/ lunes 2 de diciembre de 2019

La culpa nunca es de la víctima

Los movimientos históricos de emancipación de las mujeres no pueden caracterizarse por sus “buenas maneras”. El establishment de todas las épocas, se escandalizó porque las mujeres se encadenaron para exigir el derecho al voto, se tiraron en el camino del gobernante para obligarlo a escucharlas y se ofendieron cuando ellas alentaban las huelgas como respuesta a su explotación laboral; igual hoy ese establishment se indigna porque firman manifiestos feministas, toman tribunas, pintarrajean monumentos y corean en las plazas para exigir con contundencia respeto a sus vidas señalando con el dedo: el violentador eres tú: el presidente, el estado, el policía, el que está en casa, el que está a la vuelta de la esquina, el juez que debiera defenderte.


De eso hablan las coreografías impulsadas por las chilenas feministas del colectivo LAS TESIS, de Valparaiso, Chile. La letra de “Un violador en el camino” no tiene desperdicio y recorre el mundo. Identifica una realidad que las propias mujeres organizadas desde todas las esferas exigimos se modifique a través de leyes, nuevas formas de gobierno, buenos tratos y respeto hacia nosotras.


Enfrentar la violencia sexual, allá en Chile, como acá en Atenco, es igual de pernicioso. Nadie dude del grito en coro: “la culpa no era mía, ni dónde estaba, ni cómo vestía”.


“Es feminicidio impunidad; para el asesino es la desaparición, es la violación”, y en México no termina la semana sin que nos impacte el caso de Abril Pérez: víctima sobreviviente, identificó a su agresor, lo denunció y alertó a los jueces que lo liberaron, que con esa decisión corría peligro su vida; desgraciadamente fue asesinada. Una muerte prevenible diría Marcela Lagarde quién caracterizó la clave del feminicidio: su impunidad.


Frente a un hecho delictivo hay una denuncia, una presencia policiaca, una investigación de fundamenta la culpabilidad del hecho y una sentencia judicial. Pero cuando una de las partes se rompe, también se trunca la justicia. Eso acontece también por falta de controles internos y externos que garanticen la eficiencia e imparcialidad de la justicia de manera incuestionable. Es necesario por lo tanto, que el Consejo de la Judicatura se encargue de esos controles, y sólo se logrará cuando sea independiente tanto de quien preside la Suprema Corte, como de quienes presiden los Tribunales de justicia a nivel estatal. La permanente formación en directrices desde el enfoque de los derechos humanos es imprescindible para prevenir injustas decisiones, porque de nada sirve que la SCJN tenga el protocolo “Juzgar con Perspectiva de Género” si no se aplica por los jueces. Las judicaturas deben ser más eficaces para no dejar en la indefensión a quienes son víctimas de las decisiones de los jueces. Entre muchas respuestas que se deben dar, esta es una de ellas.


Pero por lo pronto los juzgadores del caso Abril Pérez deben responder: a) porqué se reclasificó a violencia doméstica, un hecho de vinculación a proceso por delito de feminicidio en grado de tentativa; b) se ordenó la libertad del imputado quien estaba en prisión preventiva por su peligrosidad, c) porqué no se tomó en cuenta la carta que la víctima les envió exponiendo su temor a ser asesinada. “El patriarcado es un juez que nos juzga por nacer”, por nacer mujer, por ser Abril, Lesvy, Mariana… Urge resistencia contra ese establishment!

Los movimientos históricos de emancipación de las mujeres no pueden caracterizarse por sus “buenas maneras”. El establishment de todas las épocas, se escandalizó porque las mujeres se encadenaron para exigir el derecho al voto, se tiraron en el camino del gobernante para obligarlo a escucharlas y se ofendieron cuando ellas alentaban las huelgas como respuesta a su explotación laboral; igual hoy ese establishment se indigna porque firman manifiestos feministas, toman tribunas, pintarrajean monumentos y corean en las plazas para exigir con contundencia respeto a sus vidas señalando con el dedo: el violentador eres tú: el presidente, el estado, el policía, el que está en casa, el que está a la vuelta de la esquina, el juez que debiera defenderte.


De eso hablan las coreografías impulsadas por las chilenas feministas del colectivo LAS TESIS, de Valparaiso, Chile. La letra de “Un violador en el camino” no tiene desperdicio y recorre el mundo. Identifica una realidad que las propias mujeres organizadas desde todas las esferas exigimos se modifique a través de leyes, nuevas formas de gobierno, buenos tratos y respeto hacia nosotras.


Enfrentar la violencia sexual, allá en Chile, como acá en Atenco, es igual de pernicioso. Nadie dude del grito en coro: “la culpa no era mía, ni dónde estaba, ni cómo vestía”.


“Es feminicidio impunidad; para el asesino es la desaparición, es la violación”, y en México no termina la semana sin que nos impacte el caso de Abril Pérez: víctima sobreviviente, identificó a su agresor, lo denunció y alertó a los jueces que lo liberaron, que con esa decisión corría peligro su vida; desgraciadamente fue asesinada. Una muerte prevenible diría Marcela Lagarde quién caracterizó la clave del feminicidio: su impunidad.


Frente a un hecho delictivo hay una denuncia, una presencia policiaca, una investigación de fundamenta la culpabilidad del hecho y una sentencia judicial. Pero cuando una de las partes se rompe, también se trunca la justicia. Eso acontece también por falta de controles internos y externos que garanticen la eficiencia e imparcialidad de la justicia de manera incuestionable. Es necesario por lo tanto, que el Consejo de la Judicatura se encargue de esos controles, y sólo se logrará cuando sea independiente tanto de quien preside la Suprema Corte, como de quienes presiden los Tribunales de justicia a nivel estatal. La permanente formación en directrices desde el enfoque de los derechos humanos es imprescindible para prevenir injustas decisiones, porque de nada sirve que la SCJN tenga el protocolo “Juzgar con Perspectiva de Género” si no se aplica por los jueces. Las judicaturas deben ser más eficaces para no dejar en la indefensión a quienes son víctimas de las decisiones de los jueces. Entre muchas respuestas que se deben dar, esta es una de ellas.


Pero por lo pronto los juzgadores del caso Abril Pérez deben responder: a) porqué se reclasificó a violencia doméstica, un hecho de vinculación a proceso por delito de feminicidio en grado de tentativa; b) se ordenó la libertad del imputado quien estaba en prisión preventiva por su peligrosidad, c) porqué no se tomó en cuenta la carta que la víctima les envió exponiendo su temor a ser asesinada. “El patriarcado es un juez que nos juzga por nacer”, por nacer mujer, por ser Abril, Lesvy, Mariana… Urge resistencia contra ese establishment!