/ lunes 26 de marzo de 2018

La deuda con México I

Aristóteles escribió “Los jóvenes son propensos a desear y a hacer lo que desean… aunque también son inconstantes y dados a aburrirse de sus deseos; desean vehementemente, pero se les pasa rápidamente… No tienen mal natural, sino bueno, porque aún no han conocido muchas perversidades. Son confiados porque aún no les han engañado muchas veces, y esperanzados, porque tienen un calor natural, semejante al que sienten los borrachos. La mayor parte de su vida está llena de esperanza, porque la esperanza se refiere al porvenir, y el recuerdo, al pasado, y para los jóvenes el futuro es largo, y el pasado corto […] También son engañadizos, por lo dicho, porque se esperanzan con facilidad, y más valerosos, porque son impulsivos y llenos de esperanza: lo primero les quita el miedo, lo segundo les da ánimos…”

De acuerdo a Aristóteles, México vive una eterna juventud, el candor habita en el pensamiento de su población, siempre esperanzada respecto a esa luz al final del túnel, la cual no termina por llegar.

Una ingenuidad que olvida sus niveles de marginación y pobreza. La precariedad económica es un problema que ha trascendido generaciones, se hereda, se enraíza en la vida diaria de las familias.

A pesar de enfrentarla cotidianamente, pareciera que los mexicanos la dejan fuera de sus decisiones y aceptan las promesas que el ciclo político les hace pero que no les cumple.

La pobreza trastoca los fundamentos de la sociedad, afecta a la familia. Impide que la célula básica procree bienestar y un futuro próspero, lo deja fuera de su realidad. Al mismo tiempo México hospeda actividades productivas de alta tecnología y valor agregado, pero lo hace como maquilador: las marcas, patentes, utilidades y derechos no son nacionales.

Prácticamente todas las empresas trasnacionales se encuentran México, país que, siguiendo el mandato del consenso de Washington, instrumentó una de las aperturas más ambiciosas del mundo. El ejemplo a seguir en materia de firma de acuerdos comerciales. Una nación que obtuvo 10 en buen comportamiento, pero ¿lo hizo en aprovechamiento?

La apertura económica de México no debería corresponder con un país de 53 millones de pobres. Tampoco con 63 millones de personas que no tienen un ingreso suficiente para superar las líneas de bienestar básicas.

No debería describir una nación con un mercado laboral en donde el 57% de las personas ocupadas se encuentra vinculada a la informalidad. Sería poco aceptable que solamente 950 mil patrones, de una base de 4.5 millones de empresas, se encuentren registrados ante la seguridad social.

Debería existir una baja probabilidad para que una pequeña y mediana empresa tenga más del 40% de posibilidad de quebrar en tan solo dos años.

¿En dónde quedó la promesa del Plan Nacional de Desarrollo 1988-1994 de una mejora en la infraestructura nacional; el aceptar y enfrentar la apertura comercial, la eliminación de obstáculos y regulaciones que reducen el potencial de los sectores productivos; el aprovechamiento de las mejores opciones de financiamiento, comercio y tecnología de que dispone el país; dejar a un lado la responsabilidad al Estado sobre el desarrollo nacional alentado a la participación amplia de los particulares?

Aristóteles escribió “Los jóvenes son propensos a desear y a hacer lo que desean… aunque también son inconstantes y dados a aburrirse de sus deseos; desean vehementemente, pero se les pasa rápidamente… No tienen mal natural, sino bueno, porque aún no han conocido muchas perversidades. Son confiados porque aún no les han engañado muchas veces, y esperanzados, porque tienen un calor natural, semejante al que sienten los borrachos. La mayor parte de su vida está llena de esperanza, porque la esperanza se refiere al porvenir, y el recuerdo, al pasado, y para los jóvenes el futuro es largo, y el pasado corto […] También son engañadizos, por lo dicho, porque se esperanzan con facilidad, y más valerosos, porque son impulsivos y llenos de esperanza: lo primero les quita el miedo, lo segundo les da ánimos…”

De acuerdo a Aristóteles, México vive una eterna juventud, el candor habita en el pensamiento de su población, siempre esperanzada respecto a esa luz al final del túnel, la cual no termina por llegar.

Una ingenuidad que olvida sus niveles de marginación y pobreza. La precariedad económica es un problema que ha trascendido generaciones, se hereda, se enraíza en la vida diaria de las familias.

A pesar de enfrentarla cotidianamente, pareciera que los mexicanos la dejan fuera de sus decisiones y aceptan las promesas que el ciclo político les hace pero que no les cumple.

La pobreza trastoca los fundamentos de la sociedad, afecta a la familia. Impide que la célula básica procree bienestar y un futuro próspero, lo deja fuera de su realidad. Al mismo tiempo México hospeda actividades productivas de alta tecnología y valor agregado, pero lo hace como maquilador: las marcas, patentes, utilidades y derechos no son nacionales.

Prácticamente todas las empresas trasnacionales se encuentran México, país que, siguiendo el mandato del consenso de Washington, instrumentó una de las aperturas más ambiciosas del mundo. El ejemplo a seguir en materia de firma de acuerdos comerciales. Una nación que obtuvo 10 en buen comportamiento, pero ¿lo hizo en aprovechamiento?

La apertura económica de México no debería corresponder con un país de 53 millones de pobres. Tampoco con 63 millones de personas que no tienen un ingreso suficiente para superar las líneas de bienestar básicas.

No debería describir una nación con un mercado laboral en donde el 57% de las personas ocupadas se encuentra vinculada a la informalidad. Sería poco aceptable que solamente 950 mil patrones, de una base de 4.5 millones de empresas, se encuentren registrados ante la seguridad social.

Debería existir una baja probabilidad para que una pequeña y mediana empresa tenga más del 40% de posibilidad de quebrar en tan solo dos años.

¿En dónde quedó la promesa del Plan Nacional de Desarrollo 1988-1994 de una mejora en la infraestructura nacional; el aceptar y enfrentar la apertura comercial, la eliminación de obstáculos y regulaciones que reducen el potencial de los sectores productivos; el aprovechamiento de las mejores opciones de financiamiento, comercio y tecnología de que dispone el país; dejar a un lado la responsabilidad al Estado sobre el desarrollo nacional alentado a la participación amplia de los particulares?