/ martes 11 de febrero de 2020

La historia bien vale un puente

Cuentan que en una reunión de profesionistas cada uno de ellos exaltaba las bondades de su profesión, pero quien lo hacía con más énfasis era el abogado que presumía del alcance universal de la actividad del jurista. — Los abogados podemos hacer todo, decía; a lo que respondió desafiante un ingeniero: —No es así, hay cosas que solo podemos hacer nosotros. — ¿Cómo cuál? — Un puente por ejemplo. —¡Claro que los abogados podemos hacerlo! ¿De cuántos días lo quiere?

Para volver a celebrar las fechas cuando corresponde, recordemos la diferencia entre “fin de semana largo” y “puente” ya que este consiste precisamente en unir dos días de asueto válidos, pasando por encima de un día hábil. De ahí el Puente Guadalupe-Reyes, por los días laborables que se sacrifican entre las celebraciones autorizadas durante diciembre y principios de enero.

Es válido imputar al conservadurismo neoliberal la creación de los fines de semana largos durante el régimen de Fox, pues la modificación de los días festivos tuvo un claro sesgo ideológico que buscó ocultar la causa de la celebración tras la frivolidad del asueto extendido. Las fechas suprimidas les molestaban por conmemorar actos que implicaron la pérdida de privilegios de los poderosos en distintos momentos históricos. Se alteró el calendario cívico para difuminar las celebraciones del natalicio de Juárez; el inicio de la Revolución Mexicana y la promulgación de la Constitución de 1917. Se alegó la protección de la productividad y una supuesta promoción del turismo para imitar el sistema estadounidense, acercando los fastos a los fines de semana convirtiéndolos en “largos” para evitar los puentes.

Si se valoraba tanto la productividad, ¿por qué no se movieron el 25 de diciembre, el 1° de enero o el 16 de septiembre? Para un no creyente podría ser más significativo el nacimiento de Juárez que el de Jesús, pero las fechas salvadas se ligaron con la religión, la tradición del inicio del año y la celebración de la Independencia que el pensamiento conservador atribuye a Iturbide. La embestida neoliberal no pudo arrasar con el Primero de Mayo porque el sector obrero supo defenderlo.

La educación cívica debe dar igual importancia a todos los días que representan algo en la vida nacional, independientemente de su vínculo con creencias o ideologías. Volver al estado anterior y conmemorar a Juárez, a la Revolución y a la Constitución, cumple una vital función en el reforzamiento de nuestros más caros valores. Al respecto recomiendo la lúcida defensa del significado de las celebraciones suprimidas contenida en la iniciativa del Dip. José Alberto González Morales del 18 de marzo de 2010.

Además, los días no alterados siguen propiciando los puentes que se querían evitar. Si el 16 de septiembre cae en jueves, muchos se toman el viernes para descansar cuatro días. Tres conmemoraciones más, no siendo oficiales, dan lugar a un asueto generalizado y siguen sirviendo para edificar puentes: el 10 de mayo, el 12 de diciembre y el 2 de noviembre. Me parece que tiene razón el Presidente en cuanto a que la recuperación de las festividades perdidas no tiene por qué perjudicar la actividad turística.

Esta de todas maneras tenía grandes ingresos, quizá hasta mayores, con la existencia de los puentes que por definición alargaban a cuatro días el tiempo a disfrutar en los centros turísticos. Recuerdo las notas periodísticas cada ocasión que ocurría un puente dando a conocer la derrama económica que había significado para los prestadores de servicios turísticos y las grandes aglomeraciones que se producían a la salida y la entrada de la ciudad por las carreteras, así como la intensificación de la actividad en el aeropuerto. De modo que existe una alta probabilidad de que el turismo no solo no se vea afectado sino que aumente sus ingresos con el regreso de los puentes o por lo menos la derrama se mantenga igual al compensarse la disminución de quienes dejen de salir por no poder aprovechar el día que otorgaba el fin de semana largo, con el incremento que implica la extensión del asueto a cuatro días por el puente.

Es factible que lo que obtuvieron como beneficio los sectores neoliberales más opuestos a la celebración de fechas vinculadas al rescate de los más desprotegidos se contrarreste con un pequeño sacrificio de la productividad, que en todo caso no sería mucho y a lo mejor hasta lo recupera el sector turístico.

