/ jueves 6 de febrero de 2020

La crisis existencial del capitalismo

El capitalismo no es lo que era antes. Las evidencias son claras y múltiples. Las protestas sociales en cadena que han sacudido a diversos países alrededor del orbe -y cuyo denominador común, amén de los detonadores específicos de cada nación, parece ser una marcada desconfianza hacia el modelo de democracia de libre mercado que ha prevalecido en años recientes- confirman una realidad prácticamente indiscutible: el capitalismo experimenta una profunda crisis de legitimidad.

Si fuera una marca, y en buena medida lo es, podríamos afirmar que el denominado capitalismo neoliberal está urgido de un rebranding, es decir, de un rediseño de nombre, términos, símbolos e imaginería con la intención de desarrollar una nueva identidad diferenciada en la mente de los ciudadanos, consumidores y otros stakeholders o partes interesadas.

Convencidas de que el caos y la desconfianza institucional es un breve paréntesis y no un cambio de época, las corporaciones líderes del mundo han tardado en reaccionar. La crisis es existencial.

A mediados del año pasado, la revista The Economist lanzó desde su portada una sencilla pero provocadora pregunta: ¿Para qué sirven las empresas? El semanario reflexionaba, no sin sospechas, si los preceptos de sustentabilidad, ética, respeto y gobernanza de la Responsabilidad Social Empresarial (RSE) eran compatibles con la vocación de ganancias de las medianas y grandes compañías ¿Era posible vincular ambos conceptos, o, por el contrario, estábamos condenados a que toda idea de RSE fuera interpretada como un esfuerzo de relaciones públicas por las generaciones de milennials y centennials escépticas ante la idea de la corporación noble y socialmente responsable?

Newsweek se preguntaba algo similar hace un par de meses, también en su reportaje de portada, donde resaltaba el llamado de líderes empresariales como Larry Fink, CEO de BlackRock, firma que maneja más de 6.5 billones de dólares en recursos, a realizar inversiones de impacto alineadas con un alto sentido de responsabilidad social.

El costo de no hacerlo, apuntaba Fink, era poner en riesgo los cimientos del sistema capitalista. México, desde luego, no está ausente del debate. Un sinfín de organizaciones mexicanas se autoproclaman como socialmente responsables sin serlo, actitud que no pasa inadvertida por una sociedad cada vez más demandante y alerta frente a las acciones de las empresas.

Hace 12 años escribí Responsabilidad Social Empresarial (Editorial Norma), libro donde analizaba el fenómeno y a las empresas que participaban en este. Desde entonces, a través de la columna Alta Empresa, he escrito en varios medios sobre el tema y su evolución en la comunidad ejecutiva mexicana e internacional, así como entre consumidores e inversionistas.

Hoy, Alta Empresa comienza a publicarse aquí, en El Sol de México . Espero contar con su presencia cada jueves en estas páginas. Será un honor discutir sobre negocios con ustedes.

El capitalismo no es lo que era antes. Las evidencias son claras y múltiples. Las protestas sociales en cadena que han sacudido a diversos países alrededor del orbe -y cuyo denominador común, amén de los detonadores específicos de cada nación, parece ser una marcada desconfianza hacia el modelo de democracia de libre mercado que ha prevalecido en años recientes- confirman una realidad prácticamente indiscutible: el capitalismo experimenta una profunda crisis de legitimidad.

Si fuera una marca, y en buena medida lo es, podríamos afirmar que el denominado capitalismo neoliberal está urgido de un rebranding, es decir, de un rediseño de nombre, términos, símbolos e imaginería con la intención de desarrollar una nueva identidad diferenciada en la mente de los ciudadanos, consumidores y otros stakeholders o partes interesadas.

Convencidas de que el caos y la desconfianza institucional es un breve paréntesis y no un cambio de época, las corporaciones líderes del mundo han tardado en reaccionar. La crisis es existencial.

A mediados del año pasado, la revista The Economist lanzó desde su portada una sencilla pero provocadora pregunta: ¿Para qué sirven las empresas? El semanario reflexionaba, no sin sospechas, si los preceptos de sustentabilidad, ética, respeto y gobernanza de la Responsabilidad Social Empresarial (RSE) eran compatibles con la vocación de ganancias de las medianas y grandes compañías ¿Era posible vincular ambos conceptos, o, por el contrario, estábamos condenados a que toda idea de RSE fuera interpretada como un esfuerzo de relaciones públicas por las generaciones de milennials y centennials escépticas ante la idea de la corporación noble y socialmente responsable?

Newsweek se preguntaba algo similar hace un par de meses, también en su reportaje de portada, donde resaltaba el llamado de líderes empresariales como Larry Fink, CEO de BlackRock, firma que maneja más de 6.5 billones de dólares en recursos, a realizar inversiones de impacto alineadas con un alto sentido de responsabilidad social.

El costo de no hacerlo, apuntaba Fink, era poner en riesgo los cimientos del sistema capitalista. México, desde luego, no está ausente del debate. Un sinfín de organizaciones mexicanas se autoproclaman como socialmente responsables sin serlo, actitud que no pasa inadvertida por una sociedad cada vez más demandante y alerta frente a las acciones de las empresas.

Hace 12 años escribí Responsabilidad Social Empresarial (Editorial Norma), libro donde analizaba el fenómeno y a las empresas que participaban en este. Desde entonces, a través de la columna Alta Empresa, he escrito en varios medios sobre el tema y su evolución en la comunidad ejecutiva mexicana e internacional, así como entre consumidores e inversionistas.

Hoy, Alta Empresa comienza a publicarse aquí, en El Sol de México . Espero contar con su presencia cada jueves en estas páginas. Será un honor discutir sobre negocios con ustedes.

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