/ viernes 29 de julio de 2022

La desigualdad climática 

Por María Fernanda Aponte.


Con temperaturas récord, olas de calor e incendios forestales, el derretimiento acelerado de los glaciares y la escasez de agua mundial, este verano ha confirmado que los efectos catastróficos del cambio climático son la nueva normalidad. A la vez, surgen noticias de celebridades como Kylie Jenner que usan aviones privados para viajes de menos de 20 minutos, emiten hasta 5 toneladas de CO2, más de lo que produce la persona promedio en un año. Claramente, la desigualdad no sólo ocurre en términos de riqueza y capital, sino también en el daño y explotación del medio ambiente. En México la brecha es desconcertante, el 1% más rico contamina 44 veces más que la mitad de la población (Informe Mundial de Desigualdad, 2022).

Lo peor es que, aunque los grupos marginados son los que menos contaminan y emiten gases de efecto invernadero, serán los más afectados. Esto ya está ocurriendo. Hay aproximadamente 20 millones de "refugiados climáticos", personas que se ven obligadas a huir de sus hogares debido a las amenazas relacionadas con el clima, provenientes en su mayoría del Sur global donde el conflicto y la violencia también son una constante (ACNUR, 2021). Mientras tanto, los ricos agravan la situación; buscan rentabilidad y se aseguran que, llegado el momento, tendrán suficientes recursos para salvarse de los efectos del cambio climático.

El individuo promedio, como usted o yo, probablemente procura disminuir su consumo de agua y plástico, recuerda apagar las luces y no utiliza el coche cuando hay “hoy no circula”. Es lo que por años nos han dicho que hagamos para frenar un cataclismo medioambiental. Desafortunadamente estas acciones, aunque bienintencionadas e importantes, no han sido ni serán suficientes para cambiar el destino del planeta. El futuro está en manos de empresas codiciosas, protegidas en su destrucción ambiental mediante lagunas legales y prácticas corruptas. El futuro está en manos de gobiernos como el nuestro, que financia el ecocidio de la selva con proyectos como El Tren Maya. El futuro está en manos de las élites que han demostrado ser "criminales climáticos" sin remordimiento ni repercusión, beneficiándose de un sistema que explota a las personas y a su hogar, la Tierra.

Es difícil no sentirse desanimado frente a esta situación y no sucumbir ante la injusticia y la eco ansiedad, pero debemos enfocarnos en lo que sí podemos hacer. Debemos exigir que nuestros sistemas legales restrinjan y condenen la destrucción ambiental. Debemos presionar a nuestros gobiernos para que adopten políticas verdes al igual que estrategias de mitigación y resiliencia climática. Para lograrlo, debemos movilizarnos y alzar la voz para cambiar el sistema.


Por María Fernanda Aponte.


Con temperaturas récord, olas de calor e incendios forestales, el derretimiento acelerado de los glaciares y la escasez de agua mundial, este verano ha confirmado que los efectos catastróficos del cambio climático son la nueva normalidad. A la vez, surgen noticias de celebridades como Kylie Jenner que usan aviones privados para viajes de menos de 20 minutos, emiten hasta 5 toneladas de CO2, más de lo que produce la persona promedio en un año. Claramente, la desigualdad no sólo ocurre en términos de riqueza y capital, sino también en el daño y explotación del medio ambiente. En México la brecha es desconcertante, el 1% más rico contamina 44 veces más que la mitad de la población (Informe Mundial de Desigualdad, 2022).

Lo peor es que, aunque los grupos marginados son los que menos contaminan y emiten gases de efecto invernadero, serán los más afectados. Esto ya está ocurriendo. Hay aproximadamente 20 millones de "refugiados climáticos", personas que se ven obligadas a huir de sus hogares debido a las amenazas relacionadas con el clima, provenientes en su mayoría del Sur global donde el conflicto y la violencia también son una constante (ACNUR, 2021). Mientras tanto, los ricos agravan la situación; buscan rentabilidad y se aseguran que, llegado el momento, tendrán suficientes recursos para salvarse de los efectos del cambio climático.

El individuo promedio, como usted o yo, probablemente procura disminuir su consumo de agua y plástico, recuerda apagar las luces y no utiliza el coche cuando hay “hoy no circula”. Es lo que por años nos han dicho que hagamos para frenar un cataclismo medioambiental. Desafortunadamente estas acciones, aunque bienintencionadas e importantes, no han sido ni serán suficientes para cambiar el destino del planeta. El futuro está en manos de empresas codiciosas, protegidas en su destrucción ambiental mediante lagunas legales y prácticas corruptas. El futuro está en manos de gobiernos como el nuestro, que financia el ecocidio de la selva con proyectos como El Tren Maya. El futuro está en manos de las élites que han demostrado ser "criminales climáticos" sin remordimiento ni repercusión, beneficiándose de un sistema que explota a las personas y a su hogar, la Tierra.

Es difícil no sentirse desanimado frente a esta situación y no sucumbir ante la injusticia y la eco ansiedad, pero debemos enfocarnos en lo que sí podemos hacer. Debemos exigir que nuestros sistemas legales restrinjan y condenen la destrucción ambiental. Debemos presionar a nuestros gobiernos para que adopten políticas verdes al igual que estrategias de mitigación y resiliencia climática. Para lograrlo, debemos movilizarnos y alzar la voz para cambiar el sistema.