/ jueves 9 de mayo de 2019

La economía de Donald J. Keynes

Contrario a lo que Donald Trump y sus seguidores afirman, no estamos viendo un auge sin precedentes. La economía estadounidense creció 3.2 por ciento el año pasado, una tasa de crecimiento que no habíamos visto desde... 2015.

El empleo ha ido creciendo de manera constante desde 2010, sin ninguna interrupción en dicha tendencia después de 2016. A pesar de ello, el largo intervalo de crecimiento ha provocado que la tasa de desempleo disminuya a niveles que no se habían visto en décadas. ¿Cómo ocurrió y qué nos dice?

La fortaleza de la economía no refleja un cambio radical en el déficit comercial estadounidense, que sigue siendo elevado. Tampoco refleja un auge gigantesco en la inversión empresarial, como el que prometieron los proponentes del recorte presupuestal de 2017, pero que no ocurrió. Más bien, ahora lo que está impulsando a la economía es el gasto deficitario.

Los economistas suelen usar el déficit presupuestario ajustado en función del ciclo —un cálculo de lo que sería el déficit cuando haya empleo pleno— como una medida aproximada de qué tanto estímulo fiscal está dando el gobierno.

Según esa medida, el gobierno federal ahora está inyectando tanto dinero en la economía como lo estaba haciendo hace siete años, cuando la tasa de desempleo era superior a ocho por ciento.

La explosión del déficit presupuestal no es sólo resultado de ese recorte fiscal. Después de que los republicanos se hicieron del control de la Cámara de Representantes en 2010, obligaron al gobierno federal a adoptar la austeridad, apretando el gasto a pesar del alto desempleo y los costos crediticios tan bajos. Sin embargo, una vez que Trump llegó a la Casa Blanca, repentinamente estuvo bien gastar de nuevo (siempre y cuando no fuera para ayudar a los pobres). En particular, el gasto discrecional real —los gastos en otra cosa que no sean Seguridad Social, Medicare u otros programas de la red de seguridad social— se ha disparado tras años de declive.

Entonces, en realidad no hay ningún misterio sobre la fortaleza continua de la economía: es una cuestión keynesiana. Pero, ¿qué aprendemos de esta experiencia?

En lo político, hemos aprendido que el Partido Republicano es tremendamente hipócrita. Después de despotricar contra los peligros de la deuda y la inminente amenaza de la inflación durante toda la era de Obama, el partido abrió alegremente las llaves tan pronto como tuvo a su propio hombre en la Casa Blanca. Todavía podemos ver informes que describen a republicanos destacados como “cazadores de déficits” y nos preguntamos sobre su actitud relajada ante el actual flujo de tinta roja. Vamos, todos sabemos de qué se trató todo eso.

Además, sabemos que el largo periodo de alto desempleo posterior a la crisis financiera de 2008 podría haberse evitado fácilmente. Aquellos de nosotros que advertimos desde el principio que el estímulo de Obama era demasiado pequeño y de corto alcance y que la austeridad estaba limitando la recuperación, estábamos en lo correcto.

Contrario a lo que Donald Trump y sus seguidores afirman, no estamos viendo un auge sin precedentes. La economía estadounidense creció 3.2 por ciento el año pasado, una tasa de crecimiento que no habíamos visto desde... 2015.

El empleo ha ido creciendo de manera constante desde 2010, sin ninguna interrupción en dicha tendencia después de 2016. A pesar de ello, el largo intervalo de crecimiento ha provocado que la tasa de desempleo disminuya a niveles que no se habían visto en décadas. ¿Cómo ocurrió y qué nos dice?

La fortaleza de la economía no refleja un cambio radical en el déficit comercial estadounidense, que sigue siendo elevado. Tampoco refleja un auge gigantesco en la inversión empresarial, como el que prometieron los proponentes del recorte presupuestal de 2017, pero que no ocurrió. Más bien, ahora lo que está impulsando a la economía es el gasto deficitario.

Los economistas suelen usar el déficit presupuestario ajustado en función del ciclo —un cálculo de lo que sería el déficit cuando haya empleo pleno— como una medida aproximada de qué tanto estímulo fiscal está dando el gobierno.

Según esa medida, el gobierno federal ahora está inyectando tanto dinero en la economía como lo estaba haciendo hace siete años, cuando la tasa de desempleo era superior a ocho por ciento.

La explosión del déficit presupuestal no es sólo resultado de ese recorte fiscal. Después de que los republicanos se hicieron del control de la Cámara de Representantes en 2010, obligaron al gobierno federal a adoptar la austeridad, apretando el gasto a pesar del alto desempleo y los costos crediticios tan bajos. Sin embargo, una vez que Trump llegó a la Casa Blanca, repentinamente estuvo bien gastar de nuevo (siempre y cuando no fuera para ayudar a los pobres). En particular, el gasto discrecional real —los gastos en otra cosa que no sean Seguridad Social, Medicare u otros programas de la red de seguridad social— se ha disparado tras años de declive.

Entonces, en realidad no hay ningún misterio sobre la fortaleza continua de la economía: es una cuestión keynesiana. Pero, ¿qué aprendemos de esta experiencia?

En lo político, hemos aprendido que el Partido Republicano es tremendamente hipócrita. Después de despotricar contra los peligros de la deuda y la inminente amenaza de la inflación durante toda la era de Obama, el partido abrió alegremente las llaves tan pronto como tuvo a su propio hombre en la Casa Blanca. Todavía podemos ver informes que describen a republicanos destacados como “cazadores de déficits” y nos preguntamos sobre su actitud relajada ante el actual flujo de tinta roja. Vamos, todos sabemos de qué se trató todo eso.

Además, sabemos que el largo periodo de alto desempleo posterior a la crisis financiera de 2008 podría haberse evitado fácilmente. Aquellos de nosotros que advertimos desde el principio que el estímulo de Obama era demasiado pequeño y de corto alcance y que la austeridad estaba limitando la recuperación, estábamos en lo correcto.