/ miércoles 29 de noviembre de 2017

La estrategia mexicana TLCAN

Conforme avanzan las negociaciones de revisión del Tratado de Libre Conercio de América del Norte (TLCAN), se hace evidente que la estrategia mexicana de negociación ha logrado contener presiones y construir diversas propuestas que abren opciones para las partes. Sin embargo, el estilo de negociación de la presente administración del gobierno de Estados Unidos continúa con mostrando una posición que lleva al límite la discusión de sus propuestas.

De ahí que es de reconocer la firmeza del gobierno encabezado por el presidente de la República, Enrique Peña Nieto para mantener una estrategia caracterizada por la prudencia, la paciencia y la creatividad para dar salidas a los puntos más duros se la negociación. Esta forma de mantener el diálogo tripartita ha permitido que los gobiernos de Canadá y México acerquen posiciones y tengan puntos de vista comunes -o al menos similares- en varios puntos de la agenda de negociación.

Esta idea permite evitar la incertidumbre que generaría la cancelación o suspensión quinquenal de un acuerdo que enmarca el intercambio comercial y le da una mayor certidumbre a la inversión.

No hay que olvidar que el TLCAN abrió nuevas opciones de inversión ante las expectativas de contar con un amplio mercado de consumo, lo que quedaría cancelado si no hay un horizonte amplio de comercialización.

El tema de la resolución de controversias ya se había planteado por la administración del gobierno de Estados Unidos desde que advirtió que se saldría del otro gran acuerdo comercial que representaba el acuerdo comercial del Pacífico, el TPP. Es evidente que lo que se quiere es tener la facilidad de que todo litigio y controversia se atienda en sus tribunales lo cual es inaceptable cuando existen mecanismos imparciales de negociación, arbitrajes con paneles de expertos, que incluso son avalados por la Organización Mundial de Comercio.

El tema del contenido nacional, afecta no solo a México, sino a todas las partes pues en primer lugar le resta atractivo a la inversión de terceros países en la región. Pensemos en Japón o Alemania por ejemplo, así como en la industria automotriz. Por otra parte, es necesario reconocer que elevar el contenido regional puede resultar atractivo para los países involucrados siempre y cuando se cuente con la capacidad nacional para mejorar la inversión, desarrollar cadenas de valor, integrar empresas nacionales y regiones a los procesos de producción.

En este caso, lo importante es que pese a poder contar con ello, lo que no debe perderse de vista es la asimetría regional y, por lo tanto, el tipo de ventajas que cada país tiene pues esto es lo que le da competitividad a la región. Si bien hay que reforzar procesos internos, no se debe olvidar el desarrollo de la productividad y con ello el de la competitividad es regional, por lo que se deben aprovechar las ventajas que cada parte ya tiene y propone a la región.

Así, la posición mexicana, una estrategia que se reitera creativa, prudente y paciente, debe seguir prevaleciendo ante las exigencias del socio comercial más importante que tenemos, a la vez que refuerza lazos con Canadá y con las empresas –sobre todo estadounidenses- que le han apostado al TLCAN.

Conforme avanzan las negociaciones de revisión del Tratado de Libre Conercio de América del Norte (TLCAN), se hace evidente que la estrategia mexicana de negociación ha logrado contener presiones y construir diversas propuestas que abren opciones para las partes. Sin embargo, el estilo de negociación de la presente administración del gobierno de Estados Unidos continúa con mostrando una posición que lleva al límite la discusión de sus propuestas.

De ahí que es de reconocer la firmeza del gobierno encabezado por el presidente de la República, Enrique Peña Nieto para mantener una estrategia caracterizada por la prudencia, la paciencia y la creatividad para dar salidas a los puntos más duros se la negociación. Esta forma de mantener el diálogo tripartita ha permitido que los gobiernos de Canadá y México acerquen posiciones y tengan puntos de vista comunes -o al menos similares- en varios puntos de la agenda de negociación.

Esta idea permite evitar la incertidumbre que generaría la cancelación o suspensión quinquenal de un acuerdo que enmarca el intercambio comercial y le da una mayor certidumbre a la inversión.

No hay que olvidar que el TLCAN abrió nuevas opciones de inversión ante las expectativas de contar con un amplio mercado de consumo, lo que quedaría cancelado si no hay un horizonte amplio de comercialización.

El tema de la resolución de controversias ya se había planteado por la administración del gobierno de Estados Unidos desde que advirtió que se saldría del otro gran acuerdo comercial que representaba el acuerdo comercial del Pacífico, el TPP. Es evidente que lo que se quiere es tener la facilidad de que todo litigio y controversia se atienda en sus tribunales lo cual es inaceptable cuando existen mecanismos imparciales de negociación, arbitrajes con paneles de expertos, que incluso son avalados por la Organización Mundial de Comercio.

El tema del contenido nacional, afecta no solo a México, sino a todas las partes pues en primer lugar le resta atractivo a la inversión de terceros países en la región. Pensemos en Japón o Alemania por ejemplo, así como en la industria automotriz. Por otra parte, es necesario reconocer que elevar el contenido regional puede resultar atractivo para los países involucrados siempre y cuando se cuente con la capacidad nacional para mejorar la inversión, desarrollar cadenas de valor, integrar empresas nacionales y regiones a los procesos de producción.

En este caso, lo importante es que pese a poder contar con ello, lo que no debe perderse de vista es la asimetría regional y, por lo tanto, el tipo de ventajas que cada país tiene pues esto es lo que le da competitividad a la región. Si bien hay que reforzar procesos internos, no se debe olvidar el desarrollo de la productividad y con ello el de la competitividad es regional, por lo que se deben aprovechar las ventajas que cada parte ya tiene y propone a la región.

Así, la posición mexicana, una estrategia que se reitera creativa, prudente y paciente, debe seguir prevaleciendo ante las exigencias del socio comercial más importante que tenemos, a la vez que refuerza lazos con Canadá y con las empresas –sobre todo estadounidenses- que le han apostado al TLCAN.