/ viernes 22 de septiembre de 2017

La grandeza de México y la solidaridad de los mexicanos

Escuche a un amigo afirmar que la ira de los dioses golpea a los mexicas. Reflexione que más allá de una estéril discusión sobre poli y monoteísmo, es el planeta mismo y el hombre que lo ha degrado quienes hoy sufrimos la fuerza desbordada de la naturaleza.

Nuestra patria, nuestro México, es cierto hoy sufre los embates de huracanes, ciclones, lluvias fuera de temporada, granizadas y por si algo hiciera falta en diferencia de pocos días, eventos telúricos que ocasionaron pérdidas de vida, heridos, daños materiales en infraestructura carretera y urbana, así como pérdidas de viviendas y en inmuebles históricos. Las entidades más afectadas, por ambos fenómenos: Veracruz, Tabasco, Oaxaca; Chiapas, Guerrero, Tlaxcala, Guerrero, Morelos, la Ciudad de México y Baja California sur.

Estas desgracias ocasionadas por la inconmensurable fuerza de la naturaleza, desnudan; la pobreza ancestral, las paupérrimas condiciones de vida de muchas comunidades, las carencias de millones de nuestros compatriotas. Pero superando la siembra de incordios y discordia, así como los legítimos reclamos sociales, sin que falten los pronunciamientos inviables de los ácidos, amargados y resentidos profesionales de la lucha social; la respuesta mayoritaria ha sido de solidaridad, de amor al prójimo, de apoyo al vecino, de acompañar a los más afectados.

La inmensa mayoría ha ignorado a todos los políticos de todos los signos partidistas que han osado buscar “raja política de la tragedia” señaladamente de los dos últimos temblores. Por otra parte, la respuesta de la mayoría de los agentes estaduales, de los gobernantes; ha sido de acompañar a la sociedad, de coadyuvar en los esfuerzos, de conducir y organizar los rescates de víctimas en los derrumbes, de proporcionar servicios médicos, de establecer centros de acopio, de organizar la logística para hacer llegar la ayuda, en resumende acompañamiento y conducción, más que erigirse en único canal de interlocución con los damnificados.

Hoy hay que reconocer què a diferencia del 85, en la Ciudad de México, desde el presidente hasta los últimos de los rescatistas se hicieron presentes desde el primer momento. Y tampoco puede dejar de resaltarse que la primera ayuda, vino del transeúnte que arriesgo su propia vida por ayudar a quienes ni siquiera conocía pero que oía o sabía que habían quedado atrapados entre los escombros.

Los jóvenes de todas las clases sociales y especialmente los universitarios mostraron una generosidad de espíritu que debe regocijarnos por que pese a todos los pesares y del país que les estamos heredando, emergió en ellos de manera espontánea valores de solidaridad con los desvalidos, que contradicen los largos y farragosos discursos de pérdida de valores.

El reto porvenir de la reconstrucción de buena parte de nuestro territorio, después de enterrar a nuestros muertos y de iniciar el proceso de duelo; es enorme y durarà tiempo, quizá años. Habremos de enfrentarlo con entereza, con esperanza y con la alegría de saber que las nuevas generaciones están imbuidas de amor a México, a su patria y a sus compatriotas.

Escuche a un amigo afirmar que la ira de los dioses golpea a los mexicas. Reflexione que más allá de una estéril discusión sobre poli y monoteísmo, es el planeta mismo y el hombre que lo ha degrado quienes hoy sufrimos la fuerza desbordada de la naturaleza.

Nuestra patria, nuestro México, es cierto hoy sufre los embates de huracanes, ciclones, lluvias fuera de temporada, granizadas y por si algo hiciera falta en diferencia de pocos días, eventos telúricos que ocasionaron pérdidas de vida, heridos, daños materiales en infraestructura carretera y urbana, así como pérdidas de viviendas y en inmuebles históricos. Las entidades más afectadas, por ambos fenómenos: Veracruz, Tabasco, Oaxaca; Chiapas, Guerrero, Tlaxcala, Guerrero, Morelos, la Ciudad de México y Baja California sur.

Estas desgracias ocasionadas por la inconmensurable fuerza de la naturaleza, desnudan; la pobreza ancestral, las paupérrimas condiciones de vida de muchas comunidades, las carencias de millones de nuestros compatriotas. Pero superando la siembra de incordios y discordia, así como los legítimos reclamos sociales, sin que falten los pronunciamientos inviables de los ácidos, amargados y resentidos profesionales de la lucha social; la respuesta mayoritaria ha sido de solidaridad, de amor al prójimo, de apoyo al vecino, de acompañar a los más afectados.

La inmensa mayoría ha ignorado a todos los políticos de todos los signos partidistas que han osado buscar “raja política de la tragedia” señaladamente de los dos últimos temblores. Por otra parte, la respuesta de la mayoría de los agentes estaduales, de los gobernantes; ha sido de acompañar a la sociedad, de coadyuvar en los esfuerzos, de conducir y organizar los rescates de víctimas en los derrumbes, de proporcionar servicios médicos, de establecer centros de acopio, de organizar la logística para hacer llegar la ayuda, en resumende acompañamiento y conducción, más que erigirse en único canal de interlocución con los damnificados.

Hoy hay que reconocer què a diferencia del 85, en la Ciudad de México, desde el presidente hasta los últimos de los rescatistas se hicieron presentes desde el primer momento. Y tampoco puede dejar de resaltarse que la primera ayuda, vino del transeúnte que arriesgo su propia vida por ayudar a quienes ni siquiera conocía pero que oía o sabía que habían quedado atrapados entre los escombros.

Los jóvenes de todas las clases sociales y especialmente los universitarios mostraron una generosidad de espíritu que debe regocijarnos por que pese a todos los pesares y del país que les estamos heredando, emergió en ellos de manera espontánea valores de solidaridad con los desvalidos, que contradicen los largos y farragosos discursos de pérdida de valores.

El reto porvenir de la reconstrucción de buena parte de nuestro territorio, después de enterrar a nuestros muertos y de iniciar el proceso de duelo; es enorme y durarà tiempo, quizá años. Habremos de enfrentarlo con entereza, con esperanza y con la alegría de saber que las nuevas generaciones están imbuidas de amor a México, a su patria y a sus compatriotas.