/ lunes 16 de abril de 2018

La feria de las desconfianzas

Los procesos electorales se han vuelto en México la mar de complicados. Es impresionante el volumen de papeles (o archivos electrónicos, pero que igual hay que preparar), trámites, requisitos y procedimientos que se han de satisfacer en dichos procesos.

Y la vigilancia, la siempre necesaria vigilancia que resulta absolutamente necesario ejercer en todas las etapas del proceso electoral, pues apenas alguno de los actores se descuida y le complican la existencia con alguna artimaña, porque el catálogo de éstas es demasiado extenso. Cabe señalar que a veces la artimaña proviene de la propia autoridad electoral, heredera del pasado en que se le consideraba parte del engranaje oficialista. Infortunadamente esta visión subsiste en no pocos lugares del país.

En el fondo de todo lo anterior está la desconfianza, producto de décadas de fraude electoral permanente y sistemático. Realidad que el difunto Jorge Carpizo definió con cinco palabras acertadas y demoledoras: los procesos electorales en México son “la feria de las desconfianzas”.

Así, si alguna institución electoral se crea para mejorar el proceso, hay que acompañarla de un complicado procedimiento, de la autoridad que habrá de administrarla, la que llevará el control de la misma y su correspondiente órgano de vigilancia “integrado mayoritariamente por representantes de los partidos políticos”, según dispone la ley. Amén del correspondiente aparato contencioso, encargado de preconstituir pruebas para cuando se ofrezca atender las impugnaciones y sea necesario litigar, que es casi siempre.

Esto de lo contencioso electoral es todo un mundo (aparentemente) aparte. Se inicia ante la propia autoridad electoral del proceso y luego continúa ante los órganos jurisdiccionales electorales, eventualmente, como en los comicios locales, en tres etapas: tribunal estatal, sala regional federal y sala superior en la Ciudad de México. Y de los aspectos penales y de la Fepade, ya mejor ni hablamos.

¡Increíble, pero así es! Lo anterior parece cosa de ficción y aun de risa loca, sin embargo, literalmente así es. En lo electoral todo aquí se complica en grado superlativo. Quienes conocen del tema saben perfectamente que el autor de estas líneas dice tal cual la verdad.

¿Alguien no lo cree? Analice simplemente tres figuras relativamente recientes del derecho electoral y se convencerá de que en efecto así es: la de los observadores electorales, el voto de los mexicanos en el extranjero y la muy joven de los candidatos independientes. En su momento cada una generó muchas expectativas, hasta que muy pronto decepcionaron. En particular la última, pues rápidamente se pervirtió.

El propósito de este texto era otro: señalar la marcada diferencia entre lo que se lee en las plataformas electorales que los partidos registraron ante el INE, y las numerosas ocurrencias que ya en campaña vienen diciendo sus candidatos. El espacio se agotó en el preámbulo, por lo que el tema queda para otra ocasión.

Los procesos electorales se han vuelto en México la mar de complicados. Es impresionante el volumen de papeles (o archivos electrónicos, pero que igual hay que preparar), trámites, requisitos y procedimientos que se han de satisfacer en dichos procesos.

Y la vigilancia, la siempre necesaria vigilancia que resulta absolutamente necesario ejercer en todas las etapas del proceso electoral, pues apenas alguno de los actores se descuida y le complican la existencia con alguna artimaña, porque el catálogo de éstas es demasiado extenso. Cabe señalar que a veces la artimaña proviene de la propia autoridad electoral, heredera del pasado en que se le consideraba parte del engranaje oficialista. Infortunadamente esta visión subsiste en no pocos lugares del país.

En el fondo de todo lo anterior está la desconfianza, producto de décadas de fraude electoral permanente y sistemático. Realidad que el difunto Jorge Carpizo definió con cinco palabras acertadas y demoledoras: los procesos electorales en México son “la feria de las desconfianzas”.

Así, si alguna institución electoral se crea para mejorar el proceso, hay que acompañarla de un complicado procedimiento, de la autoridad que habrá de administrarla, la que llevará el control de la misma y su correspondiente órgano de vigilancia “integrado mayoritariamente por representantes de los partidos políticos”, según dispone la ley. Amén del correspondiente aparato contencioso, encargado de preconstituir pruebas para cuando se ofrezca atender las impugnaciones y sea necesario litigar, que es casi siempre.

Esto de lo contencioso electoral es todo un mundo (aparentemente) aparte. Se inicia ante la propia autoridad electoral del proceso y luego continúa ante los órganos jurisdiccionales electorales, eventualmente, como en los comicios locales, en tres etapas: tribunal estatal, sala regional federal y sala superior en la Ciudad de México. Y de los aspectos penales y de la Fepade, ya mejor ni hablamos.

¡Increíble, pero así es! Lo anterior parece cosa de ficción y aun de risa loca, sin embargo, literalmente así es. En lo electoral todo aquí se complica en grado superlativo. Quienes conocen del tema saben perfectamente que el autor de estas líneas dice tal cual la verdad.

¿Alguien no lo cree? Analice simplemente tres figuras relativamente recientes del derecho electoral y se convencerá de que en efecto así es: la de los observadores electorales, el voto de los mexicanos en el extranjero y la muy joven de los candidatos independientes. En su momento cada una generó muchas expectativas, hasta que muy pronto decepcionaron. En particular la última, pues rápidamente se pervirtió.

El propósito de este texto era otro: señalar la marcada diferencia entre lo que se lee en las plataformas electorales que los partidos registraron ante el INE, y las numerosas ocurrencias que ya en campaña vienen diciendo sus candidatos. El espacio se agotó en el preámbulo, por lo que el tema queda para otra ocasión.