/ martes 6 de abril de 2021

La herencia económica de la pandemia

Por: D¡Santiago Fernández Sordo

A poco más de un año del inicio de la pandemia, el sentimiento entre la mayor parte de la población mundial es de optimismo. Alrededor de 500 millones de personas han sido vacunadas a nivel global y los programas de vacunación operan a toda marcha para lograr la inmunidad cuanto antes. Las actividades sociales vuelven a la normalidad, se han publicado en varios países lineamientos para la reapertura de escuelas, los eventos deportivos y culturales han vuelto a abrirse al público con ciertas restricciones y la gente ha comenzado a reservar con ilusión y confianza vuelos y hospedaje para la segunda mitad del año.

Entre los economistas, domina también la percepción de que lo peor ha quedado atrás. La actividad económica recobra fuerza desde finales de 2020 y se espera para 2021 un año extraordinario de recuperación, impulsado por agresivos estímulos fiscales y monetarios. El desempleo está en descenso y el sector de los servicios (actividades de entretenimiento, ocio, restaurantes, turismo) han iniciado la recontratación de personal para volver a la normalidad. A este ritmo, se espera que cualquier rastro de las consecuencias de la pandemia en los datos económicos haya sido borrado para 2022. Aún se teme por mutaciones del virus, por programas de vacunación deficientes en países no desarrollados, una recuperación diferenciada entre regiones y posibles consecuencias de largo plazo para grupos sociales vulnerables y marginados. Pero en general, la narrativa ha cambiado radicalmente en los últimos 12 meses.

La pandemia dejará una huella económica permanente en las sociedades humanas: la deuda. Problema que no es nuevo, pero que se ha agravado. Tan sólo en 2020, la deuda mundial creció cerca de 24 billones de dólares, superior al tamaño total de la economía más grande del mundo. De acuerdo a estimaciones del Instituto de Finanzas Internacionales, la deuda como proporción del PIB global pasó de 320% en 2019 a 355% en 2020. Entre economías avanzadas, la deuda pública y privada se encuentra cerca del su nivel más alto en la historia, alcanzado durante la Segunda Guerra Mundial; mientras que, entre países emergentes, no hay otro periodo en la historia en el que el endeudamiento de gobiernos, empresas y hogares haya sido tan alto.

La respuesta económica ante la pandemia fue la de incrementar la deuda, utilizar el crédito como "puente" para superar la adversidad inmediata; y pagar en el futuro. Los gobiernos se endeudaron para ejercer mayor gasto y rescatar a los más afectados, las empresas aprovecharon las facilidades de crédito para seguir pagando a trabajadores y mantener sus operaciones a pesar de no registrar ingresos, y las familias gozaron de la suspensión de impuestos o deudas. Pero cuando la pandemia termine, esas cuentas habrán de saldarse.

En el mediano plazo, el crecimiento extraordinario de 2021 se disipará y nos quedaremos con bajas tasas de crecimiento, pues la mayor parte de la riqueza generada deberá destinarse al pago de deuda. Si no nos volvemos más productivos, el problema terminará por ahogarnos. Tarde o temprano habremos de afrontar las consecuencias del exceso de deuda que hemos acumulado por más de medio siglo. Es posible que la pandemia haya adelantado ese momento.

Por: D¡Santiago Fernández Sordo

A poco más de un año del inicio de la pandemia, el sentimiento entre la mayor parte de la población mundial es de optimismo. Alrededor de 500 millones de personas han sido vacunadas a nivel global y los programas de vacunación operan a toda marcha para lograr la inmunidad cuanto antes. Las actividades sociales vuelven a la normalidad, se han publicado en varios países lineamientos para la reapertura de escuelas, los eventos deportivos y culturales han vuelto a abrirse al público con ciertas restricciones y la gente ha comenzado a reservar con ilusión y confianza vuelos y hospedaje para la segunda mitad del año.

Entre los economistas, domina también la percepción de que lo peor ha quedado atrás. La actividad económica recobra fuerza desde finales de 2020 y se espera para 2021 un año extraordinario de recuperación, impulsado por agresivos estímulos fiscales y monetarios. El desempleo está en descenso y el sector de los servicios (actividades de entretenimiento, ocio, restaurantes, turismo) han iniciado la recontratación de personal para volver a la normalidad. A este ritmo, se espera que cualquier rastro de las consecuencias de la pandemia en los datos económicos haya sido borrado para 2022. Aún se teme por mutaciones del virus, por programas de vacunación deficientes en países no desarrollados, una recuperación diferenciada entre regiones y posibles consecuencias de largo plazo para grupos sociales vulnerables y marginados. Pero en general, la narrativa ha cambiado radicalmente en los últimos 12 meses.

La pandemia dejará una huella económica permanente en las sociedades humanas: la deuda. Problema que no es nuevo, pero que se ha agravado. Tan sólo en 2020, la deuda mundial creció cerca de 24 billones de dólares, superior al tamaño total de la economía más grande del mundo. De acuerdo a estimaciones del Instituto de Finanzas Internacionales, la deuda como proporción del PIB global pasó de 320% en 2019 a 355% en 2020. Entre economías avanzadas, la deuda pública y privada se encuentra cerca del su nivel más alto en la historia, alcanzado durante la Segunda Guerra Mundial; mientras que, entre países emergentes, no hay otro periodo en la historia en el que el endeudamiento de gobiernos, empresas y hogares haya sido tan alto.

La respuesta económica ante la pandemia fue la de incrementar la deuda, utilizar el crédito como "puente" para superar la adversidad inmediata; y pagar en el futuro. Los gobiernos se endeudaron para ejercer mayor gasto y rescatar a los más afectados, las empresas aprovecharon las facilidades de crédito para seguir pagando a trabajadores y mantener sus operaciones a pesar de no registrar ingresos, y las familias gozaron de la suspensión de impuestos o deudas. Pero cuando la pandemia termine, esas cuentas habrán de saldarse.

En el mediano plazo, el crecimiento extraordinario de 2021 se disipará y nos quedaremos con bajas tasas de crecimiento, pues la mayor parte de la riqueza generada deberá destinarse al pago de deuda. Si no nos volvemos más productivos, el problema terminará por ahogarnos. Tarde o temprano habremos de afrontar las consecuencias del exceso de deuda que hemos acumulado por más de medio siglo. Es posible que la pandemia haya adelantado ese momento.