/ jueves 13 de agosto de 2020

La grotesca comedia

El poder no corrompe; el poder desenmascara.

Ruben Blades


1. Las anémicas promesas. Un candidato enarbola la bandera de lucha contra la corrupción. Ese mismo ciudadano, ya como presidente, se rodea de personajes de dudosa probidad. Se pasea con ellos, los presume, los defiende y justifica su conversión. La magia de su manto protector los exorciza de anteriores pecados. Es más, ya no existe la “mafia del poder”, son sus asesores y los pasea con Trump.


2. El presidente olvidadizo. El inquilino de Palacio Nacional, usa su púlpito matutino para insultar y golpear a quienes cuestionan sus políticas. No recuerda las campañas de desprestigio que se hicieron contra él cuando militaba en la oposición. Ahora, presume su singularidad, se dice distinto a sus antecesores, aunque repite las liturgias del viejo priismo con olor a naftalina.


3. El maquillaje distractor. Desaparece al Estado Mayor presidencial, transforma Los Pinos en espacio de usos múltiples, vende la flota área, se transporta (sólo en la CDMX) en vehículos austeros y otras acciones de relumbrón. Como sello de su mandato, impone personajes en algunos órganos autónomos, bajo la peregrina receta de que, “prefiero 90% de honestidad y sólo 10% de experiencia”.


4. Militares para todo. Violando su reiterada promesa de regresar a las fuerzas armadas a los cuarteles, el tabasqueño empeoró la practica anterior, convirtiendo al país en un océano verde olivo. Así, violenta las funciones constitucionales de las fuerzas castrenses. El presidente decidió (con el apoyo de todos los partidos) crear un Estado militarizado para encarar la inseguridad pública.


5. Pandemia e ineptitud. El gobierno no ha sabido enfrentar los efectos del virus, ni con medidas de salud y atención, ni tampoco con políticas económicas. Su respuestas han sido inerciales, sin entender la nueva realidad. La existencia de nuevos desempleados, de pequeñas y medianas empresas quebradas, la formación de una nueva masa de pobres extremos, todos han sido ignorados. Para el gobierno lopezobradorista únicamente existe una fracción clientelar de pobres.


6. Lozoya como bandera electoral. Ante la pobreza de resultados en sus políticas públicas, AMLO convierte a éste personaje en un instrumento propagandístico para su discurso anticorrupción. No importa que se violente el debido proceso, ni tampoco la presunción de inocencia, ahora hasta el Fiscal General sale a la prensa a publicitar el contenido de la denuncia de Lozoya, atropellando la secrecía de la carpeta de investigación.Todos a escena.


Epílogo. La mutación del candidato a presidente ha exhibido los resortes incapaces, vengativos y torpes de quien concitó el entusiasmo de 30 millones. Sí, Mexico vive una grotesca y peligrosa comedia. Y lo que falta.

pedropenaloza@yahoo.com/Twitter: @pedro_penaloz

El poder no corrompe; el poder desenmascara.

Ruben Blades


1. Las anémicas promesas. Un candidato enarbola la bandera de lucha contra la corrupción. Ese mismo ciudadano, ya como presidente, se rodea de personajes de dudosa probidad. Se pasea con ellos, los presume, los defiende y justifica su conversión. La magia de su manto protector los exorciza de anteriores pecados. Es más, ya no existe la “mafia del poder”, son sus asesores y los pasea con Trump.


2. El presidente olvidadizo. El inquilino de Palacio Nacional, usa su púlpito matutino para insultar y golpear a quienes cuestionan sus políticas. No recuerda las campañas de desprestigio que se hicieron contra él cuando militaba en la oposición. Ahora, presume su singularidad, se dice distinto a sus antecesores, aunque repite las liturgias del viejo priismo con olor a naftalina.


3. El maquillaje distractor. Desaparece al Estado Mayor presidencial, transforma Los Pinos en espacio de usos múltiples, vende la flota área, se transporta (sólo en la CDMX) en vehículos austeros y otras acciones de relumbrón. Como sello de su mandato, impone personajes en algunos órganos autónomos, bajo la peregrina receta de que, “prefiero 90% de honestidad y sólo 10% de experiencia”.


4. Militares para todo. Violando su reiterada promesa de regresar a las fuerzas armadas a los cuarteles, el tabasqueño empeoró la practica anterior, convirtiendo al país en un océano verde olivo. Así, violenta las funciones constitucionales de las fuerzas castrenses. El presidente decidió (con el apoyo de todos los partidos) crear un Estado militarizado para encarar la inseguridad pública.


5. Pandemia e ineptitud. El gobierno no ha sabido enfrentar los efectos del virus, ni con medidas de salud y atención, ni tampoco con políticas económicas. Su respuestas han sido inerciales, sin entender la nueva realidad. La existencia de nuevos desempleados, de pequeñas y medianas empresas quebradas, la formación de una nueva masa de pobres extremos, todos han sido ignorados. Para el gobierno lopezobradorista únicamente existe una fracción clientelar de pobres.


6. Lozoya como bandera electoral. Ante la pobreza de resultados en sus políticas públicas, AMLO convierte a éste personaje en un instrumento propagandístico para su discurso anticorrupción. No importa que se violente el debido proceso, ni tampoco la presunción de inocencia, ahora hasta el Fiscal General sale a la prensa a publicitar el contenido de la denuncia de Lozoya, atropellando la secrecía de la carpeta de investigación.Todos a escena.


Epílogo. La mutación del candidato a presidente ha exhibido los resortes incapaces, vengativos y torpes de quien concitó el entusiasmo de 30 millones. Sí, Mexico vive una grotesca y peligrosa comedia. Y lo que falta.

pedropenaloza@yahoo.com/Twitter: @pedro_penaloz

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