/ viernes 8 de enero de 2021

La cordura en el cubrebocas

Por: Sofía Quintanilla


Un cubrebocas es una pieza diseñada para evitar la propagación de enfermedades infecciosas que se emiten a través de la nariz y boca. Desde que comenzó la pandemia del COVID-19, la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomendó utilizar un cubrebocas al salir de casa ya que este reduce en, al menos, un 70% las probabilidades de que una persona contagiada no transmita la enfermedad. A través de una plétora de datos e investigaciones científicas, se ha demostrado que el SARS-CoV-2 es un virus que se transmite, principalmente, a través del aire por lo que se vuelve evidente que el material del cubrebocas ayuda a contener la transmisión del virus.

Es inconcebible la irresponsabilidad de una parte de la sociedad mexicana. Durante las celebraciones de fin de año, las redes sociales estaban desbordadas por fiestas clandestinas, discotecas, conglomeraciones en destinos turísticos y/o reuniones caseras sobrepasando, por mucho, el máximo de 6 personas. Y casi en o prácticamente en ninguno, se portaba un cubrebocas o se respetaba un adecuado distanciamiento social. De acuerdo a un estudio por la Universidad de Johns Hopkins, México ocupa el primer lugar en letalidad entre las veinte naciones más afectadas por la pandemia en el mundo, con 8.8 muertes por cada 100 contagios. De hecho, hoy, la principal causa de muerte en México es el Coronavirus; por encima de la obesidad, cáncer, diabetes y/o enfermedades del hígado. Sin embargo, esa parte de la sociedad se comporta como si viviéramos en enero del 2019.

Este desastre no sólo ha sido producto de la enfermedad, sino que también del enorme negacionismo del gobierno mexicano en atender y prevenir las consecuencias del virus. Mientras transcurre el tiempo, la ocupación hospitalaria sube y decrece la realización de pruebas. De hecho, el mayo pasado el subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell, mencionó que hacer más pruebas sería una “pérdida de tiempo, esfuerzo, y dinero.” A su vez, la semana pasada, mientras las muertes incrementaban, disfrutó de sus vacaciones en la playa, evadiendo cualquier tipo de medida sanitaria que él mismo se ha cansado de repetir.

En México, la sociedad parece haber bajado la guardia. En sus mercados, plazas, restaurantes populares, playas y hoteles vemos como el uso de cubrebocas, por más sencillo y esencial que es, se ha vuelto una inconveniencia para decenas de personas. Entre ellas, para el presidente de México. No normalicemos. No es normal continuar sumergidos, después de 10 meses, en la mayor catástrofe epidemiológica de las últimas décadas. Hagamos un llamado a la sensatez, solidaridad, empatía y cordura. Apeguémonos a los protocolos sanitarios, salvan vidas.

@sofquintanilla

Por: Sofía Quintanilla


Un cubrebocas es una pieza diseñada para evitar la propagación de enfermedades infecciosas que se emiten a través de la nariz y boca. Desde que comenzó la pandemia del COVID-19, la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomendó utilizar un cubrebocas al salir de casa ya que este reduce en, al menos, un 70% las probabilidades de que una persona contagiada no transmita la enfermedad. A través de una plétora de datos e investigaciones científicas, se ha demostrado que el SARS-CoV-2 es un virus que se transmite, principalmente, a través del aire por lo que se vuelve evidente que el material del cubrebocas ayuda a contener la transmisión del virus.

Es inconcebible la irresponsabilidad de una parte de la sociedad mexicana. Durante las celebraciones de fin de año, las redes sociales estaban desbordadas por fiestas clandestinas, discotecas, conglomeraciones en destinos turísticos y/o reuniones caseras sobrepasando, por mucho, el máximo de 6 personas. Y casi en o prácticamente en ninguno, se portaba un cubrebocas o se respetaba un adecuado distanciamiento social. De acuerdo a un estudio por la Universidad de Johns Hopkins, México ocupa el primer lugar en letalidad entre las veinte naciones más afectadas por la pandemia en el mundo, con 8.8 muertes por cada 100 contagios. De hecho, hoy, la principal causa de muerte en México es el Coronavirus; por encima de la obesidad, cáncer, diabetes y/o enfermedades del hígado. Sin embargo, esa parte de la sociedad se comporta como si viviéramos en enero del 2019.

Este desastre no sólo ha sido producto de la enfermedad, sino que también del enorme negacionismo del gobierno mexicano en atender y prevenir las consecuencias del virus. Mientras transcurre el tiempo, la ocupación hospitalaria sube y decrece la realización de pruebas. De hecho, el mayo pasado el subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell, mencionó que hacer más pruebas sería una “pérdida de tiempo, esfuerzo, y dinero.” A su vez, la semana pasada, mientras las muertes incrementaban, disfrutó de sus vacaciones en la playa, evadiendo cualquier tipo de medida sanitaria que él mismo se ha cansado de repetir.

En México, la sociedad parece haber bajado la guardia. En sus mercados, plazas, restaurantes populares, playas y hoteles vemos como el uso de cubrebocas, por más sencillo y esencial que es, se ha vuelto una inconveniencia para decenas de personas. Entre ellas, para el presidente de México. No normalicemos. No es normal continuar sumergidos, después de 10 meses, en la mayor catástrofe epidemiológica de las últimas décadas. Hagamos un llamado a la sensatez, solidaridad, empatía y cordura. Apeguémonos a los protocolos sanitarios, salvan vidas.

@sofquintanilla