/ jueves 25 de abril de 2019

La gran abdicación republicana

Después de todo, las “noticias falsas” eran verdaderas. Una potencia extranjera hostil intervino en las elecciones presidenciales, con la esperanza de instalar a Donald Trump en la Casa Blanca. La campaña de Trump estuvo al tanto de esta intervención y la acogió con los brazos abiertos. Además, una vez en el poder, Trump intentó bloquear cualquier investigación relacionada con el tema.

Ni qué decir de los intentos para darle la vuelta a esta historia y convertirla en algo que no cuadrara con algunas de las definiciones de colusión u obstrucción de la justicia.

El hecho es que el residente de la Casa Blanca traicionó a su país. Y la pregunta que todo el mundo se está haciendo es qué harán los demócratas al respecto.

Sin embargo, hay que destacar que la pregunta sólo involucra a los demócratas. Todo el mundo da por hecho (de forma correcta) que los republicanos no harán nada. ¿Por qué?

Porque el Partido Republicano de la actualidad no tiene ningún problema con vender a Estados Unidos si es lo que se necesita para recortar los impuestos de los ricos. Tal vez los republicanos no lo consideren en esos términos, pero su comportamiento así lo demuestra.

El punto clave es que los republicanos están comprometidos con una agenda política que es muy impopular. Por un amplio margen, el pueblo estadounidense cree que las corporaciones y los ricos no pagan una cantidad justa de impuestos. Por márgenes aún más amplios, el pueblo se opone a los recortes a los programas de seguridad social como Medicaid.

No obstante, hasta donde puedo ver, todas las propuestas presupuestarias del Partido Republicano durante la última década han combinado grandes reducciones tributarias para los ricos con recortes salvajes a Medicaid.

Si la agenda republicana es tan impopular, ¿cómo es que el partido gana elecciones? En parte porque mienten sobre sus políticas. Sin embargo, en esencia, porque los logros políticos del Partido Republicano dependen de la política de identidades, en específico, de la política de identidad blanca.

Explotar el resentimiento racial para captar votantes blancos de la clase trabajadora y, al mismo tiempo, apoyar políticas que sólo beneficien a los ricos ha sido el centro de la estrategia política del partido durante décadas. Por esta razón, en un país cada vez más diverso, el apoyo hacia los republicanos ha sido abrumadoramente blanco.

En un sentido fundamental, el trumpismo es la culminación de esa estrategia. Los comentadores siguen llamando “populista” a Trump, pero la única manera en que en realidad atrae a los votantes blancos de la clase trabajadora es apelando a su aversión racial.

Tal vez tenga éxito al hacerlo porque en parte es lo único sincero de su personaje político: todo indica que en verdad es racista.

No obstante, sus políticas sustanciales han seguido la agenda estándar de la derecha: en 2017, aprobó un enorme recorte fiscal, en su mayor parte para las corporaciones, que benefició de una manera desproporcionada a los ricos, casi logró revocar Obamacare y, en el proceso, destripó a Medicaid.

Después de todo, las “noticias falsas” eran verdaderas. Una potencia extranjera hostil intervino en las elecciones presidenciales, con la esperanza de instalar a Donald Trump en la Casa Blanca. La campaña de Trump estuvo al tanto de esta intervención y la acogió con los brazos abiertos. Además, una vez en el poder, Trump intentó bloquear cualquier investigación relacionada con el tema.

Ni qué decir de los intentos para darle la vuelta a esta historia y convertirla en algo que no cuadrara con algunas de las definiciones de colusión u obstrucción de la justicia.

El hecho es que el residente de la Casa Blanca traicionó a su país. Y la pregunta que todo el mundo se está haciendo es qué harán los demócratas al respecto.

Sin embargo, hay que destacar que la pregunta sólo involucra a los demócratas. Todo el mundo da por hecho (de forma correcta) que los republicanos no harán nada. ¿Por qué?

Porque el Partido Republicano de la actualidad no tiene ningún problema con vender a Estados Unidos si es lo que se necesita para recortar los impuestos de los ricos. Tal vez los republicanos no lo consideren en esos términos, pero su comportamiento así lo demuestra.

El punto clave es que los republicanos están comprometidos con una agenda política que es muy impopular. Por un amplio margen, el pueblo estadounidense cree que las corporaciones y los ricos no pagan una cantidad justa de impuestos. Por márgenes aún más amplios, el pueblo se opone a los recortes a los programas de seguridad social como Medicaid.

No obstante, hasta donde puedo ver, todas las propuestas presupuestarias del Partido Republicano durante la última década han combinado grandes reducciones tributarias para los ricos con recortes salvajes a Medicaid.

Si la agenda republicana es tan impopular, ¿cómo es que el partido gana elecciones? En parte porque mienten sobre sus políticas. Sin embargo, en esencia, porque los logros políticos del Partido Republicano dependen de la política de identidades, en específico, de la política de identidad blanca.

Explotar el resentimiento racial para captar votantes blancos de la clase trabajadora y, al mismo tiempo, apoyar políticas que sólo beneficien a los ricos ha sido el centro de la estrategia política del partido durante décadas. Por esta razón, en un país cada vez más diverso, el apoyo hacia los republicanos ha sido abrumadoramente blanco.

En un sentido fundamental, el trumpismo es la culminación de esa estrategia. Los comentadores siguen llamando “populista” a Trump, pero la única manera en que en realidad atrae a los votantes blancos de la clase trabajadora es apelando a su aversión racial.

Tal vez tenga éxito al hacerlo porque en parte es lo único sincero de su personaje político: todo indica que en verdad es racista.

No obstante, sus políticas sustanciales han seguido la agenda estándar de la derecha: en 2017, aprobó un enorme recorte fiscal, en su mayor parte para las corporaciones, que benefició de una manera desproporcionada a los ricos, casi logró revocar Obamacare y, en el proceso, destripó a Medicaid.