Los puentes, eventualmente, podrían significar una disminución de las horas de clase para aquellos estudiantes que se tomaran un día adicional, pero ese riesgo se ve ampliamente compensado por la reasunción de los valores cuyo recuerdo se intentó borrar. Rememorar la aportación de Juárez, la justicia del movimiento revolucionario y celebrar a la primera Constitución que en el mundo incorporó los derechos sociales, tiene un enorme significado aun si implica perder tres días que podrían recuperarse, de modo que por ese recuerdo “bien vale la pena un puente¨.

eduardoandrade1948@gmail.com

Cuentan que en una reunión de profesionistas cada uno de ellos exaltaba las bondades de su profesión, pero quien lo hacía con más énfasis era el abogado que presumía del alcance universal de la actividad del jurista. — Los abogados podemos hacer todo, decía; a lo que respondió desafiante un ingeniero: —No es así, hay cosas que solo podemos hacer nosotros. — ¿Cómo cuál? — Un puente por ejemplo. —¡Claro que los abogados podemos hacerlo! ¿De cuántos días lo quiere?

Para volver a celebrar las fechas cuando corresponde, recordemos la diferencia entre “fin de semana largo” y “puente” ya que este consiste precisamente en unir dos días de asueto válidos, pasando por encima de un día hábil. De ahí el Puente Guadalupe-Reyes, por los días laborables que se sacrifican entre las celebraciones autorizadas durante diciembre y principios de enero.

Es válido imputar al conservadurismo neoliberal la creación de los fines de semana largos durante el régimen de Fox, pues la modificación de los días festivos tuvo un claro sesgo ideológico que buscó ocultar la causa de la celebración tras la frivolidad del asueto extendido. Las fechas suprimidas les molestaban por conmemorar actos que implicaron la pérdida de privilegios de los poderosos en distintos momentos históricos. Se alteró el calendario cívico para difuminar las celebraciones del natalicio de Juárez; el inicio de la Revolución Mexicana y la promulgación de la Constitución de 1917. Se alegó la protección de la productividad y una supuesta promoción del turismo para imitar el sistema estadounidense, acercando los fastos a los fines de semana convirtiéndolos en “largos” para evitar los puentes.

Si se valoraba tanto la productividad, ¿por qué no se movieron el 25 de diciembre, el 1° de enero o el 16 de septiembre? Para un no creyente podría ser más significativo el nacimiento de Juárez que el de Jesús, pero las fechas salvadas se ligaron con la religión, la tradición del inicio del año y la celebración de la Independencia que el pensamiento conservador atribuye a Iturbide. La embestida neoliberal no pudo arrasar con el Primero de Mayo porque el sector obrero supo defenderlo.

La educación cívica debe dar igual importancia a todos los días que representan algo en la vida nacional, independientemente de su vínculo con creencias o ideologías. Volver al estado anterior y conmemorar a Juárez, a la Revolución y a la Constitución, cumple una vital función en el reforzamiento de nuestros más caros valores. Al respecto recomiendo la lúcida defensa del significado de las celebraciones suprimidas contenida en la iniciativa del Dip. José Alberto González Morales del 18 de marzo de 2010.

Además, los días no alterados siguen propiciando los puentes que se querían evitar. Si el 16 de septiembre cae en jueves, muchos se toman el viernes para descansar cuatro días. Tres conmemoraciones más, no siendo oficiales, dan lugar a un asueto generalizado y siguen sirviendo para edificar puentes: el 10 de mayo, el 12 de diciembre y el 2 de noviembre. Me parece que tiene razón el Presidente en cuanto a que la recuperación de las festividades perdidas no tiene por qué perjudicar la actividad turística.

Esta de todas maneras tenía grandes ingresos, quizá hasta mayores, con la existencia de los puentes que por definición alargaban a cuatro días el tiempo a disfrutar en los centros turísticos. Recuerdo las notas periodísticas cada ocasión que ocurría un puente dando a conocer la derrama económica que había significado para los prestadores de servicios turísticos y las grandes aglomeraciones que se producían a la salida y la entrada de la ciudad por las carreteras, así como la intensificación de la actividad en el aeropuerto. De modo que existe una alta probabilidad de que el turismo no solo no se vea afectado sino que aumente sus ingresos con el regreso de los puentes o por lo menos la derrama se mantenga igual al compensarse la disminución de quienes dejen de salir por no poder aprovechar el día que otorgaba el fin de semana largo, con el incremento que implica la extensión del asueto a cuatro días por el puente.

Es factible que lo que obtuvieron como beneficio los sectores neoliberales más opuestos a la celebración de fechas vinculadas al rescate de los más desprotegidos se contrarreste con un pequeño sacrificio de la productividad, que en todo caso no sería mucho y a lo mejor hasta lo recupera el sector turístico.

Los puentes, eventualmente, podrían significar una disminución de las horas de clase para aquellos estudiantes que se tomaran un día adicional, pero ese riesgo se ve ampliamente compensado por la reasunción de los valores cuyo recuerdo se intentó borrar. Rememorar la aportación de Juárez, la justicia del movimiento revolucionario y celebrar a la primera Constitución que en el mundo incorporó los derechos sociales, tiene un enorme significado aun si implica perder tres días que podrían recuperarse, de modo que por ese recuerdo “bien vale la pena un puente¨.

eduardoandrade1948@gmail.com