental que creó Manuel Camacho Solís, que en su momento fue de gran innovación, estaba orientada al control de ozono y partículas mayores derivadas de contaminación vehicular e industrial, nunca fue pensada ni actualizada para incendios. Esto plantea un escenario inédito que obliga a una acción rápida y con responsabilidad.

El impacto de la contaminación en la escuela nos lleva a reflexiones importantes y que tienen que ser tomadas con seriedad. La Autoridad Educativa Federal en la Ciudad de México decidió el domingo en la tarde, previo al decreto de la contingencia, recomendar medidas como: abstenerse de realizar activación física y deportes; eliminar cualquier actividad al aire libre -cívicas, culturales y de recreo- en los centros escolares; evitar que los alumnos con problemas respiratorios y cardiovasculares asistan a clase; y acudir al médico en caso de presentar algún malestar.

En cuanto a la suspensión de clases, la pregunta es si realmente las niñas y los niños en estas condiciones están más seguros en sus casas que en la escuela, partiendo del reconocimiento de la realidad de que un porcentaje importante de las familias trabajan; tomando en cuenta estos hechos y considerando el movimiento que implican literalmente millones de estudiantes, la decisión más prudente fue suspender las clases el jueves y el viernes de esta semana.

La ciudad se ha sobrepuesto históricamente a grandes retos, como a las grandes inundaciones de 1629 y de 1768, los sismos de 1787, 1985 o el del 2017, el riesgo de erupción volcánica y muchas otras adversidades, en todos los casos hemos aprendido a enfrentarlas, desarrollamos un sentido de resiliencia y solidaridad. En particular debemos de destacar la labor de las maestras y maestros que han sido pilares en la cultura de la protección civil y en esta última contingencia han actuado con profesionalismo y seriedad.

La respuesta del Gobierno de la Ciudad y de las autoridades educativas fue oportuna, se dieron lineamientos desde el domingo y la suspensión de clases en cuanto se tuvo información pertinente, aÚn en condiciones inéditas. Crisis parecidas de mucha mayor intensidad como la vivida en Beijing hace unos años, tomaron mucho más tiempo en plantear las medidas adecuadas, y la tardanza se cobró con vidas.

La grandeza de la Ciudad está en su gente, pero sobre todo en su determinación para superar la adversidad y aprender, hoy tenemos un nuevo reto, crear protocolos, una cultura de cuidado de nuestros bosques y entender que tendremos que reaccionar a nuevos fenómenos con agilidad y responsabilidad.

@LuisH_Fernandez

La vida en la Ciudad de México se vio alterada por una contingencia ambiental diferente a las que habíamos experimentado, derivada de incendios y partículas de un tamaño mucho menor, ultra finas y con mayores daños a la salud.

La política ambiental que creó Manuel Camacho Solís, que en su momento fue de gran innovación, estaba orientada al control de ozono y partículas mayores derivadas de contaminación vehicular e industrial, nunca fue pensada ni actualizada para incendios. Esto plantea un escenario inédito que obliga a una acción rápida y con responsabilidad.

El impacto de la contaminación en la escuela nos lleva a reflexiones importantes y que tienen que ser tomadas con seriedad. La Autoridad Educativa Federal en la Ciudad de México decidió el domingo en la tarde, previo al decreto de la contingencia, recomendar medidas como: abstenerse de realizar activación física y deportes; eliminar cualquier actividad al aire libre -cívicas, culturales y de recreo- en los centros escolares; evitar que los alumnos con problemas respiratorios y cardiovasculares asistan a clase; y acudir al médico en caso de presentar algún malestar.

En cuanto a la suspensión de clases, la pregunta es si realmente las niñas y los niños en estas condiciones están más seguros en sus casas que en la escuela, partiendo del reconocimiento de la realidad de que un porcentaje importante de las familias trabajan; tomando en cuenta estos hechos y considerando el movimiento que implican literalmente millones de estudiantes, la decisión más prudente fue suspender las clases el jueves y el viernes de esta semana.

La ciudad se ha sobrepuesto históricamente a grandes retos, como a las grandes inundaciones de 1629 y de 1768, los sismos de 1787, 1985 o el del 2017, el riesgo de erupción volcánica y muchas otras adversidades, en todos los casos hemos aprendido a enfrentarlas, desarrollamos un sentido de resiliencia y solidaridad. En particular debemos de destacar la labor de las maestras y maestros que han sido pilares en la cultura de la protección civil y en esta última contingencia han actuado con profesionalismo y seriedad.

La respuesta del Gobierno de la Ciudad y de las autoridades educativas fue oportuna, se dieron lineamientos desde el domingo y la suspensión de clases en cuanto se tuvo información pertinente, aÚn en condiciones inéditas. Crisis parecidas de mucha mayor intensidad como la vivida en Beijing hace unos años, tomaron mucho más tiempo en plantear las medidas adecuadas, y la tardanza se cobró con vidas.

La grandeza de la Ciudad está en su gente, pero sobre todo en su determinación para superar la adversidad y aprender, hoy tenemos un nuevo reto, crear protocolos, una cultura de cuidado de nuestros bosques y entender que tendremos que reaccionar a nuevos fenómenos con agilidad y responsabilidad.

@LuisH_Fernandez